Argumento

Giovanni Buonarotti es un chico que vivió toda su vida en un orfanato y que al estar a punto de cumplir la mayoria de edad debe egresar. El es el hijo bastardo de una mujer que pertenece a la alta sociedad Laura Visconti y que fue repudiado al nacer por las causas dolorosas que produjeron su procreaciòn...Una violación.

Angelo Rossetti es uno de los solteros más codiciados de Roma, hijo de un empresario multimillonario y mejor amigo de Francesco Visconti (sobrino de Laura y por consiguiente primo de Giovanni).

Un encuentro y dos miradas que quedan prendadas la una de la otra hacen que el joven Giovanni descubra el origen de su nacimiento y que el causante de su repudio (su abuelo) se arrepienta de haberlo hecho.


Angelo, Gio y Bruno

Dante y Camilo / Pietro y Massimo

Fabio y Enzo/ personajes secundarios

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miércoles, 2 de marzo de 2011

capítulo 11: L´amore maturo (amor maduro)

Laura ingresó a la villa Rossetti a paso apresurado, con el objetivo de que ninguno de los habitantes se diera cuenta de su desconcierto. Esperaba que Massimo no se encontrara en casa, no quería enfrentarse a él porque sabía que la poca estima que éste aún le tenía, se vería menoscabada si se enteraba de toda la verdad.

Abrió la puerta de la alcoba que compartía con el empresario y se dirigió directamente al espacio en el muro, que contenía el amplio guardarropa. Se empinó y desde una de las altas gavetas, deslizó una maleta vacía, luego, caminó hacia la gran cama que ocupaba el centro de la habitación, la depositó sobre ella y procedió a abrirla.

Media hora después, la valija estaba cerrada. La abogada se había concentrado tanto en empacar lo más rápido posible, que no había escuchado las voces que se acercaban. La puerta de la habitación se abrió y Máximo la miró desde la entrada, para luego, avanzar hacia ella con el rostro furibundo al haber descubierto la maleta.

—¿Escapando Laura? —Preguntó el hombre con un deje de sarcasmo en la voz— ¿te olvidaste de nuestro trato?

—No me importa nuestro trato Massimo —dijo la mujer sacando la poca valentía que le quedaba después del pasado encuentro con él que sería su futuro esposo— ¡Te dejo! ¡Me voy! ¡y no puedes hacer nada para detenerme!

Massimo la observó detenidamente. La veía nerviosa, sabía que lo estaba. Sus ojos lo miraban con miedo, su boca temblaba y sus manos se abrían y cerraban. Sintió lástima de ella.

—Si quieres irte, puedes hacerlo, pero ya sabes, cuáles serán las consecuencias —Laura lo miró suplicante— Mañana mismo, Giovanni sabrá la verdad.

El millonario empresario, creyéndose vencedor dio la media vuelta y salió de la habitación dejando a Laura sola.

Bajó las escaleras de mármol para dirigirse a su despacho. Una vez dentro se sentó frente al escritorio. Su intención era ponerse a trabajar para evadir los acontecimientos. No quería pensar, se sentía tan decepcionado de él mismo por haberse equivocado por segunda vez en su vida. ‘¿No aprendiste la lección?’. Había querido volver a confiar en una mujer, tratar de amar a una mujer y Laura lo había decepcionado como lo había hecho su difunta esposa.
La puerta del despacho se abrió bruscamente y la rubia abogada entró como un torbellino dispuesta a desahogarse.

Massimo la miró en silencio, esperando a que ella tomara la iniciativa.

Ho mentito (te mentí) —La corta revelación provocó que el empresario alzara una de sus cejas instándola a que le diera una explicación más coherente— No fui violada, me entregué voluntariamente a ese hombre porque estaba enamorada de él... y aún lo amo.

Máximo se levantó y se acercó al bar que se encontraba en la esquina derecha del despacho. Sirvió una copa de brandy para la mujer y una de oporto para él ya que tenía la impresión de que esa conversación no sería muy agradable.

—Prosigue —la instó— quiero saberlo todo.

—Cuando conocí a este hombre hice de todo para llamar su atención... y esa noche de año nuevo recurrí al más común de los artilugios femeninos —hizo una pausa para beber un poco de brandy, Massimo esperó a que prosiguiera— Traté de provocarle celos. Me vestí provocativamente para parecer mayor y luego fui coqueta con un modelo. Solamente fueron unos cuantos besos —aclaró— pero fue motivo suficiente para que mi objetivo diera resultado, porque, el hombre que yo amaba se enojó tanto que me llevó al invernadero y me reprochó y bueno... ya sabes en que terminó todo.

—Aclárame una cosa —Massimo interrumpió— Por qué dijiste que te habían violado ¿tienes idea de lo que provocó tu mentira? Asesinaron a un hombre, porque creyeron que te había forzado.

—Es que...

—¿No pensaste que el pobre hombre tenía familia? ¿¡A tanto llegó tu egoísmo?!

—¡No fue egoísmo Massimo!... fue —vaciló— fue auto conservación.

—¡No me vengas con esa burda explicación! —a Máximo se le agotaba la paciencia y quería que la mujer en frente de él, terminara pronto y desapareciera de su vida.

—El era hijo de un mafioso ¿te imaginas que hubiera pasado si mi padre hubiera exigido que se casara conmigo? ¡Lo habrían asesinado! ¡Entiende per favore!

El empresario ante esta aclaración comenzó a ver las cosas más claras...

—¿Quién fue? —preguntó— ¿Quién es el padre de Gio?

—Pietro Mancinni.

La revelación provocó que el estómago de Massimo se encogiera "Dio", pensó, "¿por qué justamente él?"

Su mente voló al tiempo en que por la última voluntad del padre del mafioso, se vio en la obligación de protegerlo. Nunca pensó que aquella tarea se convertiría en el principio de una amistad que lo marcó profundamente. ‘¿Qué hubiera pasado si hubiera tenido la valentía de...?’. Desechó este último pensamiento, porque hasta el día de hoy jamás había admitido que alguna vez sintió atracción por otro hombre. Pietro era catorce años menor que él, su porte y temperamento lo hacían poderoso y se vio atraído no solo por eso, sino también por la capacidad de amar que éste tenía. Aún recordaba la dedicación que tenía por su hijo y la ternura con la que lo educaba y lo supo... supo inmediatamente que Pietro habría afrontado las consecuencias de esa noche... que si Laura hubiera confesado la verdad, Gio habría tenido una familia.

—¿Qué harás ahora? ¿Se lo dirás? ¿Tendrás la valentía de confesar a Pietro que le ocultaste su paternidad y abandonaste a su hijo? —se acercó a ella y levantó su rostro para mirarla a los ojos— Lo lamento tanto por ti Laura... no tienes idea de lo que te espera cuando Él lo sepa...

—Ya lo sabe y... no lo tomó muy bien... pero —la mujer calló y se alejó del hombre.

—¿Pero?

—Me ordenó abandonarte e irme con él. Es más... me exigió que fuera su esposa.

Massimo calló. La frustración, la rabia y los celos que sentía luchaban por salir de su interior. Deseaba con toda el alma acercarse a Laura y destrozarla con sus manos y no sabía si era por ella o por Pietro. Se veía nuevamente sólo y nuevamente Pietro era el causante de su soledad. La copa estaba vacía y nuevamente se acercó al bar, esta vez, cambió el cristal y sabiendo que necesitaba algo más fuerte, se sirvió un poco de whisky y se lo tomó de un solo trago. Sintió el cálido líquido deslizarse por su garganta y luego retomó la palabra.

—No me importa con quien te cases Laura... si crees que le tengo miedo a Pietro Mancinni estás muy equivocada... ni tú ni él podrán detenerme para que Giovanni sepa de su origen. Es más, quiero aclararte que tú como mujer, dejaste de interesarme el día que tu madre llegó a mi oficina a interceder por su nieto. Así que ve... haz lo que quieras con tu vida, cásate con Pietro y espero no verte nunca más.

—Esas son palabras de un hombre despechado Massimo... —dijo Laura sarcásticamente y con una sonrisa cruel en los labios.

—No me interesa lo que pienses, sólo quiero que abandones esta casa en este mismo instante...

Laura dio la media vuelta y cuando estaba abriendo la puerta Massimo volvió a hablar...

—Dile a Pietro que lo espero esta noche a las nueve donde él ya sabe... y que trate de ser puntual.

—Díselo tú ¿O no tienes el valor de hacerlo? —la mujer replicó con ironía.

—Cara, si pudiera, hablaría directamente con él... pero Pietro me lo prohibió para protegerme —explicó Massimo con un tono de voz sugerente, para que la mujer pensara de que ellos eran íntimos.

—¿Sabes?... hace una hora atrás, ese que según tú, se preocupa tanto de tu protección... me amenazó con asesinarte —contraatacó la mujer, adivinando las intenciones del hombre.

Massimo se dejó caer sobre el asiento reclinable de su escritorio algo shockeado por la información y luego llenó de rabia gritó mirando con odio a la mujer...

—¡Vete, desaparece de mi vista maledetta!

La mujer lo observó y en ese momento supo que Massimo escondía algo. Pero aquello no le importó, ella era mujer y Pietro la elegiría por sobre todo.

Arrivederci Massimo, espero que seas feliz. Aunque ahora sé que mi matrimonio con Pietro te afectará más de lo pensado.

La abogada salió del despacho y de la villa sin sentir remordimiento. Mentalmente se preguntaba si entregar o no el mensaje a Pietro, pero decidió que lo haría, no quería arriesgarse a que Massimo rompiera el silencio, contactara al mafioso y le reclamara por no haber asistido a aquel encuentro. En el trayecto de vuelta a la villa del mafioso, su frente estaba apoyada en la ventana del elegante vehículo y sus ojos miraban el ir de los otros automóviles que pasaban por su lado. Su futuro se veía incierto, pero por fin iba a cumplir su sueño de ser la esposa de Pietro. Cerró los ojos y recordó el momento en el que Pietro había tocado sus senos esa misma tarde y sintió que un calor se encendía en su vientre y sus bragas se mojaron, anticipándose a lo que sería, esa primera noche en la cama de Pietro.

Llegaron a la mansión de los Mancinni y el chófer la ayudó a bajar del automóvil. Dante, el hijo mayor de Pietro, estaba en la entrada conversando con uno de los guardias y la observó con una mirada despectiva, ya que para él, ella era solo otra más que ocuparía la habitación adjunta a la de su padre. Laura no lo saludó y él se molestó y se prometió hacerle la vida de cuadritos mientras durara su estancia en la mansión.

—¿Dove il signore? (donde está el señor) —preguntó la mujer con tono arrogante al mayordomo que acudió a recibirla.

En su despacho signorina ¿necesita que la anuncie? —preguntó el hombre servicialmente

.—No necesito que nadie me anuncie ehhh ¿cuál es su nombre?...

—Silvio signorina —contestó el hombre.

—Bueno, Silvio... desde ahora en adelante, seré la señora de esta casa y no necesitaré que...

—Llegaste pronto Laura —Pietro la interrumpió mirándola enojado porque había escuchado las palabras de la mujer al mayordomo— Quiero que tengas algo claro cara... serás mi esposa, pero no la dueña de esta casa, el dueño de esta casa soy yo y yo tomo las decisiones y no puedes entrar a mi oficina sin permiso, tienes que pedirle a Silvio que te anuncie ¿capisce? —la mujer asintió bajando la mirada en señal de sumisión— ahora, pasemos a mi oficina.

Una vez dentro ambos se miraron y luego se sentaron en el sofá que estaban en el lado opuesto de la habitación.

—Massimo te envió un mensaje —dijo la mujer rompiendo el silencio…

—¿Así?... ¿se molestó mucho al saber que lo abandonabas por mí? —preguntó el hombre interesado en saber si Massimo realmente estaba enamorado de la mujer.

—No mucho... creo que el miedo al saber que eras tú, hizo que no se enojara tanto, pero si me gritó y no quiere verme más... ahh, pobrecito... otra desilusión en su vida.

—¿Cuál es el mensaje? —el mafioso no quería escuchar a Laura sintiendo lástima por Massimo. Para él, el empresario estaba por encima de todo.

—Dice que te espera esta noche, a las nueve, en el lugar que tú ya sabes.

Pietro, sonrió al recordar aquel apartamento en la vía Frattina , en el cual, vivió cerca de un año antes de partir a Grecia, miró la hora en su reloj y vio que aun faltaban tres horas. Aún tenía tiempo.

—Entonces, te enseñaré tu habitación...

—¿Mi- mi habitación? —titubeó Laura— ¿no vamos a compartir la habitación?

—Acostumbro a dormir solo Laura y no quiero escuchar quejas sobre eso... —le advirtió Pietro severamente.

—Ahora veo por qué Gio es gay... lo heredó de ti —la mujer, herida al saber que no compartiría cama con el hombre que amaba, trató de insultarlo.

Pietro se acercó a ella y la tomó del cuello.

—Yo me acuesto con quien yo quiero Laura... y si digo que no dormirás conmigo, acatarás mis órdenes y frente a todos sonreirás como si fueras la esposa más feliz ¿capisce? —la mujer asintió asustada— ahora te guiaré a tus aposentos y de ahí no saldrás sin mi autorización ¿necesitas más explicaciones? —la mujer movió la cabeza negando y la soltó— Andiamo no puedo perder más el tiempo contigo ya que un par de horas más tengo una cita con Massimo y no puedo llegar tarde.

La mujer lo siguió a la que ella en el futuro sentiría como su prisión y luego, al quedar sola, se tiró en la cama para derramar lágrimas silenciosas.



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De vuelta en su despacho, Pietro se sentó en su escritorio, sus codos estaban sobre la superficie de caoba y sus manos sostenían su cabeza, sus ojos estaban cerrados tratando de relajarse ya que las últimas acusaciones de Laura lo habían afectado.
¿Estaría Laura en lo cierto? ¿Sería la homosexualidad hereditaria?
Su mente voló a su juventud...
Cuando era un adolescente, se deleitaba mirando los torsos desnudos, de aquellos guardaespaldas que entrenaban en uno de los patios de la villa de sus padres. Adoraba verlos brillar de sudor, admiraba su musculatura. Pero, cuando sus diecisiete años llegaron, su mirada ya no se detenía en los torsos, sino que recorrían mucho más al sur, a esas firmes nalgas redondeadas y esos bultos que guardaban penes, esos penes que él se imaginaba cuando se masturbaba frente a su ventana mientras los observaba. Fue en una de esas actividades, cuando, en medio de un orgasmo, su hermano Franco lo sorprendió y le dio uno de los puñetazos más fuertes que hubiera recibido en su vida.

—Ningún Mancinni es marica fratello... o cambias o le diré a nuestro padre lo que vi y ten por seguro, que papá preferirá verte muerto.

Aquel día, enterró sus deseos muy profundamente dentro de él, aunque, a veces, se sentía tentado por abordar a alguno de esos hombres que lo veían como un niño. Su atracción por los hombres mayores lo estaba volviendo loco y quería convencerse de que no era un marica pervertido, como su hermano le había dicho. Un día mientras entraba a la cocina en busca de algo que comer, se encontró con una de las nuevas chicas de limpieza que habían contratado, decidió que ella sería con quien experimentaría, porque si fallaba, la chica no sería capaz de regar el rumor de que él era un impotente.
Acostarse con ella fue fácil y una experiencia gratificante, lo repitió muchas veces e incluso a todos los habitantes de la villa no se les hacía raro que la chica saliera todas las mañanas de la habitación del hijo menor del Don. Hasta que ella se embarazó. Aquella noticia le cayó como un balde de agua fría, él era solo un chico jugando a aprender, pero cuando su padre se enteró que venía un nieto en camino, le obligó a hacerse cargo de él. El matrimonio con la chica estaba descartado ya que insistió que no se casaría con nadie, por nada del mundo, pero que a su hijo lo cuidaría él personalmente. El Don aceptó las condiciones de su hijo menor y cuando nació Dante, se esperó al término de la lactancia para que Pietro comenzara con los cuidados personales del infante.
Luego su padre le anunció sus intenciones de comprometerlo con Laura Visconti, ya que, necesitaba de las textileras de su padre, para lavar el dinero. Aquella chiquilla frívola, no era santa de su devoción, reconocía que era bella, pero él no quería casarse y debía buscar alguna excusa para evitar ese matrimonio. La chica sin saberlo lo ayudó y aquel compromiso fue dejado en el olvido.
Años más tarde, después de que su padre y su hermano fueron asesinados, conoció a Massimo Rossetti. El empresario lo deslumbró con su porte, a pesar de no ser un guerrero, era todo lo que había soñado en un hombre. Pero había un problema. Estaba casado, casado con una arpía que le ponía los cuernos con todo aquello que tuviera pene.
Algo de lo que se dio cuenta y que lo mantuvo en una especie de ensoñación, fueron las miradas de Massimo sobre su cuerpo, aquellas miradas que le decían lo mucho que lo deseaba, pero, que no se atrevía, por su esposa, por la sociedad, hasta por el mismo. Muchas veces estuvo a punto de flaquear y lanzarse a los brazos del empresario. Pero, él tenía una meta. Debía llevar a cabo la vendetta y recuperar el nombre de su familia. No podía distraerse con una relación que lo haría indigno para ocupar un lugar dentro de la mafia. Por eso, partió hacia Grecia, lejos de la tentación.
Pero, ahora no había nada que lo separara de Massimo, el empresario era libre y el no demoraría en poner sus planes a funcionar, antes de que viniera otra zorra a conquistar al hombre que amaba desde hacía diez años.
Sus manos liberaron su cabeza y la levantó abriendo los ojos, su mirada se posó en el enorme reloj de péndulo, que colgaba del otro lado de la habitación. Las siete cuarenta y cinco. Se levantó para dirigirse a sus aposentos con paso apresurado. Una vez dentro del dormitorio, procedió a desnudarse y entró al baño donde se duchó para luego salir y vestirse. No se detuvo a pensar si necesitaba un segundo afeitado, no le importó; ya que, sabía que Massimo apreciaría el que no lo hubiera hecho. Se perfumó con su aroma favorito y luego, salió llamando a viva voz a dos de sus custodios.
Los hombres no demoraron en llegar a su lado y los tres ingresaron al automóvil que ya se encontraba esperándolos en la entrada, el cual, con sus ocupantes, desfiló por el suelo empedrado el medio kilómetro que llegaba hasta la verja eléctrica y que era custodiada por dos hombres armados, los cuales, saludaron con respeto. El portón metálico se abrió y el automóvil salió a la carretera que descendía de las colinas hasta la ciudad de Roma.


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Pietro descendió del automóvil y obligó a sus guardaespaldas a esperarlo ahí. No quería llamar la atención ya que el edificio era habitado por civiles y no quería que se asustaran al ver a sus hombres. Se dirigió al ascensor y esperó a que se abrieran las puertas aceradas. La espera fue corta y del aparato descendieron cuatro personas que iban hablando en voz alta. Luego, ingresó y cuando estaba a punto de accionar el botón de cerrado escuchó una voz suave y agitada.

—Espere por favor... —Gio venía corriendo, había bajado del autobús y creyó ver que alguien lo seguía y el temor le hizo correr hasta llegar al edificio donde vivía.

Pietro no podía darle crédito a sus ojos, su hijo, el bambino que no tuvo la suerte de ver crecer estaba en frente de él, con las mejillas encendidas, su cabello rubio desordenado y sus ojos resplandecientes.

—Disculpe si lo molesté, es que me bajé del autobús y sentí que alguien me seguía y usted sabe... soldado que arranca, sirve para otra guerra jejejej... Nunca me ha pasado, pero no podía arriesgarme a un asalto, menos ahora, que me voy a casar y...

¡Dio! Se decía el mafioso, su hijo era tan hermoso, Laura había dejado su huella genética en él, pensó, era tan cándido y se veía nervioso porque no podía parar de hablar.

—¿Vive acá?... yo vivo en el ático, no es que lo pueda pagar o algo así, pero venía con mi empleo y usted sabe... A caval donato non si guarda in bocca (a caballo regalado no se le miran los dientes), pero cuando me case, tendré que vivir con mi...

—¿Cómo te llamas? —lo interrumpió el mafioso

—Giovanni, pero me dicen Gio... Giovanni Buonarotti —el chico estiró su mano y se la ofreció al hombre.

—Pietro Mancinni —el hombre respondió y en seguida vio el miedo en los ojos de Gio.

—Mu- mucho gusto signore —respondió el rubio un poco nervioso, ya que había escuchado hablar del mafioso y el hombre se dio cuenta.

—No me tengas miedo, solo es un nombre, además a un chico lindo como tú, nadie le haría daño.

—Tengo novio señor y él... —Gio pensó que el hombre se le estaba insinuando

—Sé que tienes novio, te he visto en televisión... vaya que eres famoso. Encantado de conocerte, yo me bajo en este piso —el ascensor se detuvo y abrió sus puertas— espero verte pronto Gio —el hombre salió del ascensor dejando al joven extrañado por sus últimas palabras.

A medida que se acercaba al departamento, donde, sabía que Massimo lo esperaba, Pietro sonreía. Su corazón estaba regocijado al ver a su hijo tan de cerca; pero, se preocupó de la reacción del joven ante la mención de su nombre. De alguna forma, tenía que hacerle saber a Gio, que él tenía inmunidad por ser su hijo. Buscó la llave que aún guardaba después de diez años y abrió. Massimo estaba de pie al centro de la sala con una copa en la mano, el ingresó, cerró la puerta y luego ambos se quedaron en silencio observándose. Habían sido diez años sin verse tan cerca ya que solo se habían conformado con coincidir en eventos sociales donde se habían evitado. De pronto, Massimo, depositó la copa en la mesa de vidrio que se encontraba al centro y al levantarse se percató de que Pietro se había acercado a él, se dio vuelta y ambos se abrazaron fuertemente y sin palabras.
Luego de unos instantes, ambos se separaron y comenzaron a conversar sobre lo que habían hecho durante todos estos años, hasta que Pietro no pudo dejar de preguntar.

—¿Por qué no me dijiste lo de Gio? —le reclamó el mafioso dándole la espalda.

—Acabo de enterarme de que eras el padre, Pietro, hasta esta tarde yo solamente sabía la versión de la violación —explicó el empresario— y todavía no puedo entender cómo pudiste ser tan irresponsable al tomar a Laura y no preocuparte de las consecuencias.

Pietro calló avergonzado, porque sabía que lo que decía Máximo era cierto. Laura era apenas una niña y el solamente la había utilizado para sus fines.

—Mi padre había llegado a un acuerdo con el viejo Visconti, para que Laura fuera mi esposa —confesó el mafioso sorprendiendo al empresario— y yo no quería, te juro que no quería casarme con ella y tenía que hacer algo para desacreditarla y que ante los ojos de mi padre ella fuera indigna de formar parte de mi familia y resultó.

—Pero... asesinaron a un hombre inocente —atacó Massimo.

—En todas las causas mueren hombres inocentes, mío caro y el murió para que yo siguiera siendo libre.

—Quieres ser libre —el empresario afirmó irónico— entonces ¿Por qué te vas a casar con Laura ahora? ¿Por Gio?

Pietro se acercó para decirle mirándolo a los ojos...

—Me caso con esa mujer porque ella no te merece.

—¿De nuevo con esas cosas? —reprochó el empresario— No puedes estar quitándome de encima a todas las mujeres que no me merecen Pietro...

—Puedo y lo seguiré haciendo diez mil veces si es posible —respondió el mafioso.

—Pero...

—Cuando estabas casado con Antonia ¿Cuántas veces te dije que era una vulgar puta que te ponía los cuernos? ¡Hasta se atrevió a insinuárseme, en este mismo departamento!

—No te acuerdes de situaciones que me enferman —rogó Massimo— Pero quiero que me digas algo. Laura me confesó que la amenazaste con matarme ¿Lo harías Pietro? Sé que para ti dar una de esas órdenes es fácil, pero, ¿En verdad me matarías?

—Sabes que no... —afirmó el mafioso acercándose aún más quedando los dos tan cerca que ambos respiraban sus alientos— de todos los seres humanos, los únicos intocables son mi hijo Dante, tú y ahora mi hijo Gio.

Massimo al sentir al mafioso tan cerca comenzó a respirar más rápido y eso su compañero lo notó y una sonrisa seductora iluminó su rostro.

—¿Y Laura? ¿Qué es ella para ti? - —preguntó Rossetti, para distraerse ya que los labios de Mancinni estaban casi a su alcance y no quería dar el primer paso, no podía equivocarse y pasar un bochorno si Pietro lo rechazaba.

—Ella es sólo un medio para un fin, mio caro – respondió el mafioso con voz enronquecida y sensual.

—¡Te vas a casar con ella! —reclamó de pronto el empresario rompiendo el momento de casi intimidad, alejándose de su compañero y tomando la copa para ver otro sorbo de licor, su respiración era agitada. Sentía rabia, pero no sabía porque exactamente.

—Sí, me casaré con ella, pero tú eres libre de que otra zorra te haga daño Massimo —le explicó Mancinni acercándose a él nuevamente tomándolo del hombro.

—No entiendo Pietro, esa obsesión tuya...

—¿Y tuya no Massimo?¿Crees que no me di cuenta de cómo me mirabas hace diez años?

—!¿Qué?!

—Antes no podía decirte nada, porque tenía un futuro que planear y una vendetta que llevar a cabo. Pero ahora soy libre Massimo.

—No eres libre... te vas a casar con Laura —le recordó Massimo con reproche.

—Un hombre de mi posición, no puede demostrar debilidad Massimo y sabes que el amor entre iguales, se considera una debilidad.

—¿Por eso la mataste? —preguntó Rossetti comprendiendo al fin— ¿para que cuando volvieras, yo estuviera libre?

—Sí y no —le respondió Pietro— a la zorra de tu ex mujer se le ocurrió ponerte los cuernos con un político que estaba en nuestra mira. Yo solamente aproveché la oportunidad y me liberé de dos estorbos —explicó el hombre mientras daba masajes en el cuello del empresario— fue una obra de arte... uno de mis chicos lo hizo parecer un accidente y nadie sospechó nada —el mafioso siguió con el masaje que poco a poco se convirtió en caricias sensuales por el cuello, luego volteó a Massimo para mirarlo a los ojos— Pero tú lo supiste ¿certo mio caro? Te había advertido que si yo veía a Antonia, haciendo de las suyas y deshonrando tu apellido, tomaría cartas en el asunto... ¿estás enojado conmigo, mio caro?

Massimo lo miró a los ojos y negó

—No, sabes que no podría enojarme contigo y no me enojaré contigo si me das algo a cambio...

—Tus deseos son ordenes para mí, Massimo —habló el hombre volviendo a su pose sensual.

—Te pido que no intervengas en la relación de mi hijo con Gio. No quiero que tu machismo...

—¿Machismo dices? ¡Prácticamente estoy declarándote mi amor y me acusas de machista!

—¡Eres machista! —levantó la voz el empresario— Porque te casarás con una mujer mientras...

—¿Mientras qué Massimo? ¿Mientras follamos hasta quedar sin aliento en este apartamento escondido de la mano de Dios?

—Que fácil para ti hablar de esa forma ¿follar? ¿te escuchas a ti mismo cuando hablas Pietro?

—¿Cómo puedes decir eso si ni siquiera...

—¿Nos hemos besado? —interrumpió el mafioso— Eso tiene solución.

Rápidamente su mano se fue hacia la nuca del empresario y lo acercó para atacar su boca, con un beso demandante; al cual, Massimo respondió con ímpetu. Ambos nunca habían besado a otro hombre, pero se habían deseado por tantos años, que no les importó. Las lenguas peleaban por la dominación y las manos recorrieron ambos cuerpos, descubriendo esas sensaciones que habían sido enterradas diez años atrás por el deber.

—Espera... espera... —el empresario rompió el beso.

—¿Qué Massimo?

—Es que...

—Oh, vamos Massimo... tu hermano es gay declarado y tu hijo es bisexual con una relación que se ha vuelto mediática... si hasta especulan sobre el país que elegirá para casarse con mi hijo.

—Es que eso es lo que quiero tener claro primero Pietro, necesito tu promesa... Necesito saber que aceptas esa relación.

—Si te prometo eso ¿serás mío? —preguntó el mafioso mirando al mayor, que aunque estaba cerca de los cincuenta años, para él está muy, muy bueno.

—¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo Pietro? Yo, ya no soy un jovencito.

—Yo tampoco lo soy

—Tienes catorce años menos que yo Pietro

—Pero he vivido mucho más que tú Massimo... no tienes excusas... espero tu respuesta —agregó el mafioso sacándose la corbata y desabrochándose los botones superiores de la camisa y al ver que los ojos de Massimo recorrían con avidez su torso decidió abrirlos todos.

—Acepto —fue la respuesta que salió del boca de Massimo

—Entonces, hay que celebrarlo —dijo Pietro dirigiendo sus manos hacia el cuello de Massimo para sacar su corbata— ahora mio amore, te quiero desnudo, porque, de este departamento no salgo sin antes haber consumado nuestro acuerdo.

Aquella afirmación fue un afrodisíaco para Massimo quien sin preámbulo devoró inmediatamente la boca de Pietro. Eran besos salvajes y sensuales a la vez, besos maduros y voluptuosos, donde, el ingrediente más especial, era el rose de la barba de mediodía que tenía Pietro y que a Massimo volvió loco. Las ropas fueron descartadas por manos ansiosas de tocar lo que ansiaban desde hacía diez años, ambos se apretaban y rozaban emitiendo gemidos lujuriosos, ninguno supo quien fue el primero en comenzar a caminar; pero, cuando ambas bocas se separaron, estaban sobre la cama en una mar de piernas enredadas.
Massimo sabía que esa primera vez, él iría abajo, quería eso, deseaba sentir como Pietro entraba en su cuerpo y se apoderaba de sus sentidos y a pesar, de que nunca antes había estado con un hombre, no tenía miedo.
Pietro, por otra parte, era todo fuego y pasión, recorría el cuerpo de Massimo con sus manos y lengua, saboreando aquella piel suave y exquisita.
Massimo se dejaba hacer, las atenciones que su ahora amante le daba a su cuerpo, lo tenían abrumado y no quería que terminaran. De pronto, al sentir que el mafioso ingresaba un dedo en su entrada, automáticamente abrió las piernas. Pietro alzó sus caderas y comenzó a degustar el sabor de sus testes, para luego, deslizarse un poco más abajo, hacia aquel lugar donde tenía insertado sus dedos. Rossetti gemía, quería que Pietro terminara con la tortura a la que lo sometía.

—Por favor Pietro....

Mancinni, lo miró a los ojos y asintiendo con la cabeza, escupió en su mano y lubricó su pene para después ingresar lentamente en la estrecha cavidad del empresario. Massimo rogó porque el dolor que sentía pasara pronto y trató de relajarse lo máximo posible y cuando se sintió colmado, abrió los ojos que, por el dolor, había cerrado y se vio reflejado en los oscuros ojos de Pietro.

—Eres mío... —la afirmación posesiva del mafioso hizo eco en la habitación— Por fin después de tantos años eres mío... —confirmó embistiendo aquella cálida y estrecha entrada, que envolvía su miembro viril— por siempre Massimo, por siempre.

El empresario, no podía pronunciar palabra alguna, las sensaciones eran tan intensas, que no se atrevía a romper el momento. Para él, lo más importante, era la voz de Pietro, sus fuertes brazos sujetando sus caderas y el falo que salía e ingresaba a su interior tocando un punto que le hacía ver estrellas. Sus caderas fueron al encuentro de cada movimiento del mafioso en una danza primitiva de apareamiento, sentía que su orgasmo estaba cerca y ni siquiera su pene había sido tocado y no le interesó tocarse. Sabía que se vendría con solo aquel delicioso rose que sentía en aquel punto en su interior; su espalda, se arqueó involuntariamente, después de una embestida que llegó aún más profundo dentro de él.

—Sí... soy tuyo —respondió Massimo entre jadeos— ¿y tu Pietro? ¿Eres mío?

—Desde hace diez años que soy tuyo, mio caro... ¡Dio! Estás tan estrecho —respondió el mafioso dando énfasis a cada palabra, con profundas embestidas.

—Estoy cerca amore —informó entre jadeos el empresario e intempestivamente, eyaculó sin haber tocado su miembro, ya que, el roce de ambos cuerpos, había sido estímulo suficiente y Pietro al sentir que su pene era aprisionado por las contracciones anales de su pareja, se vino inundando el interior de Massimo, con chorros blanquecinos de su esencia.

Mancinni, permaneció dentro de Massimo hasta que su erección menguó y lentamente salió de él para luego atraer hacia su cuerpo al hombre que amaba. El empresario no se hizo de rogar y se aferró a él cual náufrago a un salvavidas y mientras ambos trataban de recuperarse del orgasmo, su mano comenzó a acariciar el firme torso del mafioso, jugueteando de vez en cuando con el bello que lo cubría. De pronto, Pietro habló con voz decidida, la cual, hizo estremecer nuevamente de placer al empresario.

—Eres mío Massimo... y te juro que mataré a cada zorra que quiera aspirar a ser la señora Rossetti

—¿Qué hay de ti Pietro? ¿Puedo osar a querer ver muerta a Laura porque se convertirá en la señora Mancinni?

—Laura tiene que cumplir con su rol... pero te prometo amore que no la tocaré, es más, está instalada en otra habitación.

—¿Puedo... puedo pedirte algo?

—Eres mi pareja Massimo, puedes pedirme todo lo que desees y será tuyo...

—Quiero que ella lo sepa.... quiero que ella sepa lo nuestro —declaró con firmeza.

Pietro sonrió al ver a su amor tan posesivo y celoso...

—Ese será su castigo, cuore mio... ella lo sabrá el día de nuestra boda amore

—¿Cómo?

—Esa noche... esa noche tu estarás ocupando mi cama, no ella. Ahora olvidémonos de Laura, hay muchas cosas interesantes de las cuales podemos hablar, por ejemplo, Tu hijo...

—¿Qué pasa con mi hijo? -—preguntó Massimo con un poco de desconfianza.

—Tu hijo deberá ir a mi casa a hablar conmigo sobre Gio y para eso debes decirle toda la verdad y por supuesto, quiero que tu familia también esté enterada de lo nuestro. Esto se sabrá en tu casa y en la mía... para los demás seremos consuegros.

—Tú siempre tan calculador —protestó el empresario.

—Soy precavido, amore... ¿qué harías si tu hijo nos sorprendiera besándonos? ¿no preferirías que se enterara por tu boca antes de que se lleve la gran sorpresa y te critique por no confiar en él?

—Tienes razón, debo decírselo a mi familia —esto último lo dijo casi jadeando pues Pietro nuevamente se había apoderado de su hombría comenzando a estimularla masturbándolo suavemente. De pronto, el mafioso se posicionó sobre él y le tomó el rostro con ambas manos para hablarle mirándolo a los ojos.

—Acostumbraba... escúchame bien Massimo... acostumbraba a dominar a una mujer en la cama... pero aquí somos dos hombres con iguales condiciones e iguales derechos. Acabo de ser tu primero y deseo que tú seas el mío... así que tómame amore... deja tu huella en mí... quiero llegar a mi casa con tu olor impregnando mi cuerpo...

El empresario trató de contenerse, pero el deseo y la lujuria derrumbaron sus defensas y se apoderó de la boca del mafioso, silenciando sus palabras con besos hambrientos. Mancini se dejó amar contoneándose con cada roce y estímulo que su cuerpo recibía, pero, para él, la hora de la ternura había pasado, él quería ser penetrado ya y no pudiendo evitarlo, interrumpió la tarea de su amante para posicionarse en manos y pies, ofreciéndose a Massimo como si estuviera en celo... Rossetti no se hizo de rogar e imitando lo que su amante había hecho con él momentos antes, lamió su entrada... por experiencia propia sabía que eso haría enloquecer de deseo a Pietro, tal como había enloquecido él. Momentos después, su virilidad se deslizaba por el estrecho canal que previamente había dilatado con sus dedos y comenzó a moverse lentamente de afuera hacia adentro, tratando de encontrar el punto de placer. El fuerte gemido lujurioso de Pietro le indicó que había encontrado el blanco y se concentró en acertar seguido en el mismo lugar, mientras que a la vez, acariciaba la espalda de su amante.

—Esto es sensacional —confesó el mafioso, mientras sus caderas iban al encuentro del falo para que se adentrara aún más en su interior.

—Sí... —respondió Rossetti cerrando los ojos y dejándose llevar por el placer— Madonna mia, il tuo corpo é molto squisito (tu cuerpo es muy exquisito). Hacer el amor contigo, es lo mejor que me ha pasado en la vida Pietro... —Massimo se desconocía. Jamás había sido del tipo hablador durante el sexo. Pero, el estar con el hombre al que había deseado por tantos años, lo hacía sentirse el orador más avezado.

Los movimientos se hicieron más exigentes y los gemidos de placer que emitía Pietro, cada vez que su próstata era estimulada, hicieron que los movimientos de Massimo se aceleraran con impetuosidad, provocando así, que sus pieles produjeran sonidos al chocar. El mafioso enterró su cabeza en la almohada y levantó aún más su trasero, mientras el empresario se inclinaba sobre él abrazándolo y tomando su erección para masturbarla al compás de las embestidas. La culminación llegó con gruñidos y gritos de placer, los cuales, cesaron una vez que ambos estuvieron completamente satisfechos.
Ambos estaban completamente sudados y pegajosos por los fluidos, pero aún así, no querían separarse tan pronto. Massimo fue el primero que decidió enfrentar la realidad.

—Deberíamos asearnos y volver cada uno a su villa, amor. Son más de las doce.

—Tienes razón amore mio —respondió Pietro— además, mis hombres deben estar preocupados, ya los he hecho esperar demasiado.

—¿Nos duchamos? —invitó el empresario

Ovviamente —respondió el mafioso, saliendo de la cama para dirigirse al cuarto de baño adjunto. Pero al ver que Rossetti no lo seguía y que se había quedado embobado mirando su cuerpo le habló con picardía— ¿vienes o voy por ti amore? Te prometo que dejaré que me jabones la espalda.

Massimo sonrió y rápidamente alcanzó a su amante. Juntos, tomaron una ducha, en la que no dejaron de acariciar sus cuerpos, luego, volvieron a la habitación, donde, se vistieron para luego salir a la sala.

—¿Cenamos mañana? —preguntó de pronto el mafioso, de forma galante.

—Por supuesto, pero ¿donde sería? —Rossetti respondió ruborizado. Estaba acostumbrado a ser él quien invitaba y ver a Pietro prodigándole ese tipo de invitaciones, como si fuera él quien sería el cortejado en esa relación, le hizo sentirse deseado y no le importó que el mafioso tomara el mando.

—Enviaré a mi chofer por ti, amore. Necesito que tengas algo claro desde hoy en adelante. Tendrás protección...

—Pero...

—Tengo muchos enemigos Massimo y tú y mis hijos son lo único que no estoy dispuesto a perder en mi vida. Aceptaste esta relación conmigo, amore y yo tomaré las riendas, excepto en tus negocios, por supuesto. Solo en lo nuestro.

—Hasta ahora me he sabido cuidar Pietro, a pesar de que tengo muchos rivales en los negocios...

—Pero ellos son nada comparado con los que tengo yo Massimo. Soy la cabeza de la mafia italiana y te aseguro amore que no es la única mafia en Europa... tenemos a los rusos y es más, la mafia checa también tiene intereses por estos lados y cualquiera de ellos puede utilizarte para presionarme.

—Está bien Pietro, haré lo que me pidas, solo, quiero que tu hombre se maneje con discreción.

—Mis hombres son muy buenos en lo que a seguridad se refiere, ah, advierte a tu hijo, que Gio también tendrá protección —Pietro caminó hacia la salida, pero antes de abrir la puerta miró de nuevo a su amante— quiero que te vistas elegante mañana por la noche amore, aunque, está demás que te lo pida, siempre estas hermoso —caminó nuevamente hacia el empresario y devoró nuevamente sus labios, con un beso demandante— Ti voglio bene Massimo, eres mío, recuerda eso, cada vez que una zorra se te acerque... eres mío por siempre —luego fue hacia la puerta, la abrió y salió del apartamento dejando al empresario saboreando aquel último beso.

Después de unos minutos, Rossetti abandonó el departamento. Su chofer, al verlo, descendió del vehículo para abrirle solícitamente la puerta. Luego, desfilaban colina arriba hacia las afueras de Roma.

Una vez en la villa, Massimo se dirigió a su despacho para enviar un memo a su secretaria. No creía poder ser capaz de estar temprano en la oficina, por lo tanto, le pedía cancelar las primeras citas que tenía previstas. La puerta de la oficina fue abierta de improviso. Giacomo asomó su cabeza por ella solicitando pasar y el mayor permitió la entrada.

—Es tarde, fratello ¿qué haces despierto a estas horas? —preguntó el menor de los Rossetti.

—Salí por ahí...

—¿A dónde sí se puede saber? —Giacomo conocía tan bien a su hermano que presintió que algo pasaba.

Massimo se levantó de la silla, pero el dolor incómodo en su trasero, produjo una mueca en su cara, que no pasó desapercibida para su hermano.

—Me encontré con uno de mis amigos y nos tomamos un par de copas —mintió el mayor.

—¿Y te caíste de trasero? —preguntó irónicamente Giacomo— debió ser un golpe duro para que te quejes de esa forma.

—No me he quejado, además, ¿tú no deberías estar durmiendo? Recuerda que ese famoso desfile te deja agotado.

—No podía dormir fratello, cuando supe de la partida de Laura me preocupé por ti... sé que la apreciabas...

—No me hables de esa puttana.

—¡Vaya! Por fin te diste cuenta que no te convenía la muy ingrata. Debiste haberla dejado apenas supiste que abandonó a Gio.

—No es por eso que es una puttana... se va a casar con Pietro... —anunció el empresario.

—Oh, vaya, vaya... así que la abogadita tiene intereses más turbios y además, puso sus ojos en el amor de tu vida —Giacomo se sentía furioso al ver el rostro de Massimo contraído por el sufrimiento.

—No empieces, fratello —rogó el mayor.

—¿Vas a dejarla? —preguntó el economista— ¿vas a permitir que la felicidad se te escape nuevamente de entre los dedos?

—No entiendes... —se excusó el mayor.

—¿Qué es lo que no entiendo hermano? —Giacomo comenzó a exaltarse— Todos estos años, he sido testigo de cómo te has postergado, por el bien de esta familia. Te casaste con Antonia, porque nuestro padre te obligó y tuviste que soportar las humillaciones que ella te hacía por complacerlo y luego te enamoraste de Pietro y te lo callaste para no defraudarnos ¿crees que te hubiéramos amado menos?

—¿Cómo supiste lo de Pietro? —preguntó acongojado el mayor de los hermanos.

—Te sorprendí masturbándote y cuando acabaste dijiste su nombre hermanito —respondió Giacomo haciendo ruborizar a su hermano— –ahora dime, ¿vas a dejar que esa zorra se quede con el amor de tu vida?

—Pietro es el padre de Gio —confesó Massimo para que su hermano dejara de alentarlo.

—¿Y qué con eso? —respondió el menor sin preocuparse— entonces solo queda reunirlos, tú le dices que lo amas y que siempre lo has amado y seremos una familia feliz por siempre.

—Es tan fácil para ti decirlo fratello. ¿No ves que Pietro es un hombre con responsabilidades muy distintas a la nuestras? —trató de refutar Massimo.

—Pero eso no te importa hermanito. Confiesa ¿qué harías si lo tuvieras frente a ti en este momento?

—Abrazarlo, decirle que lo amo y entregarme a él, dejando que me hiciera el amor... como lo hizo esta noche —confesó el empresario, algo avergonzado.

—¡¿Qué?! —Giacomo gritó sorprendido— ¿te acostaste con Pietro Mancinni? Per Dío —se lamentó el menor entre burlas— Mi hermano mayor dejó de ser virgen.

—No fui el único que dejó de serlo —agregó el empresario con orgullo.

—No me digas que el Capi di tutti capi te dejó que se la metieras, porque no te lo creo —respondió el economista.

—Pues sí, lo hice mío, aunque no creo que en futuro me deje tomarlo nuevamente... pero soy feliz sabiéndolo mío.

—¿Y ahora qué? ¿Se verán de nuevo? —preguntó intrigado el menor de los hermanos Rossetti

—Seremos amantes...

—¿Eso nada más? ¿Qué pasará con Laura?

—Se casará con Laura, Debe hacerlo para seguir conservando su posición, pero me prometió que no la tocará. Además, ya me previno que matará a cualquier mujer que se me acerque y si quiere que yo le sea fiel, estará obligado a no tocar a Laura...

Giacomo escuchó atentamente las explicaciones que daba su hermano y se alegraba por él, ya que pensaba que Massimo se merecía un pequeño trozo de felicidad, el cual, había llenado con la dedicación a sus hijos. Después de casi media hora de explicaciones se decidió a hablar nuevamente.

—Mañana mismo deberás decirle a Ángelo, no me gustaría que por una discusión, mi sobrino recibiera una paliza de parte del hombre que estará a cargo de la seguridad de Gio.

—Pietro jamás ordenaría algo así, no haría nada que me hiciera daño —afirmó el empresario— –Mañana cuando cenemos, aclararé nuestras dudas.

—¿Te invitó a cenar? Vaya que es todo un galán —se burló el economista— aunque, creo que es un poco arriesgado que se les vea a ustedes en público, no sería conveniente para nuestros negocios.

—Pietro sabrá arreglar eso...

—¿Tanta fe tienes en él, fratello? No me gustaría que vinieras a mí con el corazón destrozado.

—No te preocupes Giacomo... Pietro prometió hacerme feliz y sé que no me fallará.

—Dios te escuche hermanito, Dios te escuche —el menor caminó hacia la puerta— ahora, es mejor que nos vayamos a dormir... a mí me espera el día más agitado del año y tú —lo apuntó con el dedo— deberías descansar y preparar ese trasero tuyo para un nuevo asalto. A domani (hasta mañana) —Giacomo cerró la puerta y se fue a sus aposentos donde encontró a su consorte alimentando a Catarina.

Massimo, después de ver a su hermano abandonar el despacho, suspiró y decidió descansar, ya que, al día siguiente daría comienzo a su nueva vida. Una nueva vida, como amante de Pietro Mancinni.



                                                    ***********************

Los aposentos de Angelo en la villa Rossetti, estaban iluminados por los rayos de sol que entraban desde los grandes ventanales que lo separaban de uno de los jardines interiores. Aprovechando la luminosidad de la estancia, Gio se observaba en el espejo de cuerpo entero, ubicado en uno de los extremos de la habitación. El uniforme que alguna vez perteneciera a su amiga Lidia, le sentaba como un guante y sus ojos brillantes por las lágrimas que retenía con mucho esfuerzo, se cerraron al recordar el momento en el que deslizó la falda por sus piernas hasta ponerla en su lugar. Fue un momento sublime.
Abrió nuevamente sus ojos para contemplarse. La blusa que había comprado el día anterior, estaba amarrada con un nudo en su cintura y la falda escocesa plisada, caía hasta la mitad de turgentes muslos. Un poco más abajo, unas blancas medias escolares que llegaban hasta poco más arriba de la rodilla, complementaba el atuendo junto con los mocasines negros.

Ciò bella, Gia (estás bella, Gia) —Ángelo dio su opinión apenas ingresó en el dormitorio, interrumpiendo así, el momento íntimo en el que se encontraba inmerso el joven Buonarotti.

El rubio volteó a mirar a su prometido y sus ojos reflejaron el estado de exaltación en el que se encontraba. Ángelo se acercó a él y lo tomó de la mano para ayudarle a dar una vuela.

— Tendrás que usar esto, para mí en nuestra noche de bodas. No, mejor te compraré un negligé de encaje blanco para que haga juego con tus alas mi ángel.

—¿No me veo muy exagerado? —preguntó preocupado el menor.

—No, mio cuore. Nadie se dará cuenta que debajo de esa falda se esconde un chico que no tiene nada de ganas de salir de ahí. —respondió Rossetti bromeando.

—Pesado —Gio respondió meloso— a ti te queda bien ese uniforme agregó

Ángelo bufó ya que había sido toda una aventura el poder conseguirlo y la corbata con los colores del arcoíris que había diseñado Enrico y que hacía juego con la que portaba su novio, no hacía que se sintiera cómodo con todo esto.

—Tío Giacomo y Enrico nos esperan, amore mio —informó Rossetti.

—Allora dàgli presto (entonces vamos pronto) —dijo Gio aparentando estar de pronto asustado— no quiero que Enrico nos sermoneé durante todo el camino. No quiero una jaqueca gratis —agregó bromeando.

Ángelo celebró la broma dejando salir una fuerte carcajada para luego tomar de la cintura a su novio y guiarlo a través de la galerías de la villa. Ambos chicos llegaron a la salida, donde, abordaron el lujoso Rolls Royce, en cuyo interior, los esperaban sus tíos. Enrico ataviado con el vestido de Valentino que acostumbraba a usar y adornado de accesorios dignos de una reina. Giacomo, por su parte, vestía lo que su esposo había elegido para él. Un short corto y ajustado de color rojo, semejante al que usaban los salvavidas y una camiseta ajustada de color blanco, en cuyo centro se leía el mensaje ho padrone (tengo dueño). Los jóvenes en un acuerdo silencioso evitaron bromear sobre el atuendo del economista y se sentaron silenciosamente. El elegante vehículo atravesó las verjas de la villa y se dirigió hacia el centro de Roma. Ninguno se percató de que eran seguidos por un mercedes negro.

7 comentarios:

  1. me encanto!!!!!gracias.No me esperaba para nada lo de massimo y pietro!!!
    Me gustaria q laura sufra mucho y que gio se de cuenta pronto de que su querida amiga es una perra,y le de una oportunidad a pietro pero ninguna concecion a laura es una perra!!!!

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  2. hola Fadua
    Me encantan tus historias. Estoy de acuerdo con vedasa me gustaría que Laura sufriera por sus maldades y Gio descubriera la verdadera personalidad de su amiga. Gracias por compartir tu gran talento.

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  3. me ha gustado y me ha sorprendido, no me esperaba lo de pietro y massimo pero me ha encantado, yo tambien opino que laura tiene que sufrir, y tengo ganas de que gio se entere de quien son sus padres. Sigue asi que escribes genial me encantan todas tus historias, estare esperando por mas. Enhorabuena y gracias.

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  4. Hola fadua, me llamo claudia,
    y descubri tus blogs hace apenas unas horas,
    he estado leyendo y me encanto,:)
    espero con ansias el capitulo que sigue
    eres una excelente escritora
    gracias por tus escritos
    se cuida adios :)

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. wenas
    he descubierto hoy tu blog y la verdad eske ya me e leido todos los capis y me encantan..espero ke pronto puedas subir mas

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  7. Vaya pues he encontardo un comentario antiguo en la entrada por lo que si que habia estado en tu página .Siento no haberle prestado atencion antes ...sorry lo he eliminado para poder poner uno nuevo .

    alla va . Prieto no me da buena espina me parece un tipo muuyy peligroso . No me fio de el . y Massimo tampoco debería hacerlo . a ver por donde nos sale este

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