Argumento

Giovanni Buonarotti es un chico que vivió toda su vida en un orfanato y que al estar a punto de cumplir la mayoria de edad debe egresar. El es el hijo bastardo de una mujer que pertenece a la alta sociedad Laura Visconti y que fue repudiado al nacer por las causas dolorosas que produjeron su procreaciòn...Una violación.

Angelo Rossetti es uno de los solteros más codiciados de Roma, hijo de un empresario multimillonario y mejor amigo de Francesco Visconti (sobrino de Laura y por consiguiente primo de Giovanni).

Un encuentro y dos miradas que quedan prendadas la una de la otra hacen que el joven Giovanni descubra el origen de su nacimiento y que el causante de su repudio (su abuelo) se arrepienta de haberlo hecho.


Angelo, Gio y Bruno

Dante y Camilo / Pietro y Massimo

Fabio y Enzo/ personajes secundarios

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lunes, 3 de octubre de 2011

14: Vendetta

                                                  Capitulo 14: Vendetta


Gio fue despertado por la irrupción que hizo el mayordomo en la habitación. El estirado hombre descorrió las cortinas dejando que los rayos matutinos del sol iluminaran el dormitorio, haciendo que este rindiera honor a su nombre. El color azulado de las paredes era realmente hermoso. Luego, el hombre volvió a salir, dejando al joven observando todo a su alrededor, admirando la belleza y el lujo que lo rodeaba. Aunque, a Gio le pareció que el azul de las cortinas tanto de las ventanas como la del dosel de la cama, era demasiado fuerte para su gusto.
A los pies del lecho, descubrió su bata y supuso que Pietro había enviado a buscar algo de su ropa al departamento de la vía Frattina. Hizo el ademán de levantarse, pero fue interrumpido por la presencia del joven que se suponía, era su hermano, que lo observaba con silenciosa atención, mientras él se cubría el torso desnudo con la rosada bata de satín que Angelo le había regalado hacía poco. La inquisitiva mirada de Dante recorriendo la prenda de vestir, le hizo ruborizar.

―Buon giorno, fratello ―saludó el recién llegado― espero que hayas descansado bien.

Giovanni demoró en contestar, ya que no pudo evitar recorrer el fuerte cuerpo de su hermano, tratando de encontrar alguna similitud, entre él y Pietro.

―Buon giorno ―contestó con algo de timidez y salió del lecho con movimientos que Dante admiró y calificó como delicadamente sensuales, admirando las casi femeninas piernas desprovistas de bellosidad, que remataban en unos delicados y hermosos pies y que perdió de vista cuando Gio les enfundó en las rosadas zapatillas de seda que hacían juego con la bata.

En ese momento, Silvio entró con la bandeja del desayuno.

―El jefe recomendó que desayunara en su habitación ―explicó el hombre― pensó que sería incómodo para usted, compartir el desayuno con la señora Laura ―agregó mientras acomodaba la bandeja en la mesita que se encontraba a un lado de uno de los ventanales. Luego, alineó dos sillas para que ambos hermanos se sentaran― ¿algo para usted, joven Dante? ―preguntó solícito.

―Desayuné temprano, Silvio... pero acompañaré a mi hermano con un cappuccino ―agregó sentándose frente a Gio, observando como el joven, con finos modales aristocráticos, extendía la fina servilleta de lino sobre sus piernas.

―¡Vaya! Así que no soy el único que detesta a Laura, creo que formaremos un gran equipo. ¿Qué te hizo la muy maldita? ―preguntó Dante, sabiendo la respuesta de antemano ya que su padre ya le había hablado de eso. Y por la tensión que se apoderó del cuerpo de su joven hermano al escuchar el nombre de la que sería esposa de su padre, se atrevió a vaticinar que la mujer tendría que hacer muchos méritos para ganarse el cariño de su hijo.

Gio observó a su recién descubierto hermano en silencio, tratando de ver si podía confiar en él. Su amistad con Enzo, le hacía tener poca seguridad de eso. Pero, hizo un esfuerzo en contarle, ya que, no servía de nada callar una información que tarde o temprano saldría a la luz.

―Se supone que ella es la mujer que me trajo al mundo ―informó sin disimular el desprecio que sentía por la fémina.

Dante, dejó salir un silbido.

―Eso ha esclarecido su presencia en esta casa. Se me estaba haciendo raro que mi... ―vaciló― digo, nuestro padre, se una a ella estando tan enamorado de tu suegro.

El mayordomo ingresó nuevamente, esta vez con una mesita con ruedas, en la cual traía una máquina cafetera de última generación.

―Joven Gio ¿Usted también gusta un cappuccino o bebe algo diferente?

―Con un cappuccino estará bien, gracias ―respondió el joven con timidez.

El hombre procedió a preparar las espumosas bebidas las cuales decoró con cobertura de chocolate y canela en polvo, Las sirvió y Dante fue el primero que bebió.

―Mmmm, exquisito como siempre, Silvio. Muchas gracias.

―Sí, esta riquísimo. También le agradezco.

El mayordomo sonrió y luego procedió a retirarse. Los jóvenes siguieron bebiendo el café en silencio y observándose de vez en cuando. Dante detuvo su mirada por breves instantes en el rostro de Gio, admirando la belleza de sus facciones. Pensó que su semejanza con Laura era extraordinaria y no pudo evitar acercar su mano para acariciar el rostro del joven. Gio se apartó con un movimiento brusco que provocó que la bata se deslizara por uno de sus hombros, dejando al descubierto las marcas que Angelo había dejado en él. El joven sottocapo, digno hijo de su padre, reaccionó de la misma forma que su progenitor.

―¿Que te hizo ese maledetto figlio di puttana?

“Oh, no. Otra vez lo mismo”, pensó Gio y temiendo que su recién descubierto hermano decidiera ir en contra de Angelo, procedió a relatar los hechos de la pasada noche, culpándose a sí mismo de haber provocado esa reacción en su novio.

―Angelo tuvo razón, me comporté como una regalada puta...

―No es así ―debatió el mayor― aunque te hubieras desnudado delante de él, no debió agredirte de esa forma. Ya verá él cuando me lo encuentre...

―¡No! Por favor, no le hagas nada... ya Pietro habló con él y le prohibió verme durante todo este tiempo que estará en Sicilia ―le informó y suspirando, tomó su mano y observó su anillo de compromiso, se lo sacó y se lo mostró a Dante― estamos comprometidos ¿sabes? Y acepté casarme con él porque lo amo y me gustaría que el signore y tú, acepten eso.

―El signore es tu padre, Giovanni. Ve acostumbrándote.

―Lo sé, pero debes disculparme si aún no puedo mirarlo como tal ―refutó el menor― hasta ayer, sólo era un huérfano que creció en un orfanato y ahora soy el hijo de un hombre poderoso y una mujer a la que desprecio.

―En lo de Laura te apoyo, hermanito ¿o debería decirte hermanita? ―la pregunta capciosa
ruborizó al menor ―lo digo por lo de tu disfraz.

―Como quieras decirme ―concedió Gio― pero los motes femeninos me gustan en privado ―confidenció avergonzado.

Gio terminó de desayunar y se disculpó para levantarse. Le urgía ver que ropa le habían traído, pero como no encontró ningún ropero a la vista se preocupó.

―¿Qué buscas? ―preguntó Dante, al verlo contrariado.

―Mi ropa...

―Debe estar en el vestidor. Seguro que Silvio la ordenó mientras dormías. Tiene la facultad de ser muy silencioso. ―se levantó y abrió una puerta, la cual dió paso a una habitación pequeña, donde estaban acomodadas las pocas prendas de vestir que uno de los guardias había traído desde el departamento de la Vía Frattina― Más tarde o mañana, si quieres, vamos de compras. Házmelo saber, para hacerme un tiempo.

―¿Con quién tengo que hablar para cambiar la decoración del cuarto? ―Gio preguntó de improviso― Pietro me autorizó a hacer los cambios que quiera.

―Con Silvio, supongo... a no ser que quieras que Laura contrate un decorador...

―¡No! No quiero nada de esa mujer ―interrumpió el menor― además, sólo necesitaré pintar las paredes, cambiar las cortinas y la ropa de cama.

―¿Que tiene de malo la habitación así como está? ―preguntó Dante.

―El color no es de mi agrado y no tiene las repisas necesarias para mis muñecos de felpa... ―la información enterneció al heredero Mancinni, quien prefirió reservarse su opinión acerca de este asunto, pensando que el chico tenía derecho a decorar como quería su lugar de descanso.

―Te dejo para que te vistas y te espero en el despacho. Tengo llamadas que hacer... cuando nuestro padre sale, me deja a cargo ―le explicó― y ahora tengo un asunto muy importante que tratar.

―Como quieras, no quiero ser quien te distraiga de tus obligaciones ―respondió Gio acercándose a su hermano y alzándose de puntillas, depositó un breve beso en su mejilla derecha― nos vemos más tarde.

Dante salió de la recámara de su hermano, sonriendo por el tímido beso. Caminó por los pasillos custodiados y a metros de llegar a su despacho, se encontró con Domenico, otro de sus hombres de seguridad. Ambos ingresaron al despacho.

―Carlo se está encargando de su pedido ―informó el hombre― no va a ser difícil dar con ellos, jefe ―agregó― Uno de nuestros contactos rastreó la IP y dió con una cuenta premium de una página de porno gay. La suscripción se pagó con una trajeta de crédito que pertenece a un tal Dago Bravanti.

―Buen trabajo, Domenico...

―Hay un problema, jefe...

―¿Problema?

―Bravanti es un teniente de la guardia di Finanza ―hizo una pausa― y averiguamos que ultimamente fue reclutado por la D.I.A (dirección de investigación antimafia)...

El cerebro de Dante, comenzó a trabajar con rapidez y una idea que no le pareció tan descabellada, afloró.

―Necesitamos armas y municiones de fabricación rusa... ―ordenó― llama a Nico y que revise si hay algunas en nuestro arsenal ―tomó el auricular del teléfono y marcó la extensión que comunicaba con las habitaciones de los soldatis― Quiero a Renzo y Donato en el despacho, ahora ―colgó.

―Nico dice que tenemos una partida de Makarov, Tokarev y SMG PP-2000. Hay municiones suficientes como para reventar toda la costa de Amalfi.

En ese momento, los hombres que habían sido llamados por Dante, hicieron acto de presencia. Dante les entregó un papel.

―Ustedes, vayan a esta dirección y pregunten por Camilo. No vuelvan sin él. Si se resiste, díganle que van de mi parte ―Los hombres asintieron y dieron media vuelta― aún no termino ―los hombres tuvieron que voltear nuevamente― No lo maltraten, ni siquiera con palabras. Le preguntaré si se sintió agredido ¿capisce? ―Los hombres asintieron y salieron a realizar el trabajo que se les había encomendado.

―Disculpe jefe, pero ¿Cuál es el plan?

―Reventaremos a esos degenerados con las municiones rusas y le daremos a la D.I.A un caso para que trabajen. Investigarán a esos cosacos pensando que ellos son los responsables de la muerte de Bravanti.

―Entonces, no podemos usar ninguna de nuestras bodegas...

―Los tendremos en una de nuestras bodegas y después los llevaremos a Ostia, los peces se darán un buen festín con sus cuerpos. ―una llamada de Carlo interrumpió el diálogo. Dante contestó y luego sonrió con crueldad ―Ya tiene a Bravanti, ahora, espero que nos de señas de sus cómplices.

Dante escuchó las ideas de Domenico. Todo debía salir perfecto para asegurarse que Camilo no fuera vejado nuevamente. Después de perfeccionar el plan, se permitió descansar unos momentos para esperar la llegada del hermoso joven.


                                                  ******************


Gio se observó en el espejo, satisfecho con lo que veía. Su andrógino cuerpo, estaba cubierto por un traje juvenil de corte ejecutivo en color negro que Enrico había elegido para él y que se ajustaba a sus medidas. Una camisa gris plateada completaba el atuendo. Sonrió al recordar a Enrico ¿Cómo estaría? Lo extrañaba mucho y a su hija también. Decidió que hablaría con el hombre destinado a cuidarlo, para que lo llevara a la villa Rossetti, mientras Angelo estuviera en la empresa, asi no se cruzaría con él. Terminó de ajustarse la elegante chaqueta y finalmente se perfumó.
La curiosidad por conocer la villa, lo llevó a salir de su alcoba. Al abrir la puerta, sus ojos chocaron con los de Bruno y un cosquilleo molesto se instaló en su estómago. No le gustaba la mirada de ese hombre, por muy apuesto que fuera.

―Quisiera conocer mi nuevo hogar ―explicó con voz temblorosa― ¿es necesario ir acompañado por usted aún aquí?

―Créame, es más que necesario. Muchos compañeros no saben quien es usted y pueden ser muy rudos.

―Entiendo, ¿podríamos ir al despacho, primero? Mi hermano está esperándome

―Por supuesto ―convino el hombre y luego le indicó el camino― después de usted, joven.

Gio caminó delante del frío guardia sin percatarse que el suave movimiento de sus caderas, había atrapado la atención del hombre. Al doblar uno de los pasillos, uno de los custodios que cumplía su turno a esa hora, trató de bromear con Bruno.

―Vaya compañero, no sabía que te habías echado novio.

Bruno reaccionó sacando su arma y apuntando al bromista.

―Retira lo dicho y discúlpate con el joven ―exigió.

―¿Sólo porque se acuesta contigo? No lo creo ―Ricardo miró a su compañero asqueado.

―Discúlpate con el joven o no respondo ―Bruno volvió a insistir.

Gio, algo asustado, gritó el nombre de Dante, con la esperanza que desde el despacho pudiera escucharlo. Su hermano salió de la oficina seguido por Domenico.

―¿Que sucede? ―preguntó el mayor de los hermanos mientras se acercaba a paso rápido.

Bruno, guardó su arma y volteó a mirarlo.

―Este estúpido acaba de insultar a su hermano.

La reacción de Dante no se hizo esperar. Encegueciendo de rabia, ordenó que lo llevaran al patio de entrenamiento. Los hombres que se encontraban practicando lucha, detuvieron sus actividades cuando vieron llegar a uno de sus compañeros siendo tironeado por dos de los hombres de más confianza del Don.

―Quiero que todos me escuchen ―ordenó y los hombres comenzaron a reunirse alrededor de ellos― hermano, acércate por favor ―el joven, algo intimidado al ver a tantos hombres de tamaño impresionante, caminó hasta llegar al lado de Dante― Él es Giovanni Mancinni, es mi hermano menor y desde ahora en adelante vivirá con nosotros ―los hombres observaron al joven. La mayoría trató de mostrarse indiferente ante las notables y afeminadas formas. Otros, simplemente, se complacieron ante la vista ―No quiero saber que alguno de ustedes le ha faltado el respeto. Su compañero, acaba de cometer ese error y por eso, será castigado con dos semanas sin goce de sueldo y Bruno Fiori, que es el guardaespaldas de mi hermano, le dará un castigo ejemplar delante de todos ustedes.
Desde ese momento, para Gio, todo sucedió en cámara lenta. Observó como Bruno se quitó la chaqueta y se subió las mangas, mientras que, dos de los hombres sujetaban al que sería castigado. El primer puñetazo hizo que el joven cerrara los ojos ya que no quería observar. Pero, su hermano le obligó a mirar.

―Abre los ojos, Gio. Desde hoy en adelante tendrás que acostumbrarte a este tipo de situaciones ―el joven obedeció miró todo el castigo ayudado por la voz de su hermano, que le hablaba sin importarle que los hombres a su alrededor lo escucharan― nadie tiene derecho de burlarse de tí, hermano. Porque el hombre al cual nuestro padre confió tu protección, se encargará de enjuiciarlo. Bruno, respirará por y para tí. Si es necesario, morirá por tí. Pero, si falla en su trabajo... mejor no te imagines lo que le hará nuestro padre.

El castigo cesó y Bruno volteó a verlo. Conectó sus verdes ojos con los de su protegido y se despojó lentamente de la camisa manchada de sangre, dejando a relucir un torso bronceado y musculoso, con un vientre marcado con tres pares de duros músculos que formaban una barra de chocolate. Gio, cortó la conexión de miradas y dejó que sus ojos recorrieran con admiración lo que se les estaba mostrando, sin poder evitar comparar el cuerpo de su custodio con el de su novio. Asqueado por aquel pensamiento, abandonó el patio de entrenamiento sin hacer caso de la voz autoritaria de su hermano, que lo instaba a que se detuviera. Con el corazón desbocado, ingresó en su habitación y se dejó caer sobre el lecho, donde, derramó lágrimas de culpabilidad al pensar que le había sido infiel a su novio, por admirar el cuerpo de su guardaespaldas.

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Después de una relajante ducha, Bruno se vistió con uno de los trajes reglamentarios que usaban los soldatis de la familia Mancini. Sonrió al pensar que la casa Armani vestía a los más temidos asesinos de Italia. Se miró por última vez en el espejo y no puedo evitar pensar en la hambrienta mirada de su protegido. Se sintió endurecer y tuvo que acomodar su erección para poder revisar al compañero que se había visto obligado a castigar.
Ricardo se encontraba estirado en la cama, mientras el médico curaba sus heridas. Los puñetazos habían sido tan fuertes, que habían provocado cortes en ambas cejas y en uno de sus pómulos. Cuando el galeno terminó su trabajo, se retiró de la habitación dejando a ambos hombres enfrentándose con la mirada.

―¿No vas a decir nada? ―reprochó el herido― si te vas a quedar ahi sin hablar, es mejor que te vayas, Bruno ―agregó.

―Tú te lo buscaste ―se justificó Fiori― no debiste abrir la boca.

―¿Qué querías que hiciera? ―preguntó Ricardo― Yo solo vi a mi amante caminar detrás de un chico lindo. Tenía que decir algo ―se justificó.

―Que te folle de vez en cuando, no significa que seamos amantes, Ricardo ―argumentó Bruno― lamento si te hiciste ideas equivocadas, pero sabías desde el principio que no sirvo para tener compromisos.

―Lo sé y no necesito que me lo repitas ―arremetió el herido― por favor déjame solo...

―Eres un hombre apuesto, Ricardo. Sé que hay más de alguno que se muere de ganas por estar contigo... Por favor, te pido que no me busques más, porque ya no te abriré la puerta de mi dormitorio a medianoche.

―¿Al señorito Mancinni se la abrirás? ―Ricardo sentía su corazón herido por la indiferencia de su ahora ex amante― No sabía que te iban los afeminados.

―No insistas en insultar al hijo del Don si no quieres cavar tu propia tumba. Es el último consejo que te daré ―habló Bruno― y para que te informes, el joven tiene pareja y te diré que ni tú ni yo le hacemos el peso. Su novio es hijo de Massimo Rossetti ―Ricardo abrió los ojos al reconocer el nombre del empresario, ya que su padre, le había conocido cuando estuvo al servicio del Don y tenía una muy buena impresión de él― espero que entiendas que no es mi intención lastimarte, pero, si vuelves a insultar a mi protegido, esta vez, te juro que seré más cruel.

―Vete de mi habitación, por favor ―rogó Ricardo, aceptando su derrota― y no te preocupes, ya no volveré a ensuciar tus sábanas.

Bruno salió de la habitación sin mirar atrás, confiando en que su compañero, no volvería a cometer el error de entorpecer su trabajo. Caminó a través de los pasillos, saludando a cada centinela con un asentimiento de cabeza. Cuando llegó a la puerta del dormitorio de su protegido, esperó unos momentos antes de tocar la puerta. Reconoció para sí, que la misión de cuidar del joven sería algo difícil, ya que no podía evitar sentirse atraído por el bello muchacho. El joven Mancinni abrió la puerta y se percató de los ojos hinchados y enrojecidos por el llanto. Verlo tan vulnerable le hizo preocuparse y se preguntó si alguien le había dañado.

―¿Que quiere? ―preguntó Gio, mirándolo con frialdad.

―He venido por si necesita algo ―respondió Bruno, algo incómodo por el antagonismo del menor ―su padre me ha dicho que hoy comenzaría con su entrenamiento ―agregó con cautela.

―Hoy no me apetece hacer ejercicio, señor ―el menor aseveró de forma tajante― con lo que he visto, basta y sobra por hoy...

―Pero...

―Sin embargo, me gustaría acercarme a la villa Rossetti...

―Su padre prohibió sus encuentros con el joven Rossetti, mientras él estuviera ausente ―le recordó el guardaespaldas.

―No es a Angelo a quien visitaré ―informó Gio― necesito conversar con Enrico y quiero aprovechar que mi novio, a esta hora, no se encuentra en casa.

―Entonces, le llevaré ―aceptó Bruno― cuando esté listo me avisa, estaré en el despacho de su hermano ajustando algunos detalles ―informó.

―No tardaré más de cinco minutos. Si gusta, puede esperar aquí. No quiero perder el tiempo, pasándolo a buscar al despacho ni menos, darle explicaciones a mi hermano sobre esta salida.

―Entiendo.

Gio cumplió con el tiempo prometido y ambos salieron de la villa, en un Mercedes-Benz blindado que el Don había destinado, especialmente para trasladar al joven. Bruno, abrió caballerosamente la puerta y espero a que su joven protegido se deslizara en el asiento trasero y luego, se sentó al lado del muchacho. Este se le quedó mirando sorprendido. Había pensado que su custodio, iría en el asiento delantero. Bruno, adivinando sus pensamientos aclaró.

―Adelante van Filipo y Andreas ―explicó― ellos nos acompañarán cada vez que salgamos...

―Pensé que sólo estaría usted...

―Son órdenes de su padre, joven ―aclaró el hombre― si usted quiere algo distinto, tendrá que hablar con él.

Gio permaneció en silencio y el automóvil enfiló hacia la salida. La villa Rossetti, no quedaba a mucha distancia, por lo tanto, se obligó a no entrar en pánico cada vez que su pierna rosaba la del hombre a su lado. Quince minutos después, el nuevo heredero Mancinni, ingresaba por la puerta de la villa de la familia de su novio.

                                                *******************


Sentirse incómodo era fácil, especialmente si sus dos acompañantes le miraban tan amenazantes. Camilo se obligó a mirar a los transeúntes, a medida que el vehículo avanzaba por las calles de Roma. Su madre había decidido por él y ahora estaba siendo conducido ante la presencia del hombre del cual temía enamorarse. Era su destino, su madre lo había visto en las cartas y ella no se equivocaba. Dos almas destinadas a reencontrarse en cada vida, le había explicado y él, no se atrevía a contradecirla.
Al darse cuenta que el vehículo salía de Roma, su nerviosismo fue en crescendo y aumentó aún más cuando ingresaron en una propiedad que a él le pareció una fortaleza militar. Una vez que el vehículo se detuvo, le instaron a descender y subir las escalinatas de mármol que llevaban a la entrada de la casa más grande que hubiera visto en su vida. La realidad de la diferencia de clases que lo separaba de su alma gemela le abrumó y no quería seguir adelante. Un leve empujón le obligó a caminar y cuando la puerta fue abierta por un hombre elegantemente vestido, no pudo evitar mirar hacia sus desgastados jeans y las baratas zapatillas que vestía. Siguió caminando hasta que, los hombres se detuvieron ante una puerta finamente labrada. Golpearon y una voz de barítono autorizando la entrada se escuchó. Un hombre alto, de aspecto fiero les abrió y fijó su mirada en él para luego abrir los ojos con sorpresa al haberlo reconocido. Camilo también lo hizo, le recordaba como un antiguo amigo de su padre.

―Buonasera, Camilo ―saludó Dante. Se encontraba sentado en la silla giratoria, detrás del escritorio. Pero, eso no le impidió percatarse de que Domenico y el joven se conocían de antes. Aquello, le hizo enfurecer ante la imagen mental que se le presentó de los dos encima de una cama, pero se obligó a disimular. Se levantó de su lugar y se acercó al joven sin importarle que su subalterno presenciara lo que había decidido hacer en ese momento― Te agradezco por acceder a venir, mio caro ―lo besó en ambas mejillas y luego lo condujo al sofá y lo instó a sentarse― En verdad, necesitaba volver a verte.

―Pero... no entiendo...

―Necesito que me des los datos de tu padre, para poder averiguar que sucedió con él ―explicó el joven Mancinni― mi padre se entrevistará mañana con Tuozzolo y creo que es el mejor momento de saber que pasó.

―Si quiere esa información, yo puedo ayudarle, jefe ―interrumpió Domenico― conocí a Stefano y tuve el placer de ser su amigo ―explicó― Stefano Zorzetto, fue detenido durante un operativo de la D.I.A donde les incautaron un cargamento de cocaína colombiana. Se suponía que el uomo que estaba a cargo del embarque era Nirta, el que ahora es el consiglieri del señor Tuozzolo. Stefano, cumplió con su deber y asumió la culpa... Pero, no entiendo y quiero que me explique jefe... ¿Qué hace el hijo de Stefano en Roma? Tengo entendido que el señor Tuozzolo piensa que el chico está estudiando en un exclusivo internado inglés...

El llanto de Camilo se dejó escuchar y Dante no pudo quedarse ajeno a eso. Lo tomó delicadamente y lo sentó en su regazo, ante los sorprendidos ojos de su subordinado. El joven se aferró a él, enterrando su rostro en su cuello y olió su perfume, el cual, lo ayudó a calmarse. Instantes después, la voz del joven se dejó escuchar.

―Un mes después que detuvieron a mi papá ―el joven comenzó a sincerarse― el señor Nirta nos visitó. Le entregó a mi mamá un sobre con dinero, diciéndole que era una ayuda para que pudiéramos salir de San Luca. Yo me negué ―confesó― mi padre había hecho arreglos para que comenzara mi entrenamiento. Soñaba con que yo siguiera con la tradición familiar y me convirtiera en un uomo di honore. Sentía que mi deber era cumplir con lo que él quería para mí. Pero...

―¿Qué pasó, Camilo? ―preguntó Domenico.

― El señor Nirta golpeó a mi madre delante de mí, tuve que ver como le fracturaba las piernas y los brazos mientras que dos de sus matones me tenían sujeto. Nos amenazó con asesinarnos si no salíamos de la región de Calabria en menos de veinticuatro horas, porque, le habían puesto precio a nuestras cabezas. Tuvimos que dejar nuestra casa y nos vinimos a esta ciudad.

―Tu madre ¿cómo está?

―Enferma. Tiene artritis reumática y hay días en que apenas puede caminar...

―¿ Y tú? ―Domenico insistió ya que no le gustaba la forma en que su jefe sostenía al hijo del que había sido uno de sus mejores amigos.

―Eso no es importante, ahora ―interrumpió el joven Mancinni― en este momento tenemos que concentrarnos en recopilar todos los antecedentes para que mi padre le informe al primo Salvatore ―sin ser consciente de sus actos, Dante comenzó a acariciar el cuello del joven― Domenico, necesito que nos des un tiempo a solas. Aprovecha de decirle a Silvio que Camilo se quedará a almorzar conmigo.

El hombre de armas, asintió con la cabeza y luego salió del despacho algo molesto por lo que el creía que hacía su jefe. Por la forma en que los dos jóvenes se tocaban, le hizo ver que eran amantes y eso no le gustó. Su amigo Stefano, jamás permitiría que su unigénito calentara la cama de otro hombre, por más que éste fuera el heredero de una de las mafias más peligrosas del mundo.


                                                ****************


Al sentirse solos, ambos jóvenes se quedaron mirando en silencio. Dante acarició el rostro de Camilo con ternura sin saber el porqué lo sentía correcto. El menor le devolvió las caricias como si estuviera en un trance del que no quería salir.

―Boris me dijo que ya no trabajaré en la calle ―informó Camilo rompiendo el silencio― él ya sabe quien eres tú y piensa que tu interés en mí va más allá que el de un simple cliente.

―¿Donde estarás ahora? ―preguntó Mancinni con frialdad.

―En el burdel ―contestó el menor― por lo que veo, solo me dedicaré a beber y bailar con los clientes. Dijo que si querías estar conmigo, tendrías que entrar en su territorio a buscarme.

―Veremos que hace cuando vaya a buscarte entonces ―se burló el joven Mancinni― dime... si tuvieras la oportunidad de salir de ese lugar y de cambiar de vida ¿Qué harías?

―Estudiar, por supuesto... aunque a mi edad, sé que tendría que ser en jornada vespertina, pero eso me daría tiempo para conseguir un trabajo de medio tiempo... Pero...

―Compraré tu deuda ―informó el joven Mancinni― Así podrás...

―El no lo permitirá... No me dejará ir... ―contestó Camilo, temblando al confirmar que las predicciones de su madre se estaban cumpliendo.

Dante se levantó del sofá y se acercó al bar donde, sirvió dos vasos de zumo. Quería despejar sus pensamientos, aquella información que le había dado Camilo, le parecía sospechosa. El chico le había asegurado que entre Boris y él no había relación alguna y ahora parecía ser que la realidad era otra. Entregó uno de los vasos al menor y esta vez se sentó frente al chico. No quería distracciones para tomar la decisión correcta con respecto al futuro del menor.

―Explícate bien... ¿porqué dices que no me venderá tu deuda?

―Porque esta mañana, después de que te fuiste... el subió hasta mi departamento y me dijo que despué de que yo terminara de pagar... ―el chico vaciló

―Prosigue ―ordenó el joven Mancinni, previendo lo que se venía.

―Me quiere como su amante...

Aquella información hizo hervir la sangre de Dante, quien, con fuerza, tiró el vaso que sostenía en sus manos a través de la oficina, el que fue a impactar en el ventanal que daba al patio de entrenamiento y que reventó en mil pedazos, provocando que alguno de los hombres se acercaran a mirar.

―¡Sobre mi cadaver! ―afirmó― ¡Antes lo mato! ―volvió a arremeter. Miró hacia el ventanal destrozado y se percató de la presencia de los hombres― ¡Largo! ―los hombres no demoraron en obedecer.

―Supongamos que compras mi deuda ―el menor trató de desviar la conversación para que Mancinni se calmara ―la situación no será muy diferente, porque entonces, te deberé a tí.

―Pero yo te protegeré ―insistió Mancinni, justificándose.

―¿Porqué? ―preguntó el menor― Creo que ha llegado el momento de que seas sincero ―exigió― ¿Cual es el motivo de tanto interés?

―¡No lo sé! ―reconoció Mancinni― nunca antes me vi en una situación así. Pero cuando te conocí, algo en tu mirada me hizo ver que tienes lo que busco y no puedo luchar contra eso ―comenzó a pasearse de un lado a otro para poder relajarse― debo parecerte patético. Me he llevado a la cama a las modelos más cotizadas de las pasarelas de europa y no sé como actuar frente a un chiquillo. Anoche te desnudaste frente a mí y tuve que controlarme para no saltar y tomarte ahi mismo, pero estabas tan maltratado que no me atreví ―el menor lo miraba con admiración, incapaz de pronunciar palabra. Dante acarició su rostro suavemente, en el lado donde estaba el feo hematoma― sé quienes fueron los hombres que te golpearon y te violaron ―terminó mentalmente

―¿Cómo? ―el chico

―Mis hombres los rastrearon por el video que subieron a internet ―se sentó al lado del menor y tomó una de sus manos― uno de ellos es policía y en este momento lo tenemos ―le informó, sorprendiéndose a si mismo al confesar algo tan delicado al menor.

―No entiendo... yo no te he pedido nada...

Dante, esta vez, tomó el rostro del joven con ambas manos y mirándolo a los ojos aseveró con fiereza.

―¡Ellos te lastimaron y van a pagar con sus vidas el haberlo hecho! ―las manos bajaron al cuello y siguieron recorriendo los delgados brazos― te demostraré que puedo protegerte mejor que ese tipejo y que puedo complacerte mejor en otros aspectos también ―lo acercó del cuello y devoró los labios del menor con un beso apasionado.

Camilo se sorprendió ya que no esperaba que Dante reaccionara de esa forma. Pero, al percibir la cercanía y el aroma del cuerpo del sottocapo, sintió que ambos se acoplaban demasiado bien y con eso confirmó que los dichos de su madre eran ciertos. Dante y él están predestinados a estar juntos y decidió dejarse llevar por la corriente rindiéndose ante el contacto de los exigentes labios que lo subyugaban y trató de responder. Su inexperiencia en el arte de besar, fue notada por Dante, que por primera vez en su vida besaba a otro hombre, extrañado interrumpió el beso y le interrogó con la mirada.

―No acostumbro a besar a los clientes ―se justificó
Dante sonrió triunfante y luego volvió a besar aquellos labios que se le ofrecían incondicionalmente y con paciencia, esperó a que el menor se acoplara a su ritmo. Al sentir el roce de su lengua, Dante gimió y estrechó aún más el frágil cuerpo de Camilo, que se estremeció al sentir placer por primera vez en su vida. La entrada inesperada del mayordomo anunciando el almuerzo los interrumpió y el joven sottocapo tuvo que contenerse para no sacar su Beretta y dispararle por aguafiestas.

―En esta casa se respetan los horarios ―explicó― después de comer, te llevarán a tu casa ―informó.

Camilo aceptó y caminó detrás del hombre al cual consideraba su alma gemela.

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Cinco días después de su último encuentro con Camilo, Dante paseaba su mirada asqueada por el sitio que se suponía era una bodega que hace mucho tiempo la famiglia no utilizaba. Era asqueroso, tal como la ralea que tenían cautiva.
Más allá, entre las lonas manchadas de aceite, estaban amarrados los perpetradores, los degenerados, los bastardos que habían abusado de su pequeño Camilo, y no saldrían sin pedir perdón y arrepentirse hasta de haber nacido.
El ambiente olía a mugre, a miedo y a vendetta; pero más que eso, había un tufillo desconocido en el aire, el aroma de una lección, un alarido que daría la casa de su padre para que nadie se metiera en su territorio, para que nadie osara dejar huella en los campos del signore.
Dante observaba y cavilaba. Las solapas de su abrigo le llegaban a las orejas y el odio le burbujeaba en el estómago. Que sencillo habría sido dispararles y dejarlos colgando en el pontevecchio; pero no, no era así como marcaría el comienzo de su reinado. Dante Mancini dejaría en claro desde el primer día, que con él no se jugaba y menos con lo que consideraba suyo. La justicia era una masa que se deslizaba entre sus dedos y se amoldaba a su criterio y eso era dejarle a todos los advenedizos bien claro que si el decía salta, no preguntabas qué tan alto, sólo empezabas a saltar y parabas cuando a él se le ocurriera.
Se acercó de forma dominante al grupo y elevó una ceja. De inmediato Rafael le dio un par de fuertes puntapiés a los bellacos que habían abusado de Camilo. El más grueso se quejó y de inmediato una mano enguantada estaba en su cuello apretando un puñal de obsceno filo.

―¿Te dolió, eunuco? ―gruñó Domenico y apretó el puñal, haciendo que un hilo de sangre resbalara por el cuello del tipo.

―Piedad… ―susurró el aludido.

Dante escupió sobre él.

―No tienes derecho a nada, pedófilo.

―¿Qué les haremos, signore? ―preguntó Rafael.

―Les vamos a enseñar que con los niños no se juega ―le respondió el sottocapo y nuevamente hizo una leve seña a sus hombres.

El más voluminoso se adelantó y se acuclilló frente al más viejo.

―SI quieren salir de aquí, nos van a dar una función de sus habilidades, las que subieron a la red. ―Y agregó un bofetón con todas sus fuerzas, para dejar en claro sus intenciones.

Los gritos de piedad no se hicieron esperar dándoles a los hombres de Dante la cansadora labor de callarlos a patadas.
Diez minutos después de grueso castigo pedestre, los involucrados en el abuso de Camilo, estaban convencidos para cooperar en la obra visual que los tendría de protagonistas.
Desnudos, magullados y aterrados, estaban parados frente a las 3 cámaras de video que los hombres de Dante operaban.

―¡Acción!   ―gritó a todo pulmón el sottocapo y sus hombres sonrieron. La lección comenzaba.

Follarse unos a otros sin tener más lubricante que la sangre que manaba de sus heridas, no les parecía divertido, al menos eso le pareció a Mancini, pero era menos de lo que le habían hecho a Camilo y Dante no estaría conforme hasta que sintiera que su afrenta era lavada con el sufrimiento de esos bastardos hijos de perra.
Cuarenta minutos duró la filmación de los coitos de los abusadores, y cuando creyeron que el grupo de Mancini estaba satisfecho, Dante empezó su lección. Se les acercó esgrimiendo un cuchillo en sus manos enguantadas y le cortó pene y testículos uno a uno, tras él, Rafael, diligentemente les ponía sal de mar para estancar la sangre.
Los gritos se habrían oído hasta Venecia, pero como los habían amordazado antes de la mutilación, se tuvieron que tragar sus lágrimas, sus maldiciones y sus plegarias.
Domenico fue el encargado de meter alambres por los miembros cercenados y amablemente introducirlos por el ano, para que supieran lo que Camilo había sentido cuando fue violado.
Dago Bravanti, policía de la división de investigación antimafia tenía una escena reservada en esa película.
Luego de que despertó de su cuarto desmayo, Dante se paró frente a él.

―Camilo es un niño y tú, hijo de perra, fuiste capaz de filmar su violación.

―¡No, no, no...! ―gritó y lloró como un bebé.

Domenico le abrió la boca y con unas tenazas de carnicero, le estiró la lengua hasta que esta se rasgó.

―Debiste usarla para impedir ese crimen, ¡Bastardo de mierda! ―Dante, tomó las tenazas y con la ayuda de Domenico, le metió la lengua por el culo. Los cómplices chillaban pidiendo piedad a través de sus mordazas. Pero Dante Mancinni, estaba sordo a esos clamores. Él, sólo veía los ojos aterrados de Camilo en ese video maldito.

A las tres de la madrugada dejaron de jugar y se pusieron serios. Dante sacó las Makarov que usarían para culpar a los rusos y le dio una a cada uno de sus hombres en caso de que necesitase apoyo en el último paso a seguir. Luego, sacó las municiones y cargó mientras el resto lo imitaba.
El grupo de violadores, desnudos, maniatados y encapuchados, fueron sacados de la sucia bodega y tirados en la parte trasera de una furgoneta sin matrícula; que, enfiló por las calles de Roma, tomando la vía Ostiensi con destino a Lido di Ostia. El balneario ubicado a orillas del mar Tirreno y a poco más de media hora de la capital italiana, sería el destino final para aquellos miserables.
Una vez que llegaron al lugar elegido, los bajaron y volvieron a descubrir sus rostros. Los hombres, aterrados por el fin que veían venir, comenzaron a gimotear y a retorcerse tratando de liberarse de las amarras. El estado de los infelices era desastroso. Bravanti no tenía lengua, testículos ni pene, todos estaban guardados en su ano, que fue cocido con aguja e hilo por el diligente Rafael. El resto, conservaba la mitad de la lengua. Pero, no tenían ni testículos, ni pene, ni orejas, ni párpados. Un castigo simbólico a la antigua usanza.
Dante Mancinni, había consumado la vendetta, La lección estaba dictada y la cátedra, aplaudida de pie.
Finalmente, el joven sottocapo decidió terminar con la miseria de los degenerados. Con sus manos enguantadas, desenfundó la Makarov de la sobaquera y fue disparando uno a uno en la nuca, del mismo modo que los hacían los antiguos facistas en la segunda guerra mundial.
Llegado el turno de Bravanti, decidió cambiar de procedimiento. Lo rodeó y se paró frente a él y mirandolo a los ojos, apoyó el cañón en la frente del policía y disparó. Parte de la sangre que salió fue a parar al rostro y a su elegante vestuario, pero a él no le importó. Con desdén, miró los cuerpos tirados y ordenó.

―Fotografíen los cadáveres y luego arrójenlos al mar. Dejemos que los peces se den un banquete con sus cuerpos... Y asegúrense de que los casquillos de las balas queden a la vista.

Carlo, se acercó a él con un cambio de ropa. Se quitó la manchada y se limpió la sangre del rostro. Rafael, recogió el traje sucio y lo puso dentro de la furgoneta que había trasladado a los condenados y que sería incendiada para no dejar pistas,
Volvió a la villa junto a su custodio, seguro de que sus hombres cumplirían con su encargo como era su deber. En la cámara que Carlo tenía en su poder, estaba el comienzo de su futuro con Camilo. Las imágenes imposibles de trucar, le demostrarían al joven abusado, que él, Dante Mancinni, podía ser tan o más letal que aquel cosaco de pacotilla y que por su obra y gracia, mandaria al puto ruso de vuelta a su infierno helado en Siberia.

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En uno de los hoteles más lujosos de Roma, la semana más importante para el lujo y glamour había empezado. El “Fashion week” por fin había dado inicio acogiendo en un solo lugar lo más selecto del diseño italiano. Karl Lagerfeld, Missoni, Gucci, Armani, Moschino, Dolce & Gabbana, Versace y Valentino eran solo unos de los muchos nombres que exhibían sus colecciones otoño- invierno por aquellos siete días.
Era fabuloso estar allí. Tanto lujo y elegancia producían un exquisito regocijo a los sentidos, en especial a la vista. Nadie que se afamara de llamarse chic podía perderse ni un solo detalle del evento, y más teniendo en cuenta que grandes personajes de la farándula italiana no dejaban de pasearse por los diferentes desfiles.
De esta forma, casi todos los miembros de familias distinguidas estaban presentes en el evento. Unos más interesados que otros pero a la larga todos presentes. Era agradable ver como se movían todos aquellos personajillos de aquí para allá, sacándose fotos, deleitándose con los modelos o simplemente asegurándose una que otra prenda para su ajuar.
¡Magnifico! Pensó entonces Fabio sonriendo mientras bebía un whisky en las rocas. Aquel evento, le serviría para recrear un poco la vista y dejar de pensar aunque fuese por unos días en Enrico. Cada vez le parecía más certera la sensación de que ese momento que llevaba años esperando nunca llegaría. Giacomo nunca cometería un error y Enrico nunca lo dejaría. El día de llevárselo lejos y brindarle una nueva vida sería solo un sueño de opio y como tal, un día, cuando la realidad lo golpeara con suficiente contundencia, se desvanecería igual que el humo.
Suspiró. ¿Realmente iba a pasarse toda la vida esperando por un momento que nunca llegaría? ¿Ya no había perdido sus mejores años esperando como Penélope por un barco que nunca llegaría a Itaca? ¿No era mejor tratar de vivir los últimos años que le restaban a su juventud mirando otros horizontes? Enrico, pensó entonces sonriendo con tristeza. Tantos años de amor no correspondido lo tenían seco y hundido, se sentía más viejo de lo que era y eso le contrariaba. No quería seguir viviendo así… ya no solo era cosa de orgullo o amor propio… era cosa de necesidad.
Necesitaba un hombre a su lado, uno que le hiciera sentir los arrebatos pasionales de la adolescencia, uno que le hiciera despertar cada día soñando despierto, uno que le hiciera dormir entre besos húmedos y jadeos ahogados. ¡Necesitaba pasión, deseo, locura… amor!
Sí, eso pensaba en aquel momento meditando amargamente entre trago y trago, sin saber que cerca de él alguien más pensaba igual; otra persona muchos años más joven pero igual de sola sentía sus mismos anhelos, tenía sus mismos vacios y compartía sus mismos desvelos. Esa otra persona tan cercana también temía quedarse sola y amargada, adolorido por un amor no correspondido… sí, había otra persona igual a Fabio en aquel salón… y esa persona era Enzo D’ Alessio.

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El joven pre universitario, menor de edad entre otras cosas, deambulaba por el escenario aquella tarde en compañía de Dante. El estar acompañado por el hijo del capi de tutti capi le brindaba ciertas condescendencias que a otros no. Podía beber y fumar a su libre albedrío siendo que aun no tenía edad legal para hacer ninguna de las dos cosas y podía entrar a todos los eventos a sus anchas panzas sin tener que mostrar identificación ni invitación.
Justo en ese momento, estaban sentados junto a la tarima central donde empezaba el desfile de la casa Valentino, quienes tenía montada toda una escenografía medio dark, haciendo que el escenario luciera casi en penumbras. Dante estaba a  su lado, el heredero de la mafia italiana no era muy afín a ese tipo de eventos. Sin embargo por Enzo había dejado a un lado su tedio y había sacado un rato para acompañar a su amigo. Después de todo, pensó, necesitaba relajarse después de lo que había hecho dos noches atrás. Tenía recuperar algo de su cordura para poder hacer lo que tenía planeado para esa noche.

―Vaya no había pensado que te gustara tanto esto ―Comentó viendo en ese momento como el otro chico miraba embobado el escenario donde un modelo con aire ruso vestía una gruesa gabardina de piel de bisonte.

―Como no va a gustarme… ―Le respondió este sin dejar de mirar al modelo― Es hermoso.

―¿El abrigo?

―¡El modelo!

―¡Enzo!

―¿Qué pasa? ―El joven D’ Alessio giró para ver a su amigo― ¿Qué pasa Dante? Siempre has sabido que me gustan los chicos.

―Si, eso es verdad ―Convino este― Pero no estoy a acostumbrado a verte así… excitado.

―¿Se me nota? ―Angustiado Enzo miró su entrepierna. Sin embargo su amigo le corrigió rápidamente.

―¡No seas guarro, Enzo! No me refería con excitado a empalmado, me refería a emocionado viendo otros chicos. Nunca te había visto en esa tónica.

―Es porque antes solo me dedicaba a pensar en Gio… pero eso se acabó ―Sentenció seguro― Y no es porque tu padre me haya amenazado… que si lo es… es más porque creo que no vale la pena. Él se lo pierde ―Y remató lo dicho con un puchero gracioso y algo afeminado.

Dante no pudo hacer otra cosa que reír. Su amigo era un caso; y ahora así, lúcido sin ese montón de drogas encima y divertido viendo chicos medio desnudos se veía hasta tierno. Lo miró sutilmente viéndolo sonreír y aplaudir, se veía casi angelical y virginal… fue entonces cuando se hizo aquella pregunta.

―¿Enzo? ¿Tú eres virgen? ―Soltó así de repente… sin anestesia.

Enzo volteó a toda prisa mirándolo aturdido. ¿A qué venía aquella pregunta?

―Por… ¿Por qué me preguntas eso? ―Inquirió sonrojándose hasta las orejas. Sin embargo su amigo solo se encogió de hombros.

―No lo sé ―Le dijo sin prestar mucho cuidado, como si fuese muy natural preguntar aquello― Es que yo nunca te he visto salir con algún chico en especial… y estoy seguro que si hubieras tenido un novio o algo me lo abrías contado… ¿Verdad?

Enzo asintió.

―¿Te fijas? Eso significa que nunca lo has hecho con otro chico y como las chicas no te gustan entonces imagino que no lo has hecho con nadie… Es una simple regla de descarte.

Apurando su daiquiri de fresa Enzo trató de pasar el bochorno. ¡Su amigo había descubierto que era virgen con una simple regla de tres! ¡Y no se había equivocado!

―Yo pues ―Balbuceó a medias― Si… si soy virgen.

―¡Ay qué lindo! ―Con un abrazo y un habladito burlón, Dante lo empezó a molestar. No era que pensara que estaba mal ser virgen pero quería fastidiar un poco a Enzo.

―Eres virgen, eres virgen… ¿Te prendemos velitas?

―¡Ya basta! ―Enzo se soltó con un grito un poco más alto de lo que hubiera deseado. Algunos presentes voltearon a ver a la pareja de chicos y estos sonrojados retomaron la compostura de inmediato― ¡Si ves lo que has hecho! ―Riñó D’ Alessio― Nos van a sacar y será por tu culpa.

―Pues volvemos a entrar… como eres virgen puedes hacer milagros.

―¡Ay tonto!

―Es broma ―Dante abrazó a su amigo ahora si en serio ―Es genial que sigas siendo virgen ―Le dijo, pensando en aquél chico que lo tenía vuelto loco cuya pureza le había sido arrebatada por la fuerza― Con lo loquito que te pones cuando te drogas pensé que ya había repartido el trasero por doquier.

―¡¿Ay como crees?! ¡No soy una zorra y tampoco me gusta dar el trasero! ¡Prefiero que me lo den a mí!

―¿Por eso te gustaba Gio no es así?

―Sí ―Enzo se fastidió. A pesar de haber decidido dejar la fiesta en paz con Gio, en el fondo le seguía chocando saber que no era él quien se lo quedaría― Pero bueno ―Comentó entonces volviendo su vista a la pasarela― Hay muchos peces en el mar y estos que están aquí desfilando parecen ser buenos especímenes.

―Y ya lo creo ―convino Dante estirándose un poco sobre la silla, mientras escuchaba la melodía de la pianista que amenizaba el desfile. Iba a ser una noche más entretenida de lo que se había imaginado, pues, desde hacía un par de minutos, un hombre que había reconocido como uno de los “socios” de su padre, no dejaba de mirarlos. O mejor dicho, no dejaba de mirar a Enzo. Aquello iba a ponerse de lo más interesante sobre todo si ese hombre se le insinuaba a su amigo... un sujeto como aquel, tampoco parecía dispuesto a dar el culo.

Miró la hora en su rolex y luego, hacia donde estaba Carlo, que le vigilaba discretamente a unos pocos metros. Sus manos se dirigieron hacia el bolsillo interior de la chaqueta de su smoking para comprobar que las imágenes que testificaban su accionar de hace dos noches atrás, estuvieran en su lugar.
Desde su último encuentro con Camilo, sus hombres habían mantenido vigilancia en el burdel del ruso, destinando la noche en que se les permitía irse de juerga, para entrar y asegurarse que el joven, no fuera obligado a ejercer ningún “servicio” en contra de su voluntad e intervenir si la situación lo ameritaba. Se habían turnado en grupos de siete, para que el ruso no viera rostros repetitivos y sospechara. No confiaba en los motivos del cosaco para mantener a Camilo trabajando junto a él. No quería que tuviera la oportunidad de corromper aún más la vida del joven que ahora era dueño de sus pensamientos. Sus planes habían dado resultado al pie de la letra. Pero, según los informes que habia recibido la noche anterior, la situación había cambiado.

Domenico había llegado a la villa despotricando por la situación que le había tocado presenciar y por primera vez, durante todos sus años de servicio a la famiglia, se atrevió a enfrentar a su jefe inmediato.


―Quiero que sea sincero conmigo, jefe ―había exigido el hombre sin importarle que aquella insubordinación pudiera costarle un buen castigo― ¿Qué pretende con esta vigilancia? ¿Cuáles son sus intenciones con el chico Zorzetto?


―Ese no es tu problema, Domenico ―fue la escueta respuesta que recibió de parte del sottocapo― Solo limítate a cumplir con mis órdenes ―agregó y luego le dió la espalda para darle a entender que se retirara del despacho.


―Claro que es mi problema, jefe  ―insistió Domenico― lo es cuando veo al hijo de uno de mis grandes amigos, siendo besado a la fuerza por un mal parido proxeneta.


El joven Mancinni volteó lentamente y enfocó sus verdes ojos en los oscuros ónices de su subalterno.


―¿Qué- has- dicho? ―preguntó arrastrando las palabras por la rabia que invadió sus sentidos y que provocó que su cuerpo se tensara.


―He dicho, que ese ruso anoche besó por la fuerza a Camilo ―reiteró el hombre― y disculpe mi insolencia; pero, si tanto le interesa ese chico ¿Porque permite que esté en ese lugar?

Aquella pregunta le había hecho reflexionar y ahora estaba sentado, mirando el desfile sin interés, sentado al lado de su mejor amigo y a metros de su padre y su futura madrastra, esperando el momento adecuado para poder retirarse discretamente e ir en busca del ragazzo que en tan poco tiempo había dado vuelta de cabeza su existencia. Sí, porque desde esa noche, Camilo comenzaría una nueva vida junto a él y no volvería a aquel asqueroso lugar. Para eso, se había asegurado de surtir la despensa de su departamento y había ordenado a Carlo, que comprara ropa adecuada para el que desde ese día en adelante sería su amante.
Cuando el último expositor de aquel primer día de desfiles salió a recibir los aplausos de los asistentes, Dante se levantó y mirando a su padre, hizo un breve asentimiento de cabeza, dandole a entender, que se reitraba. Su padre le imitó para autorizarlo. Pero, su amigo sostuvo su manga para detenerlo.

―¿A dónde vas? ―preguntó Enzo con preocupación.

―Debo irme ―respondió― tengo asuntos que atender.

Enzo no preguntó más. Sabía que indagar para conocer los motivos sería un error y respetaba demasiado a su amigo, como para pedirle que le diera los detalles de sus dotes de asesino. Asintió con comprensión.

―Por favor, llámame cuando termines, para hacerme saber que estas bien.

Dante sonrió y luego salió de la fila de sillas y se dirigió a la salida. Detrás de él, Carlo le seguía con el ceño fruncido ya que no le gustaba para nada la decisión que había tomado su joven protegido. Sacó su móvil y llamó al chofer para que los esperara en la salida y se concentró en lo que tenían por delante. Salieron del hotel y el Mercerdes blindado ya estaba esperando con la puerta trasera abierta y un serio Leonardo parada con la mano en la puerta.
Una vez dentro del vehículo, Dante buscó su móvil y marcó el número de Domenico.

―¿Están listos? ―preguntó con autoridad.

―Sí, jefe. Estamos apostados a una cuadra del lugar ―respondió el hombre que lideraba el escuadrón que acompañaría al joven sottocapo para evitar que el cosaco se rehusara a negociar.

―Bene, voy para allá. ―Dante cortó la llamada y se concentró en lo que estaba por venir.

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¡Ya basta!

            Aquel había sido el grito que había hecho a Fabio despegar su vista del modelo húngaro vestido con pantalones de camuflaje y chaquetilla de jean, para centrarlos en aquel otro ser que le robó cada milímetro del aire que tenía en los pulmones.
            ¡Mamma mía! ¿Quién era ese delicioso bocadillo? ¿Cómo era posible que en la media hora que llevaba sentado en todo el frente suyo no se hubiera fijado en él? ¡Era precioso! ¡La criatura más exquisita que hubiese visto en años!
            Suspiró preguntándose de quien podía ser hijo ese chicuelo. Se sintió un poco pervertido por estar casi que desnudando con los ojos a un muchacho que podía ser su hijo, más aquel complejo pasó pronto. Nunca le había avergonzado sentir atracción por chicos jóvenes y no empezaría a sentir vergüenza ahora. Era lo suficientemente adulto y rico para eso.
            Sin embargo tenía que reconocer que el muchachito que miraba lascivamente se veía bien jovencito. ¿Cuántos años podría tener? ¿Diecinueve? ¿Veinte? Bueno no importaba, después de todo tampoco era que se fueran a casar, solo quería pasar un buen rato a su lado. Había pensado hacía pocos momentos que era mejor olvidar a Enrico y seguir su vida, así que empezar por calentar su lecho con un mocito tan hermoso podía ser un buen inicio. Había pensado invitar a alguno de esos modelos sexys y ávidos de conquistar con lo que fuera a hombres influyentes como él, pero ahora que había encontrado a ese maravilloso ejemplar había cambiado totalmente de opinión. ¡Quería a ese chico sobre su cama! ¡Y lo quería esa misma noche!
  Concluido el desfile, el coctel de inauguración de la semana de la moda dio inicio. Por cada rincón de aquel lujoso salón no se hablaba de otra cosa que no fuera el desfile y las colecciones que marcarían tendencia durante la temporada que empezaba.
            Enzo observaba entretenido a un par de periodistas que entrevistaban a los tan afamados Dolce and Gabbana. Los corresponsales les felicitaban por haber presentado, según la crítica y los expertos, la mejor colección de todo el evento. Al parecer los diseños creativos y sobrios de los diseñadores más controversiales de Italia habían enamorado al público de nuevo.
            Era cierto, pensó Enzo entonces. Nunca había dejado ver ese lado suyo pues le quitaba virilidad a su fachada. Sin embargo la moda le encantaba y era un experto. Conocía todas las casas diseñadoras de Italia y de Francia y estaba al corriente de todo lo relacionado con alta costura. Era por esto que sabía que efectivamente la colección de D&G había sido la de más alta calidad.
            Los diseñadores habían usado las mejores telas, los diseños estaban a la vanguardia de los nuevos requerimientos del hombre y la mujer modernos sin dejar de lado el toqué clásico que los caracterizaba. Las fibras teñidas gozaban de un brillo increíble y se notaban resistentes para el clima frio y lo mejor de todo, los accesorios eran de lo más elegante y novedoso que hubiese visto antes en algún desfile… si, Dolce y Gabbana se llevaba los aplausos aquella primera noche de modas.

            ―Buenas noches ―Enzo pensaba en estas cosas cuando la voz gruesa y viril de un desconocido lo sorprendió. Volteó a toda prisa para reparar mejor en su acompañante y al hacerlo vio entonces a un sujeto alto, elegantemente enfundado en paño Italiano y con un vaso de whisky en la mano.

            Le correspondió al saludo alzando una ceja. ¿Quién rayos era ese tipo?

            ―Buenas noches.

            ―¿Te…? ¿Te gusto el desfile? ―Aturdido luego de escuchar esa sensual voz, Fabio se apresuró en hablar del tema en el que menos esperaba caer. No sabía qué rayos le había sucedido pero toda su confianza se había desvanecido y casi que sintió que no era capaz de musitar palabra.

            Enzo por su parte tampoco se mostraba muy locuaz aunque en su caso era puro desinterés.

            ―Si me gusto mucho ―Respondió casi por cortesía solamente― Me ha parecido un gran montaje y los diseños estuvieron fabulosos.

            ―Si… si yo también lo creo ―Convino Fabio nerviosísimo extraviándose en aquellos ojos miel. ¿Qué rayos le pasaba?

            Entonces, sintiéndose muy incomodo por la situación Enzo optó por retirarse.

            ―Con su permiso ―Sonrió con amabilidad antes de dar el primer paso con dirección a la terraza. Sin embargo, Fabio lo siguió caminando tras sus pasos como si estuviera hipnotizado, hasta finalmente posarse junto a él en el balcón de aquel gran mirador.

            Al sentir de nuevo aquella presencia cerca, Enzo se crispó. ¿Qué rayos le pasaba a ese hombre?

            ―Vamos de una vez ―Susurró evidentemente molesto― ¿Qué es lo que quiere? ¿Por qué me está siguiendo?

            ―Solo quiero saber tu nombre ―Respondió Fabio― ¿Quién eres?

            ―¡¿Quién es usted?!

            Fabio sonrió tratando de ser coqueto.

            ―Alguien que no ha podido dejar de verte desde que reparó en ti ―Confesó― … Dime tu nombre pequeño.

            ―¡No! ¡No se lo diré! ¿Cómo se atreve a hablarme así? ¡Ni siquiera me conoce! ¡Por favor váyase!

            ―¡No, no me iré! ―Ahora era Fabio el que se ponía tozudo. ¿Pero quién se creía ese crio?― No me iré ―Repitió recuperando algo de confianza por el disgusto― No me iré hasta que me digas tu nombre.

            ―Muy bien― Enzo le dio la espalda distrayéndose en la visión nocturna de Roma. Pretendía pasar por alto a ese maleducado sujeto si era que no pensaba marcharse. No iba a estropearle la noche.

            Fabio se sintió irritadísimo…

            ―¿Quién te crees que eres niñato? ―Dijo tomándolo de un brazo para hacerle girar hacia él― ¿Es que acaso no sabes quién soy yo?

            ―¡No, no lo sé! ¡Y tampoco me interesa! ―Replicó Enzo zafándose― No sé quién es usted… señor.

            ―¿Señor?

            ―Sí… así como lo oyó, Señor. Supongo que se ha acercado a mí con la intención de ligar conmigo ¿O me equivoco? ―Una sonrisa mordaz adornó su rostro.

            ―¿Yo? Pues… yo pensé que.

            Enzo se burló sin compasión.

            ―Escúcheme… señor ―Repitió de nuevo el hiriente calificativo― Es usted un pervertido y un “viejo verde”.

            Fabio perdió los colores.

            ―¿Cómo me llamaste?

            ―Viejo verde ―Repitió D’ Alessio― Es usted un viejo verde y está loco si piensa que yo iba afijarme en alguien como usted. ¡Podría ser mi padre!

            ―Eres un mocoso impertinente ―Apuntó el empresario sintiendo que el enojo sumado a un enorme deseo crecía en su vientre― ¡No deberías hablarme así! ¡No sabes quién soy!

            Al escuchar aquella evidente amenaza Enzo se calló un momento. Se recostó completamente sobre el balcón esta vez mirando a su interlocutor… al rato sonrió de nuevo.

            ―Tiene razón ―Dijo como si se estuviese excusando― Yo no sé quién es usted pero tampoco me interesa… Escúcheme, búsquese a alguien de su edad o a otro chico al que no le de asco irse a la cama con un hombre que le dobla en edad. Estoy seguro que entre tanto modelo encontrará a alguien que le satisfaga.

            Y diciendo esto se apresuró en partir. Fabio lo observó alejarse por entre la multitud de modelos e invitados moviéndose con la gracia y la elegancia de un felino. Apretó fuertemente su vaso de licor apurando de un solo trago lo que quedaba. Estaba furioso por haberse portado como un tonto, por haber permitió que un niño lo humillara de aquella manera. ¡Rayos! Ya estaba harto que todos los hombres por los que se interesaba pasaran de él como si fuese un trapo viejo… viejo, ¡Viejo! Eso había sido lo peor; aquel mocoso grosero le había llamado viejo. ¡Qué impertinente! Pensó alejándose de allí mientras llamaba a su chofer para que fuese a recogerlo. No pensaba quedarse un minuto más en aquella fiesta. No podía aguantar más humillación esa noche. Sin embargo eso no se iba a quedar así… iba a descubrir quien rayos era ese mocoso y le iba a dar una lección… a que lo hacía o dejaba de llamarse Fabio Castiglioni.

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Pietro observó como la mujer abordó a Massimo y entrecerró los ojos esperando la reacción de su amante. Laura trató de llamar su atención, presentándole a uno de sus amigos, obligándolo a desviar su atención de la escena que se desarrollaba a unos cuantos metros. Saludó con amabilidad fingida y sus ojos volvieron a posarse sobre el hombre que amaba. Un camarero pasó ofreciendo champagne y el tomó una de las finas copas aflautadas y bebió con la mirada fija en el empresario, notando lo incómodo que estaba por el asedio de la mujer. ¿Quien sería?, se preguntó. Desde donde estaba no podía ver su rostro y se frustró al no poder acercarse y decirle lo que pensaba de su coqueteo, pero se contentó al pensar las crueles palabras que le diría. Aléjate de él, me pertenece y no tienes lo que él necesita para ser feliz. Recordó la última vez que había estallado en el interior de Massimo y sonrió. Pero luego, al rememorar los eventos ocurridos durante su breve estancia en Capri, la seriedad volvió a su atractivo rostro.

Estaba mirando los libros de cuentas de su casino, cuando Sonya entró intempestivamente en su despacho, mirandolo con ganas de querer matarlo. Él la observó con frialdad y espetó.


―Ciao, Sonya ¿Qué puedo hacer por tí? ―preguntó con frialdad, mientras la miraba inquisitivo― Creo que te dejé claro que no volveríamos a vernos ―agregó.


―Estoy embarazada ―la mujer arrojó la bomba pensando que la noticia alegraría al hombre que había sido su mundo durante dos años.


―No me vengas con esas, Sonya. ―arremetió el capi, burlándose― Nada que digas, hará que vuelva contigo. Me caso la próxima semana y nadie va a evitarlo. Menos una de tus mentiras. Dime, ¿el monto que recibiste en compensación por los dos años que estuvimos juntos, no fue de tu agrado?


―¿Como puedes ser tan frío, Pietro? Te estoy diciendo que voy a tener un hijo tuyo y tu solo piensas en dinero...


―Es lo que querías cuando te las arreglaste para acercarte a mi, Sonya. ¿Recuerdas?. No me vengas con sentimentalismos ahora. Además, ese hijo, podría ser de otro.


―¡Maledetto!, ¿cómo puedes decir esas cosas? Sabes que durante dos años, fui completamente tuya. ¡Te aseguraste de eso! ¡No podía ir a ningún lado sin esos gorilas pegados a mi espalda!


―¿¡Y que esperabas!? ―Pietro golpeó el escritorio con su puño y se levantó acercándose a la mujer mirándola con crueldad― ¿querias que dejara que una mujerzuela como tú, me avergonzara acostándose con otros?


―¡No soy una mujerzuela! ―arremetió la mujer.


―¡Lo eres, Sonya! ―la afirmación hizo que la mujer abriera los ojos impactada por la declaración del mafioso― eres una mercenaria, una meretriz que busca entregarse al mejor postor a cambio de lujos y si pensaste que embarazándote ibas a conseguir algo más de mí, estás muy equivocada, mujer. ¡Nadie me obliga a hacer lo que no quiero!.


La mujer, se alejó del mafioso, intimidada por la fiereza de los ojos del hombre. Y armándose de valor, jugó con la última carta que tenía en su manga.


―Entonces, no me dejas más opción que abortar. ―declaró sin importarle morir en ese momento. Mancinni la fulminó con la mirada y ella se atrevió a más― asesinaré a tu hijo no nato si no te casas conmigo.


Pietro, no estaba acostumbrado a recibir amenazas, él era quien las hacia y las ejecutaba. Y esa mujer, había amenazado con asesinar a un inocente que podría llevar su sangre. Sus pensamientos volaron a su hijo Giovanni, abandonado por su madre y viviendo aislado. Su sentido protector se puso en alerta y tomó una decisión.


―Sentémonos ―invitó― esto hay que hablarlo con seriedad.


Él volvió a su escritorio y se sentó, Sonya le imitó mientras se aguantaba las náuseas provocadas por el aire viciado del lugar. A lo lejos, se escuchó el llamado a escena que hizo el presentador para que una de las chicas subiera al escenario a ejecutar su erótico baile. La ex modelo, miró al padre del bebé que llevaba en su vientre y retomó la palabra.


―No puedo tener este bebé si no te casas conmigo, Pietro ―trató de justificarse.


―Y yo no puedo casarme contigo si no estoy seguro de que realmente es mío ―el mafioso fue contundente.


―¿Qué propones, entonces? ―preguntó la mujer, con esperanzas de que el hombre frente a ella, estuviera contemplando un posible matrimonio.


―Vendrás conmigo a Sicilia...


―¿A tu casa en Palermo? ―preguntó la mujer, pensando que durante los dos años que fue su amante, jamás le había llevado a su tierra natal.


―No. no entrarás en Palermo, mientras no sepa que ese hijo es mío, Sonya. ―declaró el hombre― poseo un Castello en Siracusa y te quedarás ahi durante el embarazo ―la mujer quizo interrumpir, pero él la detuvo― te aseguro que serás atendida como una reina y tendrás la mejor atención médica. Y cuando nazca el niño, le haremos las pruebas de ADN.


―Pero...


―¿Pensabas que con decirme que el hijo en tu vientre es mío, bastaría? ―Mancinni, esta vez, fue sarcástico― Creo en pruebas tangibles, mujer y cuando tenga los resultados en mis manos, veremos lo que hacemos. ¿capisce?


―¿Cuando partimos? ―Sonya se sintió mas tranquila, ya que lo que más deseaba era la seguridad económica.


―Pasaré en cuatro horas a buscarte ¿estás donde mismo? ―la mujer asintió― empaca lo que más puedas y no te preocupes por lo otro, se te proporcionará lo que necesites...

Ahora, el dilema más grande que tenía, era cómo decirle a Massimo. Temía que su amante no aceptara la situación y decidiera terminar con su relación. Sabía que para el hombre, era difícil aceptar la presencia de Laura y que le sería aún mas dificultoso aceptar un hijo, por más que lo amara.
Cuando al fin pudo ver el rostro de la mujer que acosaba a Massimo, se quedó de una pieza. La ramera que trataba de obtener las atenciones de su amante, era una actriz francesa, cuya carrera venía en decadencia desde hace mucho. De seguro estaba en busca de un nuevo esposo y había encontrado en Pietro un buen ejemplar, pensó. Su instinto asesino creció cuando la mujer, deslizó una de sus ambiciosas manos por el torso de Massimo y él ya no pudo contenerse. Con una breve disculpa a su acompañante y sus amigos, se alejó para, como todo un alfa, marcar su territorio.

                                                               *****************

Massimo estaba nervioso. Sentía la inquisitiva mirada de Pietro sobre ellos y no tenía idea de cómo deshacerse de la mujer que lo miraba con deseo. Sintió pena por ella, ya que sabía que no vería otro amanecer. Su amante le había advertido que mataría a cualquier mujer que se le acercara y sabía que cumpliría con lo dicho. Trató de poner excusas, pero ella era muy insistente. Le hablaba del cine, de sus películas, de sus sueños de casarse con buen hombre, de tener hijos con él y todas esas frases absurdas que decían las mujeres que deseaban atraparlo en sus redes. Si ella moría, por lo menos, no dejaría hijos que la lloraran.
Posó sus ojos nuevamente en el mafioso y su temperatura corporal subió y se desconectó de lo que ocurría a su alrededor, al recordar la última vez que habían hecho el amor. Una mano acariciando su torso le hizo volver a la realidad. Miró nuevamente a su amante y supo que la mujer tenía sus horas contadas.
Mancinni se acercó caminando a paso lento, como un tigre al acecho. Luciano, su custodio, lo seguía y Massimo trató de disimular su nerviosismo y sin pensarlo, se disculpó con la mujer y se dirigió a los sanitarios. Sabía que la situación le había hecho ganar una discusión con su amante y quería evitarla a toda costa.
Pietro, le sonrió con cinismo a la mujer y pasó de largo siguiendo a su hombre. Lo vio entrar a uno de los sanitarios y él lo imitó antes de que pudiera cerrar la puerta.

―Ciao, Massimo ¿me extrañaste? ―preguntó el mafioso con sarcasmo mientras se aseguraba de que la puerta quedara bien cerrada y que nadie pudiera interrumpirlos. Luego, se acercó a su nervioso amante.

―Pietro...

―Voy a matarla. Voy a matar a esa sucia ramera por atreverse a poner sus manos sobre tí ―advirtió el mafioso con furia contenida.

Massimo, recorrió la distancia que lo separaba de Pietro y acarició el rostro de su amante para que se tranquilizara.

―Ella no tiene importancia, amore. No malgastes tu tiempo en venganzas que no tienen sentido ―agregó con voz suave― tienes que controlarte, no puedes estar reaccionando de esa forma cada vez que alguien se me acerque.

―Me controlaré cuando tú aprendas a sacártelas de encima y no te quedes hablando con ellas por cortesía ―declaró el mafioso― te advertí que mataría a cualquier zorra que ose acercarse a tí y si no puedes esquivar sus atenciones, mio caro, tendremos muchas mujeres de la alta sociedad muertas en extrañas circunstancias ¿capisce?.

―Pero... ―vaciló el empresario afectado por las palabras de su amante― pero tu sabes que yo no me fijaría en ellas... sabes que sólo te amo a tí...

Pietro sacó su móvil.

―Luciano... que uno de los chicos siga a la zorra que estaba conversando con Massimo. Si está en un hotel, que ingrese a su habitación y la lance por el balcón. Que parezca un suicidio. Ah y que no deje huellas.

Cuando terminó la llamada, su amante de forma desesperada se abrazó a él.

―¡Por favor, Pietro! Retira esas órdenes. Ella no puede morir por mi culpa.

―Ella no muere por tu culpa, amore. Dejará este mundo por codiciar lo que no le pertenece y porque yo siempre cumplo mis promesas ―tomó el pelo de su amante y lo abligó a mirarlo― Cuando digo que te amo más que a nada en el mundo, es porque es cierto y si prometo que la mujer que te quiera para ella va a morir, es porque así será. Te guste o no.

―Pietro... ―el cuerpo de Massimo, se estremeció a causa de las fuertes declaraciones de su amante y se encendió de deseo al saber que el siciliano estaba dispuesto a matar por él. Ése era el amor que deseaba, que había buscado y lo había encontrado en su amigo. Llegó a la conclusión de que no tenía sentido llevarle la contraría y se rindió― haz lo que quieras Pietro.

El mafioso se apoderó de sus labios dominándolo, exigiendo una rendición incondicional a sus deseos y la obtuvo. El empresario correspondió con ímpetu, tratando de obtener lo que se le había negado durante esa semana que Pietro estuvo ausente. Una semana de noches a medio dormir a causa del deseo insatisfecho.

―Me haces sentir como un adolescente ―confesó el empresario cuando el mafioso abandonó su boca para dirigirse a su cuello― No sigas, por favor. Estamos en un espacio público, vamos a nuestro departamento ―sugirió.

Pietro dejó de besarlo y le miró a los ojos con pesar.

―No puedo, amore... tengo que llevar a Laura a casa.

Al escuchar el nombre de la mujer, el empresario frunció el ceño y trató de alejarse de su amante, pero éste se lo impidió.

―¿Ella siempre se interpondrá entre nosotros? ―preguntó con dolor e ira.

―¡No! Jamás dejaré que lo haga ―declaró el mafioso― ¿la ves aquí? ―al ver que su amante no cedía, tomó su rostro y lo besó con fiereza, siendo correspondido de igual forma.

Los cuerpos de ambos hombres se encendieron, eran dos llamas lujuriosas alimentadas por el deseo y el amor. El capi di tutti capi, no quizo esperar hasta más tarde, necesitaba sentirse aprisionado en el interior de su amante, para marcarlo nuevamente como suyo. Sus manos se encargaron de bajar los pantalones y la ropa interior del empresario y luego le volteó de cara al lavabo y las miradas de ambos se encontraron en el espejo.

―Me tienes a tus pies, Massimo ―el hombre más temido de Italia, confesó con fervor― has logrado lo que muchas han querido... has logrado que te desee y te ame con todas mis fuerzas... con toda mi alma.

―Yo también te amo, Pietro ―respondió el empresario y gimió al sentir la lengua de su amante bordeando su entrada.

―Te acostumbrarás a esto, amore ―susurraba Pietro mientras lo preparaba― Te acostumbrarás a ser tomado en cualquier lugar ―cuando tres de sus dedos dilataban el ano de su amante, se puso de pie detrás del empresario. Extrajo las falanges del interior y bajó su pantalón junto a la ropa interior. Escupió en su mano para lubricar su pene y se alineó en la rosada entrada― Me enciendes de una forma inexplicable ―volvió a hablar con voz seductora y Massimo movió sus caderas anticipándose a lo que venía― ábrete para mí, amore. Deja que entre en tí.

El largo y grueso pene fue ingresando poco a poco en el interior de Massimo y cuando las caderas del mafioso chocaron contra las nalgas del empresario, ambos gimieron. Uno por el acertivo rose a su próstata y otro por sentirse exquisitamente atrapado en la estrecha cavidad. Rossetti se aferró al labavo y dirigió una mirada ferviente a su amante a través del espejo.

―Muévete ya, por favor ―fue una súplica casi exigente

―¿Cómo lo quieres? ―preguntó Pietro. Unos golpes en la puerta le hicieron sobresaltarse y supuso que era su custodio que ya tenía una respuesta a su encargo.

―¡Ni se te ocurra dejarme así, Pietro! ―exigió el empresario― termina con lo que empezaste y lo quiero rápido y duro.

El mafioso sonrió y depositó un húmedo beso en el cuello de su amante.

―Se hará como quieras, amore ―el hombre salió y volvió a empujar con fuerza en el interior de Massimo ―¿Duro y rápido?

Poco después los pequeños gritos que el empresario trataba de ahogar, se escuchaban en el exterior. Luciano, el custodio del capo que vigilaba que nadie interrumpiera la supuesta convesación, se ajustó la corbata algo incómodo por lo que sucedía en el interior del baño. Dentro del lugar, los hombres daban rienda suelta a sus instintos. Ambos se habían mantenido célibes durante la semana que estuvieron separados ya que, se habían prometido durante una conversación telefónica, no recurrir a la autosatisfacción. El sonido que se producía por el choque de las caderas de Pietro contra las nalgas de su amante, alimentaba la lujuria de ambos. Los gruñidos de placer de ambos indicaron que los orgasmos estaban próximos. El mafioso se empujó aún más profundo en el cuerpo de Massimo y se tomó de las manos que éste tenía sobre el labavo.

―Mírame, amore ―exigió el siciliano y sus miradas se encontraron nuevamente en el reflejo del espejo― ¿Quién es tu dueño, Massimo? ¿A quién le pertenece tu corazón?

El empresario, estimulado por la mirada y el placer que sentía cada vez que el pene de su amante acariciaba el punto especial de su interior, llegó a la culminación sin tocarse y gritó.

―¡A tí, Pietro! ¡Il mio cuore e per voi! ¡Tu eres mi dueño! ―gritó mientras sentía el cálido estallido de su amante en su interior colmando sus entrañas con su semilla de vida.

Se quedaron así, abrazados. No querían separarse pero tenían que hacerlo y volver a sus respectivas realidades. Pietro, extrajo su menguado pene del interior de su amante y alcanzó el expendedor de papel que había en la pared. Luego, se limpió los restos de semen, mientras que Massimo le imitaba. Se quedó mirando los restos de su simiente con amargura, pensando que aquel líquido de vida podría traer la desgracia a su vida. Sí, porque perder a Massimo, sería su fin. Y el semen que estaba en ese trozo de papel, sería el culpable. Se estremeció y Massimo lo miró con sospecha.

―¿Que sucede? ―preguntó intrigado. Conocía muy bien a su amante y sabía que algo le preocupaba.

Pietro le miró y decidió hablar. No era conocido por ser un cobarde y si la noticia no era bien recibida, tendría que aceptarlo.

―En Capri, fui visitado por Sonya ―habló

Massimo, abrió el grifo del labavo y humedeció un trozo de papel para quitar los restos de semen que habían manchado su camisa y su pantalón.

―¿La querida que tuvista por dos años? ―preguntó con sarcasmo a causa de los celos que sentía.

―Sí, la misma ―respondió el mafioso apoyándose en la pared con gesto abatido.

―¿Qué quería? ―preguntó el empresario. La curiosidad que sentía, se mezcló con rabia, al saber que su amante había estado nuevamente cerca de esa mujer.

―Es algo difícil de decir...

―Dime, Pietro... creo que tengo derecho a saber que quería esa mujer.

―Está embarazada y asegura que soy el padre ―respondió cerrando los ojos para no ver el desprecio en el rostro del hombre que amaba.

Massimo también cerró los ojos, pero por motivos distintos. El tratar de controlar las lágrimas que se habían formado en sus ojos.

―¿Que vas a hacer? ―preguntó tratando de demostrar que la situación le estaba carcomiendo las entrañas― ¿Estás seguro de que es tuyo?

―Por el momento, la he llevado a Siracusa y...

―¿Te casarás con ella? ―preguntó el empresario.

―¡No! ¿cómo puedes pensar que me casaría con ella? ―reprochó el mafioso― Ella me ha amenazado, Massimo. ¡La maldita se atrevió a amenazarme con abortar si no me caso con ella!

―Así que eso es lo que pretende esa ramera... ¿que vas a hacer entonces? ―preguntó Massimo esperando un posible término de la relación.

―La decisión sobre mi futuro, la tienes en tus manos, amore. ―El mafioso se acercó a su amante y tomó su rostro para mirarlo a los ojos― Tengo plazo hasta tener las pruebas de ADN en mi mano. Pero mi dilema es ¿Qué haré? No quiero perderte.

―No puedes casarte con ella si ya estas casado con Laura. Ella tendrá que conformarse con una manuntención para ella y su hijo ―la voz de Massimo era decidida― No me perderás por algo que hiciste antes de comenzar una relación conmigo, Pietro. No soy un joven inmaduro.

Unos golpes en la puerta interrumpieron la infeliz conversación post coito y Pietro alisó su elegante chaqueta.

―Debo irme ―informó― promete que si decides algo diferente, me lo dirás. Sea como sea y aunque duela, voy a acatar tus deseos, Massimo.

―Esta bien ―asintió el empresario― Después seguiremos hablando de esto y no te preocupes... Jamás te dejaría.

Mancinni le besó con suavidad y luego se dirigió a la puerta. Salió del baño y miró con reproche a su custodio por haber interrumpido y caminó en dirección al lugar donde le esperaba su prometida.
Massimo se quedó unos instantes, reflexionando sobre la confesión de su amante. ¿Se sentía capaz de vivir con la presencia constante de aquella mujer en su vida? Tendría que hacerlo, por Pietro. El mafioso, a pesar de ser un asesino despiadado, era un amante de su familia y sus hijos lo eran todo. No podía exigirle que renunciara al bebé que venía en camino, solo por no querer a esa mujer cerca de ellos. Terminó de acomodar su elegante traje de etiqueta y salió del sanitario, mirando directamente hacia donde estaban su amante y su ex novia. Ella lo miró con furia mal disimulada y él le sonrió triunfante sabiendo que Pietro llevaba encima su olor y que ella se habia enterado de la relación que tenían. Decidió abandonar el cóctel, sus piernas estaban cansadas a causa de la sesión de sexo duro y caminó a la salida del hotel, con la fría mirada de Laura clavada en su espalda.
Pietro exudaba el aroma de otra persona combinado con el típico olor a sexo, pensó la abogada y al hacer memoria tratando de recordar dónde y en quien lo había sentido recordó. Aquel era el aroma del perfume favorito de Massimo.

―Tardaste mucho en el baño, cariño ―habló tratando de disimular su descontento― ¿Encontraste algo interesante allá? ―preguntó con sarcasmo, mientras que por el rabillo de su ojo divisó a Massimo saliendo del sanitario. Sus órbitas celestes se estrecharon con rabia y miró directamente al empresario en un duelo silencioso, para advertirle que se mantuviera alejado de su futuro marido.

―No es de tu incumbencia, mujer ―advirtió el hombre, siguiendo la mirada de Laura.

―Lo es. Desde mañana seré tu esposa, Pietro ―trató de recordarle sobre la pequeña ceremonia donde firmarían su unión. Una fría ceremonia secreta que aún disgustaba a Laura ya que sus deseos de casarse por todo lo alto, no habían sido escuchados.

―Sólo de nombre, querida ―arremetió el mafioso― Así que no te tomes atribuciones que no te competen y no tengo porqué darte explicaciones de mis actos.

―Pero...

―Despídete de tus amigos, Laura. Es hora de irmos a descansar ―ordenó el hombre― Te espero en la limusina.

Laura se quedó parada en medio del salón, mirando la espalda de su futuro esposo con pesar. Se prometió que Pietro volvería a sus brazos y comenzaría al día siguiente, en su noche de bodas.


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4 comentarios:

  1. Dios que capítulo!! soberbio de principio a fin. Besitos

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  2. que te puedo decir fadua?la verdad como siempre tu esperado capitulo valio totalmente la espera,esta de mas decir q estuvo excelente(aunq te voy a formular una peticion nirta q sufra mucho)
    Ademas me encanto los cambios y las nuevas caras de los pèrsonajes!!!!

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  3. uff la pareja Dante Camilo está genial . Dante que protector!!!! , la cosa promete mucho .

    Espero que Gio y Angelo se arreglen , y que Angelo se disculpe como es debido no se portó demasiado bien.

    Si Prieto me parecía peligroso a Dante dejalo correr.. es más peligroso que su padre

    Fadua se me han terminado los capitulos . quieroo maaasss

    Muchas gracias por la maravillosa historia .

    Un abrazo .

    Judith

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  4. Quiero maaaaaass!!!
    Necesito más, estoy super enganchadisima, Fadua me encanta. Bss

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