Argumento

Giovanni Buonarotti es un chico que vivió toda su vida en un orfanato y que al estar a punto de cumplir la mayoria de edad debe egresar. El es el hijo bastardo de una mujer que pertenece a la alta sociedad Laura Visconti y que fue repudiado al nacer por las causas dolorosas que produjeron su procreaciòn...Una violación.

Angelo Rossetti es uno de los solteros más codiciados de Roma, hijo de un empresario multimillonario y mejor amigo de Francesco Visconti (sobrino de Laura y por consiguiente primo de Giovanni).

Un encuentro y dos miradas que quedan prendadas la una de la otra hacen que el joven Giovanni descubra el origen de su nacimiento y que el causante de su repudio (su abuelo) se arrepienta de haberlo hecho.


Angelo, Gio y Bruno

Dante y Camilo / Pietro y Massimo

Fabio y Enzo/ personajes secundarios

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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Capítulo 10: Verdades

Laura colgó el teléfono con el estómago hecho un nudo. Aquella llamada había despertado en ella todo lo que creía dormido con respecto a sus sentimientos por Pietro Mancini. Su padre le había advertido que no tuviera la osadía de no asistir a la entrevista que el capi di tutti capi había insistido en tener con ella, ya que el futuro de la familia Visconti dependía de ello. Un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar aquella noche en que había entregado su virginidad a aquel guapo mafioso. Se preguntó que querría de ella. Por un momento, fantaseó con la posibilidad de que después de todos esos años, por fin, el hombre se hubiera dado cuenta que la amaba. Luego, con una sonrisa sarcástica y haciendo un movimiento negativo con la cabeza, desechó la idea. Subió al cuarto que compartía con Massimo y se dispuso a elegir el vestuario adecuado para la entrevista.


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– La luna per i toui pensieri (la luna por tus pensamientos) – murmuró Angelo suavemente en el oído de Gio.
Después del agradable almuerzo familiar el joven Buonarotti se encontraba en uno de los jardines interiores de la villa Rossetti alimentando a la hija de Giacomo y Enrico. Aquella actividad le había fascinado desde el primer momento que tuvo la oportunidad de hacerlo. Le encantaba sentir en sus brazos a la pequeña criatura porque le hacía sentir que valía la pena vivir. El susurro en su oído le hizo sonreír…
– Allora si deve diventare un astronauta, perché se si deve conoscere , vieni pagato la parola ( Entonces tendrás que convertirte en astronauta, porque si quieres saberlo, te cobraré la palabra)…
El más joven de los Rossetti echó su cabeza hacia atrás riendo a carcajadas las cuales llamaron la atención del resto de la familia.
Enrico fue el primero en acercarse sin que los jóvenes se percataran, su curiosidad pudo más que todo ya que desde el momento en que ambos chicos habían llegado a la villa unas horas atrás, se moría por saber los sucesos de la noche anterior. Su intención no era ser impertinente, pero al observar que los roces que Angelo le otorgaba al cuerpo de Gio, le hicieron sospechar que su niño había perdido la inocencia en manos de su sobrino político.
– Pensavo degli anelli (pensaba en lo de los anillos) – confesó Gio – es un paso importante
Es algo que nos identificará como una pareja definida y además, vi farò sapere a tutti che sei intoccabile (les hará saber a todos que eres intocable).
Aquella afirmación molestó a Gio
No quiero ser una más de tus posesiones Angelo...
– Lo sé, pero no puedo evitarlo, tu despiertas algo en mí que hace que mi sangre comience a hervir ante el pensamiento de que alguien pueda apartarte de mí.
Enrico decidió que era el momento adecuado para interrumpir el diálogo de los jóvenes enamorados.
– Mi scusi, io vengo da mia figlia, per cui la conversazione non si rese conto che lei sta dormendo (Discúlpenme, vengo por mi hija, con tanta conversación no se dieron cuenta que está dormida)
– ¡Dio! ¡pero que negligente he sido! – exclamó Giovanni avergonzado y entregando a la niña en los brazos de su papá – Vi prometto che non acadrà di nuovo (prometo que no volverá a suceder)
– Non ti preoccupare, so che il colpevole è Angelo e fui il distratto si (No te preocupes, sé que el culpable es Angelo, ya que fue el que te distrajo) – concedió Enrico y se alejó de ambos jóvenes para dirigirse a sus habitaciones.

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Pietro Mancini se levantó y caminó hacia la ventana que separaba su oficina del jardín interior de su fastuosa residencia. Observó a su hijo que conversaba con uno de los tantos hombres armados que resguardaban la seguridad de la casa y luego volvió a sentarse en su escritorio. No podía dejar de pensar en el encuentro que tendría esa misma tarde con Laura. Se sabía poderoso, pero se sentía incapaz de competir frente a Massimo Rossetti, no porque el fuera menos hombre, sino porque el empresario era el hombre más leal que había conocido. Su mente voló a aquella época en la cual se vio obligado a desaparecer después de que asesinaran a su padre y su hermano. Aquella guerra de familias que se desató después del asesinato del juez Giovanni Falcone, lo había hecho huir como un perro. Su padre había sido el Don de la familia Mancini y su hermano el sottocapo y él como en esa época aún era muy joven era un capo y tenía a su mando directo a diez hombres, los cuales le habían sido leales hasta la actualidad. Siempre se reprochó el no haber podido llegar a tiempo aquella noche cuando el Don de otra familia mandó a liquidar a su padre. Recordó su cabeza atravesada por un tiro y se estremeció... su hermano no había corrido mejor suerte. Por suerte su hijo que en ese tiempo tenía cuatro años, había corrido al dormitorio de la sirvienta que lo había dado a luz y ella lo había protegido dando su vida por él. Su padre había sido un hombre precavido que previendo que en cualquier momento una guerra de familias podría desatarse, había traspasado todos los bienes de la familia a su hijo menor y a su nieto y había nombrado como albacea a Massimo Rossetti. El millonario empresario los recibió y ocultó de las demás familias hasta que el mismo gobierno se encargó de ellas. Pero él era un Mancini y como tal, había jurado frente a los cuerpos de su padre y su hermano que tendrían su vendetta. Salió de Italia junto a su hijo y se refugió en Grecia en una isla que su padre había comprado años atrás en el archipiélago de las Cicladas. Desde ahí planeó metódicamente su regreso y como se haría del poder para vengar la muerte de su familia. Los diez hombres que tenía a su cargo como capo en la familia, fueron su gran apoyo... ellos fueron sus ángeles de la muerte. Ahora era el capi di tutti capi, ocupaba el mayor rango dentro de la Cosa Nostra al haber liquidado a los jefes de las demás familias. En resumidas cuentas, era el hombre mas poderoso de la mafia italiana y uno de los más respetados de Europa.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando el mayordomo anunció la llegada de Laura y él esperó por ella.
 Desde su oficina alcanzaba a oír el repique de sus tacones mientras avanzaba a su encuentro. Entonces poniéndose en pie, se ubicó mirando por la ventana para darle la espalda a la puerta. Quería que fuese ella quien se viera forzada a hacer notar su presencia una vez entrara.
 ¿Cómo estaría ahora después de tantos años? ¿Seguiría siendo una mujer hermosa? – Se preguntó y la respuesta no tardó en llegar.
 - Buenas noches Pietro Mancinni – Oyó a sus espaldas.
 Se tardó unos cuantos segundos, pero finalmente giró su cuerpo para verla. Estaba hermosa, sin duda.
 Laura avanzó un poco hacía él tratando de que el nerviosismo no se le notara. Se veía increíblemente elegante vistiendo un sobrio traje de dos piezas, color madre perla. La falda iba en tubo hasta un poco más abajo de la rodilla, la chaqueta se cruzaba y abotonaba en los costados a la altura de la cintura y completaba su vestimenta con un sombrero de ala ancha del mismo tono, bolso y zapatos Gucci.
 No llevaba más joyería que unos pendientes de oro con perlas cultivadas. Parecía sacada de un libro de historia. Una madonna clásica de la época del fascismo.
Pietro recorrió su fisonomía sin disimulo, deleitado ante la belleza de la mujer.
 Ella se estremeció.
– Eccome Pietro, ora dimmi cosa vuoi? (Aquí me tienes Pietro, ahora dime ¿Qué es lo que quieres?) – Dijo recelosa sin poder ocultar su turbación.
 Pietro sonrió y se apartó de la ventana, acercándose a ella casi hasta llegar a rozarla.
 - Tanto tiempo Madonna mia. Estas más bella de lo que recordaba.
 - Y tú sigues igual de prepotente que siempre malnacido – Le insultó para intentar llevar las riendas, sin saber que Pietro la conocía demasiado bien.
 – Nono sottovalutare me Laura (No me subestimes Laura) – Respondió este seguro de si – Recuerda con quien estás hablando... capici.
 Laura asintió poniéndose más nerviosa aun y Pietro aprovechó esto para estirar una de sus manos y tocarle el cabello. Sostuvo un mechón entre sus dedos por algunos instantes para después acercarlo hasta su rostro y olerlo.
 Luego de esto se alejó de ella concediéndole espacio. No quería que sintiera como una amenaza la propuesta que iba a hacerle.
 – Como veo que no estás de buen humor no daré largas al asunto. Quiero que te cases conmigo Laura y te advierto que no aceptaré un no por respuesta.
 – ¡Tu sei pazzo! (Estás loco) – Laura abrió mucho los ojos sorprendida y a la vez odiando a su corazón que dentro de su pecho empezó a saltar de emoción. Sin embargo era consciente que aquello era una locura.
– Recuerda que tengo pareja – Insistió buscando una excusa razonable.
– Questo è risolvibile (Eso es solucionable) – Respondió Pietro restándole importancia al asunto. Como si aquel compromiso fuera un pequeño error enmendable.
– Ho dato la mia parola Pietro (He dado mi palabra Pietro) – Apuntó un poco dolida de que aquel no mostrase señales de celos – No puedo dejar a Massimo así como así, él...
– No me interesan tus explicaciones cara, te casarás conmigo lo quieras o no – Sentenció cortante-  O… - Hizo un gesto socarrón - Me veré obligado a cobrarle a tu padre, ciertos pagares que tengo en mi caja fuerte...
– ¡No me interesa...! - Apuntó Laura con desdén - Gano lo suficiente como para mantener a mi familia Pietro.
El mafioso sonrió. Nuevamente volvió a acercarse a ella, pero en esta ocasión, en vez de  obsequiarle con una gentil caricia, lo que hizo fue tomarla por el cuello hasta tenerla a un palmo de narices.
– ¡No me lleves la contraria Laura Visconti! – Le advirtió, mientras esta presa del miedo intentaba desasirse   – Tu me perteneces madonna mía, y será mía hasta que te mueras.
– Pi...Pietro – La voz ahogada de Laura luchaba por ser escuchada – Por favor, me haces daño.
Pietro no la oyó o fingió no hacerlo. Respiró sobre el cuello desnudo de Laura y sonriendo desabrochó su chaqueta.
- ¿Quieres que te recuerde a quien perteneces Laura? – Le amenazó metiendo su mano entre la tela del sostén. Su mano abarcó el suave y redondo pecho.
- P Por fa… vor – Laura estaba al borde de las lágrimas. Se sentía tan humillada y excitada a la vez. Como años atrás en el vivero de su mansión.
- Yo te hice mujer – Le habló al oído usando un tono grave, muy sensual, a la vez que cerraba la mano en torno a su seno – Y te volveré a hacer mi mujer.
Laura gimoteó mirándolo de reojo.
- No dejaré que me uses de nuevo. Esta vez no Pietro.
El aludido perdió la sonrisa.
– Si no te intimidan las deudas de tu padre ¿Qué me dices de Massimo? – Preguntó de nuevo hundiendo esta vez su rostro en el ángulo de su cuello – El me ayudó cuando lo necesité, pero eso no me detiene para hacerle daño.
Laura se agitó al escuchar el nombre de su prometido.
- ­ No te servirá de nada el blufear conmigo Pietro... todos sabemos que hasta en la Cosa Nostra se respetan las lealtades... y tu tienes una deuda de vida con él.
- ¿Crees que eso me detendrá cara? ­ el mafioso la miró de forma despiadada.
- ¡No! ¡No dañes a Massimo! – Gritó alarmada – Es un hombre bueno y también inocente.
- Lo sé – Aceptó Pietro apretándola más fuerte – Pero no soporto que tu lo digas. Dime Laura ¿Lo amas?
Era la oportunidad perfecta, pensó Laura. Había encontrado un punto débil en Pietro.
- ¡Claro que lo amo! – Contestó mirándolo a los ojos aunque el resto de su cuerpo pareciera una hoja al viento – Por algo me casaré con él.
- ¡Zorra! – Enfurecido Pietro la lanzó dándole una bofetada. Laura cayó sobre el escritorio muy asustada - ¿Crees que puedes jugar conmigo niña estúpida? Observa bien.
Vio entonces como sacaba un teléfono móvil de su bolsillo y marcaba. Alguien parecía haber contestado al otro lado casi de inmediato.
- ¿Dónde está? – Preguntó Pietro a la supuesta persona que le respondió – Club “El Nogal”. Ya veo. ¿Lo tienes cerca?
Laura que abrochaba su chaqueta quedó como congelada. Massimo estaba en ese mismo Club. Había ido allí para asistir a una cena de negocios con algunos de sus socios.
- ¿Lo estas si… siguiendo? – Inquirió sintiéndose al borde del pánico.
Pietro ni siquiera la miró y siguió con su conversación.
- Busca la forma de sacarlo de allí, Lucio – Ordenó – Y cuando lo hayas alejado lo suficiente… Mátalo. – Colgó.
Laura ahogó un grito con sus manos. Sus nervios se destrozaron por completo y comenzó a llorar histérica.
- ¡No, Dios Santo! ¡Por favor, Pietro! ¡No hagas algo así! ¡No hagas eso por el amor de Dios! – Suplicó echándose a sus pies. El rímel se le corría y con la ropa desordenada y el cabello descompuesto poco quedaba de la mujer orgullosa que había entrado hacía unos pocos minutos.
En ese momento Laura comprendió que su porte de mujer triunfadora y poderosa no servía con aquel hombre. Pietro Mancinni la tenía en sus manos como cuando era una quinceañera. O aun peor, porque antes por lo menso era una niña ingenua que no sabía nada del mundo, pero ahora a pesar de su experiencia y de los años seguía igual de indefensa ante él.
- No lo hagas. Me casaré contigo – Sollozó totalmente derrotada.
Pietro la miró serio desde arriba. Luego con un suspiró la ayudó a ponerse en pie.
- Me alegra ver que des muestras de inteligencia querida – Se burló mientras le secaba las lagrimas. Luego cambió el tono a uno de reproche - ¿Tanto quieres a ese hombre?
Laura negó hipando.
- No es eso. Lo quiero sí, pero no tanto como te amé… como te sigo amando a ti.
Pietro la miró incrédulo.
- Es cierto. Por favor créeme. No le hagas daño a Massimo ¿Si?
- Te creeré – Concedió Pietro – Pero debes darme pruebas. Lo primero que harás será hablar esta misma noche con Massimo y terminarás con él.
- Entonces… Llama a tu contacto y pídele que no lastime a Massimo – Pidió Laura sintiendo que le volvía el alma al cuerpo.
- No tengo que hacerlo – Le confesó – Hace un momento no hable con nadie.
Laura lo miró estupefacta y él sonrió complacido.
- Pe…pero. ¡Dijiste el nombre del club! ¿Cómo supiste que estaba allí?
- Leo los periódicos, querida. Cada movimiento de las familias millonarias de Roma queda registrado allí.
- Eres un ma…
- ¡Silencio! – Vociferó golpeando su escritorio – ¿No te das cuenta Laura? Lo que pretendo con todo esto es que te des cuenta de mis alcances. Que no haya hecho esa llamada no significa que no pueda hacerla.
- ¿Por qué haces esto?
- Los tengo vigilados a cada uno de ustedes. A tu padre, a Massimo, a Giacomo, a Enrico, a Angelo y hasta a ese muchacho que anda con él. Al tal Giovanni Buonarotti. ¿Así es como se llama no es cierto?
El silenció de Laura y su expresión de asombro satisfizo mucho a Pietro.
- ¿Lo ves? A todos los tengo en la mira.
- ¿Por qué a Giovanni? – Preguntó turbada. Era terrible que Pietro hubiera dado con él.
- ¿Por qué no? – Replicó este – Teniendo en cuenta que no lleva tu sangre puede ser el primero que elimine cuando quiera darte una advertencia.
Laura casi se desmaya. Pietro lo notó y la sostuvo primero llevándola al sofá.
- ¿Laura que tienes? ¡Laura! – Se asustó viendo que se había puesto muy pálida.
- No puedes lastimar a Giovanni. No puedes – Le dijo con un hilo de voz.
Pietro la dejó acomodada y se acercó al bar. Le sirvió un vaso de cognac a ver si con el licor recuperaba el color.
- Bébelo – Se lo acercó – Comprendo que pierdas los estribos por Massimo. Pero que te pongas así por el noviecito de su hijo sí que no tiene ningún sentido. ¿O es que acaso…  me estas ocultando algo? ¿Quién es ese tal Giovanni?
- El novio de Angelo, es todo – Mintió ocultando la mirada en el vaso.
- ¡Maldita sea Laura! – Le quitó el vaso estrellándolo contra la pared. La hizo parar de nuevo obligándola a encararlo - ¿No has aprendido la lección? ¿Quieres que ahora si llame de verdad?
Laura negó con la cabeza, muerta de susto. ¿Debía decirle la verdad? ¿Le creería?
- Giovanni es…es mi hijo – Susurró muy despacio.
- ¡Habla fuerte! – Exigió zarandeándola – No te oí.
- Giovanni es mi hijo – Confesó sollozando de nuevo.
Pietro la soltó retrocediendo varios pasos de la impresión. Estaba seguro de haber averiguado todo sobre la familia de Laura y la de Massimo. ¿Cómo era posible que se le hubiera escapado algo tan vital?
- ¿Tu hijo? – Repitió más para sí que para ella - ¿Tienes un hijo?
Laura asintió.
- No puede ser - Meditó él – Giovanni es casi mayor de edad. Para que sea tu hijo debiste haberlo concebido siendo una quin…
En ese momento calló. Ahora era él quien sentía que necesitaba el cognac.
- Una quinceañera – Terminó Laura por él – Así es Pietro. Concebí a Giovanni a esa edad. Mas exactamente el día que perdí mi virginidad… contigo.

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 Angelo y Giovvani llegaron hasta la famosa joyería Lony’s  ubicada en el corazón de uno de los sectores más exclusivos de Roma. Era un lugar enorme que constaba de varias salas llenas de lujo y brillo. Todas las paredes eran de vidrio y las vitrinas exhibían joyas tan preciosas que cualquiera podía perderse entre tanto esplendor.
Había reliquias romanas que databan de la época de los Cesares y las conquistas a La Galia; objetos no solo valiosos por su costo económico sino por la grandeza de la que hablaban. Una época en la que Roma era un imperio bello y poderoso donde la moda había empezado a dar sus primeros pasos.
Angelo hizo un corto recorrido con su futuro prometido mostrándole las espadas, los cascos, los petos de los legionarios y también joyas que según las inscripciones de las etiquetas habían pertenecido al mismísimo julio cesar.
- Este es el peto de un soldado de la novena legión – Explicaba a un muy interesado Giovanni – ¿Si vez el hueco que tiene?
Este asintió lentamente.
- Fue atravesado por una lanza que muy seguramente llegó hasta el corazón del soldado.
- Vaya que crueldad – Se estremeció Gio – Las guerras son horribles.
- Si, pero también necesarias – Consideró Angelo – El Imperio Romano fue vital para que existiera el occidente que hoy conocemos…
- ¿Les puedo ayudar en algo?-  Interrumpió una de las vendedoras mostrando su perfecta sonrisa reconociendo en el acto a su cliente – ¡Oh! Pero si es usted joven Rosseti.
- ¿Cómo esta señorita? – Le respondió cortés – Mire mi… prometido y yo estamos buscando un anillo de compromiso.
A la chica se le congeló la sonrisa. Miró a Giovvani al que había confundido con una chica en primera instancia y al repararlo bien pudo darse cuenta que su cliente no había hablado erróneamente. El joven era su PROMETIDO y no su PROMETIDA.
- Ahhh… Yo… este – Balbuceó – Por supuesto. Síganme por favor, les mostrare encantada.
Angelo y Giovanni siguieron a la mujer por todo el salón pasando por un estrecho túnel donde las reinas de las vitrinas eran las esmeraldas. Las había en todos los tamaños y formas. La mujer explicó que eran importadas de Colombia, donde los mineros las extraían y comercializaban al por mayor y por menor. Eran llamadas el fuego verde y se traficaban tanto o más que la cocaína.
- Son maravillosas – Se sorprendió Gio observando una enorme roca donde habían incrustadas más de doscientas – De veras son un “Fuego verde”.
La mujer le sonrió invitándolos a pasar al siguiente salón. Aquel estaba mucho más concurrido; se veían muchas parejas hombre- mujer que obviamente se encontraban buscando lo mismo que ellos dos.
-   Vaya. En este salón nunca había entrado a pesar de que he venido  aquí bastantes veces- Comentó Angelo.
 - ¿En serio? – Preguntó Gio molesto por el anterior comentario - ¿Tantas joyas has regalado?
Angelo le dirigió una mirada de advertencia como de “No es momento ni lugar para discutirlo”.
- Estamos en temporada alta – Intervino la chica algo incomoda – Las parejas gustan mucho de estas épocas del año para comprometerse.
- ¡O para separase! – Le cortó Gio soltando bruscamente la mano que Angelo le entrelazaba – ¡No soy otra más de tus mujeres Angelo! Mejor dicho… ¡NO SOY UNA MUJER!
- ¡Gio, espera! – Le gritó al verlo salir corriendo del salón – ¡Giovanni que esperes! ¡No puedes correr así en una joyería!
Tarde. Giovanni era rápido y en un santiamén estaba al otro lado del pasillo. El guardia de seguridad se alarmó al ver pasar la figura disparada y de prisa sacó su arma para evitar la fuga.
- ¡Alto! – Gritó apuntando con su arma a Giovanni – ¡No se mueva!
Angelo se quedó paralizado al ver la escena pero de inmediato reaccionó para proteger a su novio.
- ¡Baje esa arma! ¡Esto es un malentendido! ¡El no se ha llevado nada!
- ¡Pon las manos donde pueda verlas! – Exigió el guardia quitándole el seguro al arma – Acércate despacio.
Gio escuchó la orden pero sintió tanto miedo que le fue difícil obedecer. Miro a todos lados tratando de encontrar a Angelo pero solo veía los rostros estupefactos de los demás clientes confundidos por la bizarra situación.
- ¡Que baje el arma le he dicho! ¡El no ha robado nada!
Entonces Giovanni vio la figura de su novio interponiéndose entre él y el guardia. Con un brazo lo protegía mientras con el otro le solicitaba calma al de seguridad.
En eso entró la vendedora con cara alarmada pidiéndole a su compañero que se quedara tranquilo. Que Angelo Rosseti era uno de los mejores clientes de la joyería y que el otro joven venía con él.
Unos minutos más tarde el gerente llegó y le ofreció a Angelo el anillo gratis con tal de no poner una demanda contra su joyería ni dejar de visitarlos. Por poco y echan al guardia pero Angelo intercedió por él. Mientras tanto Giovanni se había quedado en el coche esperándolo porque estaba muy avergonzado para continuar adentro. O por lo menos eso había pensado Angelo porque cuando llegó de nuevo al coche, este estaba vacío.
- ¡Maldita sea! – Se cabreó. En el fondo se sentía culpable por todo lo sucedido. No había calculado que en ese sitio lo conocían muy bien por todas las veces que había ido a comprarles regalos a sus antiguas amantes. Giovanni había tenido toda la razón en enojarse al sentirse tratado al mismo nivel que esas mujerzuelas.
Quizás pensó que también estaba tratando de comprarlo con joyas y lujo cuando él solo quería su amor a cambio de entregarle su pureza.
Lo buscó por varias horas dando vueltas en su automóvil. No se imaginaba donde podía hallarse a esas horas, ya estaba cayendo la noche y tenía miedo que le pasara algo. No podría perdonárselo jamás. Gio era un chico muy ingenuo y podía no reconocer los peligros que se le presentaran en la calle.
- Giovanni… ¿Dónde estás mi amor? – Se preguntó a si mismo estacionando cerca a la verja de una inmensa catedral gótica.
Miró la inmensa estructura, con sus rosetones medievales por los que se filtraba la luz que salía del reciento. Un órgano sonaba en el interior de la iglesia; muy seguramente había misa.
Sin saber porque, Angelo salió del coche y atravesó la verja. Cruzó los tres arcos de la fachada y quedó sobrecogido por la belleza del interior. Ese tipo de arquitectura que había sido llamada gótica en forma peyorativa por considerarse sus formas groseras y bárbaras, era sin embargo la única capaz de lograr tal majestuosidad.
El coro ubicado en uno de los balcones superiores lo recibió con un canto gregoriano. Era el momento de la comunión y la fila por la nave central era inmensa. Angelo caminó filtrándose por las bancas hasta alcanzar el flanco izquierdo. Olía a incienso y sentía sobre la nuca la mirada de los mártires retratados en los oleos. Se sobrecogió pensando si su relación con otro hombre era correcta y recordó enseguida lo que un día le contara su tío Giacomo sobre aquel ritual medieval cristiano donde se unían personas del mismo sexo.
Fue entonces cuando lo vio. Eran ellos estaba seguro. San Sergio y San Baco, en una pintura al fondo de una de las bóvedas,  los santos mártires romanos que se habían negado a adorar ídolos y que según el historiador Jhon Boswell en su ensayo sobre “Las bodas de la semejanza” eran homosexuales.
- Angelo – El susodicho se sobrecogió al oír aquella suave voz. Volteó a toda prisa y tal cuál sospechó Giovanni se encontraba frente a él.
- Gio.
- Perdóname – Dijo este abrazándolo con fuerza – Tenía tanta vergüenza contigo. Actué impulsivamente y te puse en vergüenza.
- ¿Por eso huiste mi amor? – Preguntó dichoso de volver a verlo – Pensé que por el contrario estabas enojado. No debí comentar nada sobre mis anteriores visitas a esa joyería. Te hice sentir como un cualquiera, lo siento.
- No Angelo, fui yo quien sobre reaccionó. No debó ponerme así. Se que tienes un pasado y lo respeto.
Este le sonrió y lo llevó más al fondo, a un rincón al lado de una pila bautismal. Lo tomó de la cintura y lo besó. Gio trató de alejarse pensando que causarían un escándalo estando ambos en un templo, pero su novio no lo soltó. En cambio lo apretó más profundizando el beso.  
- Te amo Gio – Le susurró con los labios de este pegados a los suyos – Se que no eres una mujer y no pretendo que los seas.
- Eso también fue otra tontería que no debí decir. Ya habíamos decidido que yo sería tu “Gia”.
- Comprendo que existe una dualidad en ti y es justamente por eso por lo que me fascinas – Declaró volviendo a besarlo.
Gio lo abrazó con firmeza y se dejó acariciar la espalda por debajo del abrigo que llevaba. Solo la voz gutural del sacerdote dando la bendición final los hizo reaccionar.
Poco a poco la gente empezó a abandonar el templo. Algunos reparaban en ellos pensando que Giovanni era una chica hermosa que oraba junto a su novio. Angelo le sonrió a varios fieles que se persignaron junto al cuadro depositando una ofrenda.
- La misa terminó. ¿Nos vamos? – Propuso Giovanni viendo que los sacristanes comenzaban a apagar las velas y ordenar las bancas.
- No. Primero hay algo que quiero hacer.
Enseguida Angelo llevó su mano al bolsillo interior de su gabardina sacando una cajita.
- ¿Es lo que creo que Es?- Preguntó Giovanni.
Angelo asintió con la cabeza.
- El gerente de la joyería insistió en que me lo llevara gratis. Y agradezco que estemos aquí. Este es el lugar perfecto para dártelo.
Giovanni lo miró confundido y su novio le enseñó el cuadro de los santos.
- San Baco y San Sergio – Susurró reconociéndolos.
- ¡Claro! Tu estudiaste en colegio religioso– Sonrió Angelo cayendo en cuenta - ¿Sabes también que se rumora eran gays?
- Por supuesto – Admitió - Aunque las monjas nos decían: “Solo eran dos buenos amigos con un gran fervor y celo de Dios” - Repitió imitando la voz de la religiosa.
Angelo se echó a reír.
- Ellos tuvieron su boda – Le dijo a Gio logrando sorprenderlo con ese dato que si desconocía – Lo hicieron a través de un rito cristiano de la edad media llamado “Las bodas de la semejanza”
- ¿Estás hablando en serio?
- Por supuesto. Y yo quiero que tu y yo aquí y ahora tengamos nuestro propio rito.
- Angelo…
- Shhh – Le calló poniendo un dedo sobre sus labios – Quiero darte este anillo y prometerte con él que seré fiel a ti hasta que me muera.
- Pensé que lo harías cuando estuviéramos con tu familia.
- Yo también. Pero mejor que sea de este modo. Así cuando te vuelva a presentar ya serás formalmente mi pareja y todos deberán respetarte como tal.
A Giovanni casi se le salen las lágrimas. Sin más preguntas estiró su mano y dejó que su novio le pusiera la argolla de oro blanco.
- Gio a partir de ahora quiero prometerte que seré tuyo en cuerpo y alma. Me entregaré a ti y te daré todo cuanto soy y cuanto tengo – Le dijo sin soltarle la mano.
Entonces Giovanni lo besó y le realizó también un juramento.
- Angelo, frente a estos santos mártires, prometo amarte y estar contigo en todo momento. En la felicidad y la adversidad hasta que la muerte nos separe.
 Se besaron con intensidad, sellando aquel pacto. Las velas ya estaban a punto de consumirse totalmente y las luces de la catedral habían sido casi apagadas del todo. Se pusieron en marcha entonces, y mientras salían Angelo le prometió a Giovanni que pronto tendrían su boda como Dios mandaba, con invitados, música, baile, y notario. Pero por lo pronto estaban felices porque al igual que aquel par de cristianos muertos por la fe, ellos también podrían tener en el mundo actual su “Boda de la semejanza”.

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¡Maldita perra traicionera! - Pietro acorraló a Laura entre su cuerpo y el escritorio – Si te asesinara en este momento , lo tendrías más que merecido – la mujer respiraba agitadamente a causa del miedo que sentía... el odio que veía en los ojos del mafioso le aterró tanto, que trató de escapar del espacio reducido, pero el hombre volvió a tomarla del cuello.- ¿¡Cómo pudiste ocultarme algo tan importante!?
-¡Suéltame Pietro! - Laura trató de luchar contra la fuerte mano que la estaba dejando casi sin respiración – Entiende que no podía decírtelo... ¡me abandonaste! ¿recuerdas? ¡No podía decirte que estaba embarazada!
-No Laura... tu deber era habérmelo dicho, pero te vengaste de mí por no haberme casado contigo.
-¡No Pietro! ¡No fue por venganza!
-¡No me mientas zorra maldita! Ahora quiero que me des todos los detalles ¿Quien fue el infeliz que reconoció a mi hijo?... te advierto que no quiero más mentiras.
-Na-nadie – la abogada temblaba sabiendo que el mafioso jamás la perdonaría por abandonar a Gio.
-¿Porqué nunca lo vi cuando visitaba la casa de tus padres? - el hombre siguió interrogandola
-El- El no vivía con nosotros
-¿Porqué? ¿Donde creció y con quien creció?
Laura sabía que tenía que contestar con la verdad, porque Pietro no pararía hasta hacerle confesar todos los detalles y su preocupación creció porque su padre se vería afectado...
-Entiende que yo era muy joven y me sentía traicionada y muy confundida...
-Estoy esperando tu respuesta Laura, no juegues con mi paciencia.
-Gio vivió en un orfanato – la respuesta salió de la boca de la abogada de forma rápida.
-¿¡Qué?! ¡te atreviste a abandonar a mi hijo en un orfanato!
Las manos del mafioso abandonaron el cuello de la mujer y se dirigieron a los hombros para sacudirla de forma brutal
-Vas a pagar por esto Laura, haré de tu vida infierno, me suplicarás hasta el fin de tus días por algo de compasión... - El hombre advirtió – vas a llegar a la casa de Massimo harás tus maletas y vendras a instalarte en esta casa y luego ambos iremos por mi hijo...
-¡No Pietro! Gio no sabe que soy su madre.
-¡Madonna mía! Eres realmente malvada... le negaste la posibilidad de conocerme y de ser educado como un príncipe... tu egoísmo le hizo ser homosexual... pero eso cambiará. Haré de él un hombre hecho y derecho y ocupará el lugar que le corresponde en la organización por ser mi hijo.
-No puedes obligarlo a cambiar su opción sexual – espetó Laura – Ni tampoco puedes obligarlo a que te acepte de buenas a primera, No Pietro ¿Crees que le hará mucha gracia saber que es hijo de un mafioso? Creció con monjas, se avergonzará cuando conozca su origen.
-¿Crees que yo me voy a quedar muy tranquilo viendo como el hijo de Massimo lo exhibe como su amante? ¡Ningún hijo mío puede ser marica!
-¿Eso es lo que te preocupa? ¿Crees que serás menos respetado por eso? Entonces deja la fiesta en paz y no des a conocer la verdad. Gio es feliz tal como es y si no lo aceptas, no mereces que en el futuro te vea como un padre.
Pietro guardó silencio ante lo dicho por Laura... sus manos aun se encontraban sujetando los hombros de la mujer y los apretó de tal forma que la mujer dejó salir un grito de dolor.
-Tu ganas por el momento Laura, pero te advierto que si el joven Rossetti le hace daño a mi hijo haré que uno de mis hombre lo castre ¿capisce?... Ahora vé por tus maletas y ten presente que desde ahora en adelante soy tu dueño.
La mujer abandonó rápidamente es despacho del Capi, su desesperación por alejarse del hombre le hizo salir corriendo de la mansión. Ahora su dilema era Massimo ¿qué excusas podría darle?se sentía acorralada, pero debía ser fuerte , aunque el miedo la estuviera carcomiendo.

                                                         **********************

Pietro se sirvió otra copa de cognac, la noticia que Laura le había dado había calado profundo en el. Caminó hacia el ventanal y observó como su primogénito comenzaba su practica diaria de Jiujitsu. Dante era su orgullo, mientras lo observaba se preguntó cómo tomaría la noticia ¿rechazaría a su hermano por ser gay? El mismo no podía aceptarlo. ¿Cómo aceptar que su hijo sea sodomizado? El conocía la reputación del joven Rossetti y no podía confiar que el hijo de Massimo se proyectara a futuro con Gio.
Observó como Dante era derribado por su maestro y luego dirigió su mirada hacia las murallas que protegían la mansión de los ojos curiosos. Los guardias estaban cada uno en su lugar y eso le agradó.
Se acercó nuevamente a su escritorio y depositó la copa vacía sobre la superficie, justo en el lugar donde momentos antes, había tenido aprisionado el cuerpo de Laura.
“Maldita perra”, pensó. Aquella mujer le había robado la posibilidad de conocer a su hijo, la experiencia de verlo crecer y de guiarlo “Maldita zorra vengativa”. Por culpa de ella Gio había crecido sin una figura paterna que lo orientara... “tu también eres culpable”, le dijo su subconsciente, “debiste haberte casado con ella, pero te dejaste llevar por tu orgullo”... “No”, se dijo, “su obligación era informarme que aquella noche tuvo consecuencias y si no quería al niño debió habérmelo entregado”...
De pronto se acordó del padre de Laura... ¿la habría obligado él para ocultar la vergüenza?. Se propuso averiguar los acontecimientos, pero eso no salvaría a Laura de su venganza.
Miró nuevamente hacia el jardín y observó como el guardaespalda personal de su primogénito, observaba la práctica y recordó que ahora Gio era un Mancinni y por ende necesitaría protección. Presionó el botón de comunicación interno y llamó a su jefe de seguridad.
El hombre no tardó en presentarse.
-Al vostro servizio signore (a sus órdenes señor) – el hombre se cuadró frente al Capi
-Carlo, hoy acabo de enterarme que tengo otro hijo – el hombre de seguridad se sorprendió pero su rostro permaneció impávido – quiero protección para él y quiero un informe diario de todo lo que hace.
-¿Desea que sea alguien especial?
-Quiero a Bruno en esa tarea y dile que yo personalmente lo mataré si algo le llega a pasar.
-¿Quien es el chico jefe?
-Su nombre es Giovanni Buonarotti...
-¿El amante del hijo de su amigo Massimo? - preguntó sorprendido el hombre de seguridad.
-Sí – el Capi respondió con un toque amargura en su voz – y advierte a Bruno que no toleraré ninguna clases de discriminación con respecto a su naturaleza
-Se hará como lo ordenó jefe – Carlo abandonó el despacho dejando a Pietro sumido en sus pensamientos.

6 comentarios:

  1. XD,Fadua me tienes fascinada acabo de descubrir esta pagina y me dejas alucinada de las historias tan maravillosas que escribes,es maravilloso poderte seguir y leer tus historias a cual mas preciosa me encantan las dos,gracias y besos

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  2. me encanta este fic!!!!es de lo mas raro(por todas las palabras en italiano)pero muuy atrapante
    besos


    vedasa

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  3. Fadua continua por favorrrrrrrrrrrrrr, necesito saber que pasa. Quiero ver a gio y angelo más felicas y enamorados cada dia. No podria decidirme por ninguno puesto que has hecho que cada uno sea muy muy especial. ahhhhhhhhhhhhhh, amo esta historia.
    besos cielo

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  4. Fadua, muchas gracias por invitarme a leer tus novelas. He empezado a leer esta y te digo que me ha emocionado, no he podido dejarla, està muy bien escrita. Me ha gustado mucho la ternura y dedicacion que le pones a los personajes principales, o sea GIO Y ANGELO. Has logrado que les tomara mucho cariño tanto a ellos como al padre de Angelo y a su tìo y su esposo. A los demàs personajes de la historia no los quiero tanto por ser desleales, egoìstas y con una manera de ser tan compleja. Pero igual entiendo su razon de ser. De todas formas, espero con ansias ver como entretejes estos personajes en los siguientes capis.
    Por cierto, me encantò tu idea de crear una familia italiana con todos los detalles.
    Te envìo cariños y gracias por compartir tu don de crear.
    Te sigo leyendo...
    Besos,
    D.

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  5. hola!!!!una preguntita de una persona muyy ansiosa a la que le encanta esta historia;¿ cuando sale el proximo capitulo?
    gracias

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  6. wow la trama se complica !!!

    sigo pensando que Laura es un bicho . y Angelo y Gio dando sus votos en la catedral . QUE BONITO ...

    soy de finales felices , ya sabeis de esos de "y comieron perdices " espero que estos dos acaben bien y no me los hagas sufrir mucho jejeje

    Me ha gustado el capi .

    Judith

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