Argumento

Giovanni Buonarotti es un chico que vivió toda su vida en un orfanato y que al estar a punto de cumplir la mayoria de edad debe egresar. El es el hijo bastardo de una mujer que pertenece a la alta sociedad Laura Visconti y que fue repudiado al nacer por las causas dolorosas que produjeron su procreaciòn...Una violación.

Angelo Rossetti es uno de los solteros más codiciados de Roma, hijo de un empresario multimillonario y mejor amigo de Francesco Visconti (sobrino de Laura y por consiguiente primo de Giovanni).

Un encuentro y dos miradas que quedan prendadas la una de la otra hacen que el joven Giovanni descubra el origen de su nacimiento y que el causante de su repudio (su abuelo) se arrepienta de haberlo hecho.


Angelo, Gio y Bruno

Dante y Camilo / Pietro y Massimo

Fabio y Enzo/ personajes secundarios

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martes, 14 de agosto de 2012

Decisiones inquebrantables




                                          Capítulo 16: Decisiones inquebrantables


    El almuerzo transcurrió entre felicitaciones de parte de los invitados y choques de miradas antagónicas que de vez en cuando intercambiaban la ahora señora Mancinni y el millonario empresario que estaba sentado a la derecha del capi di tutti capi. La tensión se sentía en el aire y Pietro, con su característica frialdad, no disimulaba sus atenciones para con el hombre sin importarle que su recién estrenada esposa se sintiera humillada por eso.
      Gio, que estaba sentado junto a Angelo, no pudo permanecer ajeno a la situación y tampoco evitar sentir algo de compasión por la mujer que le había dado a luz. Aunque aquello lo tuviera más que merecido. ¿Tanta era su ambición que aceptaba un matrimonio de nombre por mantener un nivel de vida acaudalado?, se preguntó sin poder encontrar una respuesta. Su padre le había informado que las empresas Visconti estuvieron al borde de la banca rota y que su abuelo de parte materna, había solicitado un préstamo a la famiglia para poder inyectar capital a las textileras. Desgraciadamente, se habían atrasado en los pagos y Laura había accedido a casarse para evitar el cobro de los pagarés que llevarían a su familia a la ruina. Pagarés que en ese momento se encontraban guardados bajo llave en su mesa de noche; ya que Pietro, se los había regalado para hiciera con ellos lo que quisiera. En resumidas cuentas, su padre había puesto en sus manos el patrimonio de los Visconti. Más adelante vería que haría con ellos; ya que por el momento, sus prioridades estaban enfocadas en su novio, la futura boda y aquellos malditos sentimientos que estaba comenzando a sentir por Bruno. Su corazón dio un vuelco al pensar en el hombre y se sentía culpable al recordar que cuando Angelo y él hicieron el amor, se imaginó a Bruno junto a ellos en la cama. ¿Estaba mal sentir ese deseo que lo corroía por dentro? ¿Estaba mal querer ser acariciado y amado por dos hombres que para él eran importantes? ¿Estaba mal sentirse enamorado de los dos a la vez?.
      Un jadeo se escapó de sus labios al darse cuenta del último pensamiento. Amaba a Angelo con todo su ser, pero también amaba a Bruno y aquello le dolió; Porque, su padre jamás permitiría una situación así. Ni menos Angelo. A menos que su novio también se sintiera atraído por el guapo guardaespaldas.

―¿Algún problema, amore? ―preguntó el joven Rossetti al sentir la tensión de su novio.

―No, ninguno... es solo que... estaba pensando en la boda... ―la cara de interrogación de su novio le obligó a explicarse mejor― No podremos estar a solas hasta que nos casemos ¿te das cuenta?

― Ni me lo recuerdes, per favore ―arremetió Angelo― serán los dos meses más largos de mi vida en los que viviré en la ducha para bajarme las erecciones que me dejen tus besos ―confesó haciendo sonrojar a su novio.

―Con tal de que recurras al agua solamente...

―Lo mismo digo ―respondió Angelo de forma seca.

―¿Qué quieres decir con eso? ―preguntó Gio mirándolo de reojo para disimular ante los demás comensales.

―A nada ―el joven Rossetti no pudo disimular su descontento y al ver que su novio lo miraba exigiendo que fuera más explicito se decidió― me refiero a como te mira ese tal Bruno y a como le devuelves las miradas...

―Es mi guardaespaldas... ―trató de explicarse el menor.

―Entonces que se ponga en su lugar y deje de mirarte de forma lujuriosa...

―El no me mira de esa forma, Angelo... no exageres ―el menor trató de cortar por lo sano― Además me voy a casar contigo, no con él. ―la declaración fue tajante― ¿puedes dejarlo por favor? No quiero que echar a perder un exquisito almuerzo con un tema tan desagradable.

     Angelo se le quedó mirando estupefacto. El Gio que lo había enamorado meses atrás, jamás le habría hablado de esa forma. Pero el chico que en este momento le miraba, ahora era Giovanni Mancinni y algo se rompió dentro de él. Se casaría con un chico completamente distinto al que se enamoró. Su hermoso, tierno e inocente Gio había quedado en el pasado.
     Se removió en su silla con algo de incomodidad y desvió sus ojos hacia el lugar donde se encontraba Bruno conversando con el custodio personal del padre de su prometido. El hombre, sintiendo que estaba siendo observado clavó sus orbes en él, acariciando su rostro con una ardiente mirada para luego seguir con el rostro de Gio. Un sorpresivo calor encendió su vientre para luego bajar a su ingle y su mano apretó la de su novio.

―¡Dio!... Él nos quiere a los dos, Gio... no solo a tí... ―parecía un ruego al tratar de que los demás comensales no lo escucharan.

El menor les miró a ambos y acercando su boca al oído de Angelo respondió con sensualidad.

―Lo sé, amore... ¿Qué vamos a hacer con eso?.

―Lo mismo que harás tú, amore ―contestó con sarcasmo― ¿O pretendes llevarlo a nuestra cama en la noche bodas?.

―¿Algún problema? ―preguntó Pietro Mancinni, interrumpiendo el chismoteo entre los menores.

―Ninguno, querido suegro ―respondió Angelo― le estaba diciendo a Gio lo ansioso que estoy porque nuestro almuerzo de bodas se celebre pronto.

El mafioso asintió con la cabeza y luego clavó su mirada en Bruno, que aún tenía sus ojos puestos en los jóvenes novios mirándolos con deseo.

“Interesante”, se dijo... “muy interesante”





                                                           ***************



      Dante ajustó los finos gemelos de platino y diamantes que su padre le había obsequiado en su último cumpleaños y luego ajustó su corbata con el accesorio que hacía juego con ellos. Posó su mirada en el espejo para cerciorarse de que su aspecto estuviera perfecto. Se había vestido para impresionar y estuvo satisfecho con el resultado. Caminó hacia el velador, tomó su teléfono móvil y marcó el número del hombre que administraba la discoteca en su ausencia. Sonrió al recordar el día en que cumplió dieciocho años y su padre le sorprendió con aquel regalo para que se distrajera de las obligaciones que debía cumplir por ser el futuro cabeza de familia. Gino contestó al quinto repique y le saludó como siempre.

―Es bueno escucharle, jefe... pensé que se había olvidado que tenía un negocio que necesita de su escrutinio ―bromeó el hombre.

―Estaba ocupado con mis “otros” negocios ―fue la corta explicación que dio mientras sonreía por la pulla― Además, te contraté por tus capacidades y sé que no necesitas tenerme respirando en tu cuello. ―pasó la mano por la cabeza, peinando su corto cabello hacia atrás y luego lanzó un fuerte suspiro cansado― Bueno, iremos al grano... ¿Alguna novedad para hoy?

―Nada fuera de lo normal... hoy tendremos a bailarines exóticos, tanto chicos y chicas se deleitarán mirando un buen show.

―Me di cuenta de eso en la publicidad gráfica que has hecho... prácticamente forraste las calles de Roma con tus panfletos ―reprochó― ¿Crees que la asistencia será buena?

―¿Buena, dices? ¡Será estupenda! ―Gino sonó más que entusiasmado― hemos vendido casi todas las entradas, e incluso el Vip está casi todo reservado. Tu amigo Enzo llamó pidiendo una reserva para quince personas.

Saber que su mejor amigo asistiría esa noche a la discoteca, le alegró. Así podría contarle sobre la existencia de Camilo y pedir su opinión al respecto. Después de despedirse del administrador, salió de sus aposentos y caminó hacia la sala de estar donde se suponía que el primo Salvatore le esperaba. El hombre, le esperaba impaciente y no pudo evitar reprochar su demora.

―Tardaste...

―Tengo una cita con Camilo, quería asegurarme de estar bien presentado... Así evito que venga otro y me lo arrebate... ―lanzó la pulla para hacerle saber a su tío que realmente estaba interesado en el chico y que no aceptaría que otros posaran los ojos sobre él― ¿Andiamo? ―preguntó indicándole con la mano la salida

―Andiamo ―confirmó el calabrés siguiéndolo.

Cada hombre abordó un automóvil distinto, acompañados de sus respectivos hombres de seguridad y enfilaron hacia la salida de la villa. A medio camino, el teléfono móvil de Dante sonó y éste al ver el número del calabrés, respondió extrañado y las palabras del hombre le pillaron desprevenido.

―Soy completamente heterosexual, querido primo ―el hombre aclaró a causa de las indirectas recibidas en la mansión― Y para sacarte de dudas, a quien me interesa ver es a la madre de Camilo... ella y yo tuvimos un romance en nuestra juventud.

El hombre relató la historia a medida que las calles fueron avanzando, pero se cuidó de ocultar que Camilo era en realidad su único hijo. No quería interferir en el proceso de aquella relación y no podía obligar a su sobrino a formalizar sabiendo que tenía un deber que cumplir para con la famiglia. La llegada al lujoso sector donde se ubicaba el edificio de departamentos, interrumpió el monólogo y en un abrir y cerrar de ojos, todos se vieron dentro del gran elevador que los llevaría hasta el piso donde se ubicaba el departamento.


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      Laura frotó su cuerpo con la crema hidratante y luego deslizó el delicado negligé por su cuerpo. Se miró al espejo satisfecha del resultado y luego se cubrió con la fina bata de seda a juego. Decidió cepillar su hermosa cabellera rubia mientras esperaba a que pasaran los minutos. Necesitaba algo de valor para hacer lo que había decidido. “Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña”, se dijo para justificar su decisión.
      No era su estilo obligar a un hombre a que yaciera con ella en el lecho; pero esta vez, el amor y el deseo pesaban más que la dignidad. Había tenido que soportar toda la tarde a que su esposo le refregara en la cara y delante de todos, que ella no era más que una intrusa en su vida, alguien que servía solo de florero, un adorno para colgar del brazo en fiestas sociales y que prefería la compañía de Massimo por sobre la de ella. Nunca en su vida se había sentido tan humillada. Ni siquiera cuando después de haber entregado su virginidad, Pietro la había rechazado, marchándose de aquel invernadero sin mirar atrás. Miró el reloj de péndulo, una fina antigüedad que supuso, valía más que cualquier fino reloj que hubiera en la villa Visconti. El aparato marcó las diez y se decidió a ir en busca de su tan añorada noche de bodas en brazos de su amado esposo.
     Recorrió los oscuros pasillos custodiados por hombres que parecían parte del decorado, ignorando a cada uno de ellos y sin importarle si quiera de lo que podrían pensar. Llegó a la entrada de los aposentos de Pietro y se desentendió de la negativa del custodio que trató de impedir su entrada. Le empujó sabiendo que el hombre no se atrevería a usar la fuerza en contra de la esposa de su jefe y abrió. Sus ojos se expandieron con sorpresa y dolor al contemplar la escena que se desarrollaba en el que esa noche tendría que ser su lecho nupcial.
     Su amado Pietro embestía con su más que dispuesta hombría a Massimo que se encontraba desmadejado de pasión, con sus piernas sobre los hombros del hombre que le hacía el amor. Un “Per Dio, cuánto te amo Massimo” que anunció el inminente orgasmo, le sacó de su trance y emitió un gemido lastimero.
                                                  
                                                                         *******


      Habían pasado toda la tarde conversando con Salvatore y los otros invitados de la improvisada boda y sus deseos de tener a Massimo debajo de él rogando por un poco más de placer, crecían a medida que pasaban las horas. Discretamente, llamó al mayordomo y le dio la orden de llevar champagne y fresas a su dormitorio después de la cena. Su amante le observó desde el otro lado del salón y sonrió en complicidad. Una sonrisa cálida y llena de promesas. Una sonrisa que trataría de jamás hacer algo que la hiciera desaparecer.
      Había prometido a su amante que su noche de bodas estaba reservada sólo para él y era conocido por ser un hombre de palabra. Esperó a que los invitados se retiraran e invitó a su amante a acompañarlo, guiándolo a través de los pasillos hasta llegar a sus aposentos. El guardia de turno les saludó con respeto y abrió la puerta sin cuestionarse por la presencia de otro hombre en el dormitorio de su jefe.
      Apenas la puerta se cerró a sus espaldas, se unieron en un beso hambriento, demostrando así, lo ansiosos que estaban de estar solos. Se olvidaron que fuera de la habitación existía un mundo en el que ellos vivían en lados diferentes. Entre caricias y palabras de amor susurradas en el calor de la pasión, se fueron desnudando paulatinamente. El champagne que el mafioso había ordenado, fue a parar directamente a la piel desnuda de Massimo y recogida por la ansiosa lengua de Pietro, que no dejó ningún rincón ni pliegue sin recorrer. El empresario ondulaba su cuerpo ante los estímulos, y gemía sin control. El mafioso lo llenó con su virilidad una y otra vez, mientras confirmaba en cada embestida cuánto lo amaba. El orgasmo era inminente y las caderas de Massimo salieron en búsqueda de las de su amante con más velocidad. Estaba tan cerca del fin que no le preocupó cuando sintió el chasquido de apertura de la puerta y al ver el rostro de la esposa de su amante, apuró el orgasmo de Pietro contrayendo sus músculos interiores. Su amante confesó que lo amaba en medio del éxtasis y él sonrió con satisfacción a la vez que eyaculaba copiosamente entre ambos cuerpos. Laura jamás podría competir con él y acababa de demostrarle que perdía su tiempo al tratar de meterse en la cama de Pietro.

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―¡Eres una inmunda basura, Pietro Mancinni! ¡Un asqueroso chupapollas! ―la reacción de histérica de Laura ante lo acontecido era razonable; por lo tanto, el capi di tutti capi la dejó desahogarse mientras que, él y Massimo se daban el tiempo de cubrir sus cuerpos con las finas sábanas de seda. El empresario trató de levantarse, pero el mafioso lo atrajo hacia su cuerpo para que observaran juntos, el deambular de Laura por la habitación mientras se dedicaba a insultarlos― ¡Esto lo sabrán todos, Pietro!¡Todo el país se enterará que el hombre más poderoso de Italia es un marica!

La amenaza era parte de su estrategia en ciertos asuntos de negocios y la usaba con mucha frecuencia, pero no toleraba que lo amenazaron a él. Miró a Laura con frialdad y salió del lecho acercándose a la mujer sin importarle su desnudez y tomándola del cuello la llevó hacia la pared, donde la estrelló.

―¡Abres tu inmunda boca y tu padre será el primero en morir! ―advirtió con frialdad mientras que la mujer luchaba por respirar― Luego seguirán tu madre, tus hermanos y sobrinos... Así que ya sabes, Laura... no me desafíes...

―Suéltala, amore... la dejarás sin oxígeno y si quedas viudo te verás en la obligación de casarte conmigo y hacer de mí un hombre decente. ―Massimo esperaba que con aquel pequeño chiste, su amante se calmara y dejara sus instintos asesinos de lado.

Pietro soltó a la mujer y caminó hacia el lecho mientras que ésta se masajeaba el cuello a medida que regulaba la respiración.

―¿Porqué? ―preguntó Laura con voz rasposa y lágrimas de impotencia brotando de sus ojos― ¿Porqué te casate conmigo?

―Para alejarte de Massimo ―contestó el mafioso sin pensar la respuesta― Decidiste tu suerte cuando posaste tus ojos sobre él y si no te asesinaba, tenías que servir para algo y que mejor que el ser mi esposa ante todo el mundo, mientras que él y yo podamos estar juntos sin nadie que se interponga...

―Laura... ―la voz de Massimo interrumpió la explicación del mafioso― Ve a tu cuarto y no te humilles más. Creo que no necesitas más explicaciones de todo esto... ―la mujer caminó hacia la puerta con aspecto derrotado, tomó la manilla para abrir, pero la voz del empresario la hizo esperar― Espero que no vuelvas a intentar volver a seducir a Pietro... Él es mío y si no lo quieres entender, seré yo quien le pida tu cabeza ¿capisce?

La mujer asintió y salió de la habitación para volver a la jaula dorada en la que la había instalado Pietro, resignada a vivir lo que le quedaba de vida como la esposa intocable de Pietro Mancinni.


                                                    *****************

Siento que te conozco hace tiempo de otro milenio, de otro cielo
dime si me recuerdas aún, solo con tocar tus manos
puedo revelarte mi alma, dime si reconoces mi voz.



     Camilo se observó en el espejo por última vez ajustando el botón de la elegante chaqueta gris que combinaba con el pantalón y la camiseta ajustada que resaltaba su esbelto cuerpo juvenil. Sonrió ante el resultado y luego se acercó al tocador tomando el perfume que estaba sobre él. Supuso que Dante lo había comprado porque era su aroma favorito y quería que él lo usara. Roció un poco debajo de las orejas y en las muñecas y dejó el frasco sobre la superficie del mueble. Volvió a mirarse al espejo y su cuerpo comenzó a temblar al recordar el sueño que había tenido durante la siesta. “No era un sueño”, pensó... “Estuve recordando una de mis vidas pasadas”.

    “Había sido un esclavo enamorado de su amo... un amo que pertenecía a una de las más nobles familias patricias de Roma y que había dejado todo por amor. Ambos se conocían desde siempre; ya que él había nacido de una esclava de la misma casa. Con el paso de los años el joven amo, en su condición de tribuno, había sido enviado a la Galia, regresando cuando el esclavo estaba a días de ser vendido a un senador que se había encaprichado de su belleza. El joven tribuno no estaba dispuesto a que otro tuviera lo que él tanto deseaba y con su propio dinero compró el esclavo a su padre.
El senador quiso vengarse y acusó al tribuno y su esclavo de profesar la religión que el emperador tanto perseguía. Ambos tuvieron que comparecer ante el césar y se le obligó al tribuno a rendir honores a Júpiter, la prueba fue superada; pero el esclavo no pudo hacerlo. El joven efebo había sido conquistado por aquellos que se reunían en secreto para hablar de un Dios único, un Dios que hablaba del amor al próximo y que no estaba de acuerdo con adorar los ídolos de piedra. El senador sonrió triunfante y sugirió al emperador que el muchacho fuera ejecutado en el coliseo como ejemplo para aquellos que se atrevieran a desafiar las leyes del imperio. El tribuno se opuso y se fue sobre el senador para golpearlo. En castigo, compartiría el mismo destino de su esclavo. Los jóvenes pasaron la noche en los calabozos subterráneos del lugar donde morirían. Durante la vigilia, el esclavo entregó la pureza tan celosamente resguardada para que su valor fuera alto en el mercado y el tribuno lo tomó con amor prometiendo reunirse con él en la otra vida.
     Al día siguiente fueron conducidos al centro de la arena y los dejaron a merced de las burlas de todos los presentes. Entre gritos e insultos, compartieron el último beso de amor el que fue interrumpido cuando sus cuerpos fueron separados por leones hambrientos que devoraron su carne para el deleite de los asistentes”.

     Era la primera vez que tenía una regresión tan nítida. Al comentar el sueño con su madre, ella le había dicho que mientras más unido estuviera a Dante, las vidas compartidas con anterioridad se revelarían con más nitidez y que su amante también tendría recuerdos de aquellas vivencias. “Ojalá”, se dijo. Porque en esa vida había un detalle muy importante que no había pasado por alto y que Dante apreciaría... Era un chico virgen. No como ahora que había llegado a manos de su amante siendo mercancía de segunda mano.
     Salió de la habitación para dirigirse a la sala donde su madre miraba la televisión y se sentó junto a ella para acompañarla mientras que Dante llegaba. La enfermera se acercó para darle la medicación y luego solicitó la ayuda del custodio para trasladar a su madre al dormitorio.
     Camilo la observó con los ojos brillantes de lágrimas retenidas. Ella era muy joven para estar tan enferma y todo por culpa de él, ya que su madre había descuidado las lesiones que le habían hecho los hombres de Nirta por trabajar y poner un techo sobre sus cabezas. Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta de entrada que se abrió para dar paso a Dante, Carlo y tres hombres que lo miraron interrogantes.
Se levantó del sofá y se acercó a saludar a su amante.

―Te ves hermoso ―el halago fue dicho después de un arrebatador beso posesivo que dejó al menor con los labios hinchados y de un delicioso color rojo. Ambos se quedaron mirando a los ojos, sumidos en un silencio cómplice. Un molesto carraspeo, interrumpió el mágico momento.

―Lamento interrumpir, pero tengo algo de prisa... necesito tomar un vuelo... ―Tuozzolo les miraba con molestia, especialmente a Dante. Era su hijo el que estaba siendo besado y aquello le tocó especialmente después de ver lo hermoso que era... hermoso y frágil.

―Marco, el primo Salvatore necesita intercambiar unas cuantas palabras con la señora Marietta... llévalo per favore.

El guardaespaldas de Camilo, guió al hombre a través del lujoso departamento y abrió la puerta de los aposentos de la mujer. Se giró, pero el calabrés le tomó del brazo con algo de brusquedad.

―¿Eres el encargado de la seguridad del joven Zorzetto? ―el custodio asintió con la cabeza― recibirás un bono extra de mi parte si lo mantienes a salvo ―ofreció.

―Eso no es necesario, el jefe ya me paga por eso ―se negó Marco.

―Yo te pagaré para que también lo mantengas a salvo de Dante...

―No entiendo...

―Si Camilo y Dante tuvieran problemas...

―No lo tendrán, signore. El jefe está enamorado. Pero... si surge algún problema se lo haré saber.

El jefe de la Ndrangetta asintió complacido e ingresó al dormitorio a entrevistarse con Marietta.

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      Media hora más tarde, los jóvenes amantes ingresaban por las acristaladas puertas de uno de los restaurantes de la famiglia. A esa hora, muchos comensales elegantemente ataviados, disfrutaban de las exquisiteces del chef. Camilo, algo cohibido, se dejó guiar a través de las mesas, por un altivo Dante que lo llevaba tomado de la mano con un agarre posesivo y mirando de forma desafiante a todo aquél que se atreviera a mirarlos. Muchos de los presentes comenzaron a murmurar preguntándose unos a otros quien era el acompañante del heredero Mancinni. El mêtre los acompañó hasta la mesa que Carlo había reservado para ellos y que estaba hermosamente adornada con todo lo que Dante había ordenado. Arreglos florales con rosas rojas se encontraban apostados en puntos estratégicos para dar al lugar el aspecto romántico que había sido requerido y el joven Mancinni, desprendió uno de los hermosos botones a medio abrir, lo acercó a su nariz para inhalar e suave aroma, y luego se lo entregó a Camilo, que lo recibió con una sonrisa de agradecimiento y lo dejó a un costado.
     Un camarero se acercó con diligencia llevando una botella de Dom Perignon, la descorchó y sirvió el espumoso líquido ámbar en la fina copa de cristal del lado de Dante. Luego, siguiendo con su trabajo, fue a llenar la copa de Camilo, pero la voz del joven capo se lo impidió.

―Nada de alcohol para él... ―el camarero obedeció― aún es menor de edad. Trae un zumo de frutas tropicales y agua mineral suiza.

―¿Algo más, signore?

―Sirve la entrada enseguida. Mi asistente ya ordenó lo que quiero cenar, espero que esté todo preparado ya que no me gustan las demoras.

―Se hará como usted lo pidió, signore.

     La cena estuvo deliciosa, según la opinión de Camilo, que disfrutó del carpaccio de vegetales, los canelones de ricota y espinaca, más un exquisito tiramisú de limón como postre. Dante, por su parte, observó los esfuerzos de su joven amante por no cometer errores de etiqueta y quedó satisfecho. El motivo de aquella cena, no era de carácter romántico sino mas bien logístico. Necesitaba ese momento a solas para poder tener esa conversación que en el departamento no podía entablar a causa de la presencia de la madre de su amante.

―Tenemos que hablar ―dijo en voz baja, mientras Camilo terminaba su postre― Desde este lunes, tendrás un tutor para tu nivelación escolar...

―¿Ni- nivelación? ―preguntó el menor titubeando.

―El consiglieri de mi padre, ha conseguido matricularte en el colegio donde yo estudié y se aseguró que te admitieran en el grado que corresponde a tu edad. Por lo tanto, tendrás que esforzarte para que nadie note que estuviste sin estudiar durante dos años.

Camilo asintió con la cabeza sumisamente. Sabía que en el momento de aceptar a Dante, su vida le pertenecía completamente al joven mafioso.

―Te prometo que pondré todo de mi parte para no defraudarte...

―Antes de que comiencen las clases, se te llevará a una clínica donde te harán un chequeo completo de salud. Necesito descartar que tengas alguna enfermedad de transmisión sexual...

―Siempre usé protección ―interrumpió Camilo― Era una de las obligaciones que nos exigía Kozlov, además de hacernos el test cada dos meses.

―¡Vaya! Resulta que el maldito hijo de puta tiene conciencia ―la ironía no pasó desapercibida para el joven ex chapero― igualmente te harás todos los exámenes... quiero tomarte sin protección, el sexo seguro me resulta insípido e insatisfactorio...

―¿No te gusta, o no lo usas?

―Hasta el momento, he usado protección para evitar accidentes indeseados...

―¿Como un embarazo? ―Camilo completó con inseguridad.

―Cierto... pero como sé que tu no vas a salir con esa sorpresa... quiero disfrutar del sexo al natural.

Dante le miró de forma fría y calculadora, pero luego sus ojos se inundaron de una tibia calidez al recorrer el asustado rostro del adolescente. El orgullo se apoderó de sus sentidos. El chiquillo sentado frente a él, le pertenecía. Por primera vez en su vida tenía algo solo de él y sin que su padre hubiera intervenido en el proceso. Suyo en cuerpo, pero se esforzaría para que en el futuro, también le perteneciera su alma.

―Usarás un collar que he mandado a diseñar especialmente para ti... ―informó. Camilo le miró sin demostrar sentimiento alguno ante lo que escuchaba― lo usarás y no podrás quitarlo mientras estés conmigo... Desde ahora en adelante, cada hombre que ponga sus ojos sobre tu cuerpo, sabrá que le esperará una muerte lenta y dolorosa. Eres mío, Camilo. Solamente yo podré tocarte y no tienes permitido mirar directamente a los ojos a nadie excepto a tu madre y a mí ¿capisce?

―Si ―respondió el menor.

―¿Sí qué, Camilo?

―Sí, Dante...

―Ahora, iremos a pasar un rato agradable. Te llevaré a conocer mi discoteca...

Ambos jóvenes salieron del restaurante seguidos por Carlo y Marco que habían estado cenando en una mesa próxima a la que estaban los jóvenes amantes, pendientes de su seguridad. Abordaron el automóvil y se dirigieron al local de entretenimiento propiedad del joven capo.


                                                                  ***********


Ay, no me puedo quejar
Ni me obligas ni te obligo
me invitaste a huir contigo
y yo quería volar.

No, no me puedo quejar
me llenaste la cabeza
de sueños y promesas
y yo quería soñar.

No, no me puedo quejar
me envolviste con ternura
y aunque fuese una locura
te acepté sin dudar.
No me puedo quejar.
                                            No me puedo quejar – Angela Carrasco.


      Cuando llegaron, les recibió una larga fila de gente joven que aspiraba poder ingresar a disfrutar del espectáculo que estaba organizado para esa noche. Los guardias de la puerta, apenas vieron al joven mafioso, despejaron una vía de tránsito para que Dante y su séquito caminara hacia el interior. Camilo no podía disimular su admiración. Nunca en su corta vida había estado en una discoteca. Su experiencia de entretenimiento nocturno, no pasaba del burdel, moteles de mala muerte y las calles de los barrios bajos de la ciudad. Sus pasos se desviaron cuando Dante le indicó subir las escaleras que llevaban a la zona VIP. En el segundo piso, y mientras se dirigían a la cabina privada reservada solo para el capo, fueron interrumpidos por una chica escasamente vestida que se lanzó sobre el joven Mancinni, saludándolo con entusiasmo y besándolo de forma casi descarada.
      Dante sintió la tensión de Camilo y desprendió los brazos de la muchacha que se había aferrado a él como pulpo. No recordaba quien era, tal vez, era una de las tantas que se había follado en su privado y que quería que la experiencia se volviera a repetir. Lo lamentaba por ella, él ya estaba ocupado. Con casi un cortés empujón, la hizo a un lado y siguió su camino. Una vez en su cabina privada, ordenó a los custodios que ocuparan el compartimento vecino. La tensión de su joven amante le tenía intrigado lo que le urgía averiguar qué pasaba, y si fuera posible, tener una sesión de caricias ininterrumpidas con el menor.
     Un camarero ingresó para tomar el pedido, el que fue dictado de forma mecánica por el joven capo que ni siquiera se dignó a mirarlo por estar pendiente de la actitud refunfuñada que tenía su amante. Permanecieron en silencio, mientras que esperaban que sus bebidas llegaran. Una cerveza de baja graduación y un zumo servido en una piña fueron puestos delante de cada uno y luego, nuevamente el mutismo.
     Camilo estaba confundido. La imagen de su alma gemela siendo besado por aquella exuberante mujer se repetía una y otra vez dentro de su cabeza y su estómago se agitaba de forma desagradable. No quería ser inseguro, pero todo aquello le estaba superando. No quería aceptar que quizá, Dante le hubiera mentido al asegurarle que no tenía pareja. No pudo más con las dudas y decidió arriesgarse.

―¿Pue... puedo preguntar algo?

El capo clavó sus ojos sobre él de forma especulativa. La postura rígida de los hombros de su joven amante y la mirada avergonzada esperando una negativa le hizo inquietarse.

―Por supuesto... puedes preguntar lo que quieras...

―¿Quién era ella?

“He ahí el problema”, pensó Dante. “Está celoso”

―¿Ella?... mmm no recuerdo su nombre, Camilo... No es importante.

―¿No es importante?... ¡Pero te besó!

―Bene... reconozco que pude alguna vez haberla follado, pero eso no significa que vuelva a hacerlo... Es difícil que repita dos veces.

Había terminado de explicarse cuando Camilo le sorprendió desapareciendo debajo del largo mantel color vino de la mesa. Sintió los dedos temblorosos luchando por liberar su hombría. Sacándolo finalmente del encierro del pantalón y estimulándolo con atrevimiento.

―¡¿Que haces?!

―Encargándome de tus necesidades ―respondió el más joven de forma rotunda― No quiero que por un descuido de mi parte te vayas a follar con esa fresca.

     Dante fue incapaz de responder ya que su cuerpo tembló cuando la cálida boca le envolvió haciendo que gimiera por el repentino placer. Sus manos acariciaron el suave cabello del menor, empujando de vez en cuando la cabeza para indicar el ritmo adecuado. Lástima que la tenue luz y el maldito mantel evitaban que pudiera ver la sensual imagen que se presentaba en su mente de Camilo arrodillado a sus pies, pero las sensaciones que la experta boca del adolescente le proporcionaban le hicieron conformarse. La entrada sorpresiva de su mejor amigo y de sus propios guardaespaldas que querían evitar que fuera molestado le sobresaltó; pero su mano, permaneció en la cabeza del menor, instándole a seguir con lo que había comenzado por voluntad propia.

―Dichosos los ojos que te ven, amigo mío ―saludó Mancinni a la vez que enviaba una señal silenciosa a Carlo y Marco para que permanecieran en el lugar― hace tiempo que no nos veíamos.

―Nos veríamos más seguido si no estuvieras detrás del culo de una puta callejera, Dante ―reprochó Enzo― me has decepcionado ―informó.

El joven le miró con algo de indiferencia. Podía ser su mejor amigo, le quería como un hermano, pero eso no le daba derecho de opinar sobre su vida sexual.

―¿Cómo te has enterado?

―¿Importa cómo? ―el reproche seguía en los ojos del joven D´Alesio― lo que me interesa saber es, ¿Desde cuando te ha dado por andar rescatando putas callejeras?.

Dante sintió la tensión de Camilo al escuchar la conversación. El joven había interrumpido el trabajo bucal, y el le instó a que continuara. Faltaba muy poco para culminar.

―No necesito de tu permiso para acostarme con quien deseo, Enzo ―prosiguió mientras que su mano seguía guiando a Camilo. Estaba a punto y no quería que su amante se detuviera.

―¿No entiendes, cierto? Podría aceptar una actriz de cine porno, o una modelo de playboy pero, ¿Un chico de taberna?...

Dante cerró los ojos y emitió un fuerte gemido mientras se vaciaba en la boca de Camilo. Disfrutó hasta los últimos espasmos de placer, indiferente a la mirada de incredulidad con la que lo miraba su amigo. Se levantó para acomodarse el pantalón y luego levantó el mantel.

―Puedes salir, mio caro. No dejes que sus palabras te afecten.

Enzo miraba con incredulidad. Su mejor amigo, aquel prospecto de hombre heterosexual estaba recibiendo una mamada, mientras que él le reprochaba. Se sintió insultado y no pudo evitar que la droga que corría en su círculo sanguíneo hablara por él.

―¡Si querías experimentar con un chico me hubieras avisado!

―No me digas... ¿te hubieras ofrecido de voluntario para calentar mi cama? ―el cinismo irónico de sus palabras ayudaron a alimentar la rabia de su amigo.

―¡No seas estúpido!... te hubiera presentado un lindo chico de buena familia...

―¿Que haría yo con un niñato de esos, Enzo? Con Camilo lo tengo todo y cuando yo quiero. Ni siquiera se negaría si en este momento bajo sus pantalones y me lo follo delante de todos ¿sabes porqué? ¡Porque me pertenece!

     El adolescente jadeo al escuchar las duras afirmaciones del hombre que amaba. A lo lejos dentro de su interior, su corazón de agrietó. No importaba haber enfrentado la ira de Kozlov, en el fondo, siempre sería una puta, incluso para el hombre que había considerado su caballero de brillante armadura. Y no podía quejarse por eso.
     Dante observó el dolor en los ojos de Camilo, pero no hizo nada por aliviarlo. No podía demostrar debilidad delante de su amigo aunque el daño colateral que dejaran sus palabras, fuera el corazón roto de su joven amante.

―Entonces... si es sólo eso... ¿Porqué no le ordenas que me de una mamada?

―Voy a hacer de cuentas que lo que habla por ti, son esas malditas dosis que te esnifaste... ¿De donde las sacado? ―preguntó deliberadamente para desviar la conversación y que Enzo se olvidara por un momento de Camilo.

―¿Cómo que de dónde? ¡De aquí, por supuesto! Uno de tus chicos me la vendió.

Mancinni se puso lívido. Aquella información señalaba que sus órdenes no estaban siendo acatadas y era primordial encontrar y castigar a quien había osado contrariarlo. Su instinto cazador se despertó, amenazando con arrasar a todo aquel que estuviera en su camino. Pero lo primero, era asegurarse que su amante regresara a casa a salvo.

―Hasta aquí llega nuestro paseo, caro... ahora te irás a descansar ―habló tratando de que sus palabras no fueran frías.

―¿Pero, cómo... si hemos llegado hace poco?

―No cuestiones mis decisiones, Camilo ―arremetió el mafioso.

―Sí, Dante. Como tu digas ―respondió el más joven de forma sumisa y el capo sintió su pene engrosarse nuevamente, lamentando el no poder enterrarse en el interior de su amante , todo por esperar los malditos resultados que dirían si el chico estaba sano. De pronto, una molesta voz en el fondo de su subconsciente le susurró ¿Que harás si está contagiado?. Se obligó a deshechar el escalofriante pensamiento y con voz decidida, ordenó a Marco que llevara a Camilo a casa.

                                                      ******

      Camilo partió con su guardaespaldas mirando a Enzo con recelo. D’ Alessio ni siquiera lo miró, el chico era lindo pero él seguía pensando que no era gran cosa para su amigo. De todas formas prefirió no hablar más del asunto. Igual, estaba seguro de que Dante se aburriría pronto de él.
El capo dio un último vistazo a la puerta y luego clavó los ojos en su amigo.

—¿Quien me dijiste que te vendió las dosis? —preguntó de forma casi siniestra.

—Te dije que fue uno de tus chicos, pero no sé su nombre...

—¿Hasta cuándo vas a echar a perder tu vida metiéndote ese polvo blanco por las narices, amigo? ¡Dame una respuesta, Enzo!

—Yo hago lo que quiero, Dante... ¿Desde cuando eres mi padre? —respondió el mas joven con sarcasmo— Además, tú no eres nadie para darme sermones. Andas involucrado en cosas turbias... —el muchacho comenzó a mostrar los dedos como si estuviera enumerando— Tu padre es el mafioso más grande de este país y sé que tus manos están manchadas de sangre...

—Lo sé —admitió el joven Mancinni— Pero la diferencia entre tú y yo, es que yo nací para esta vida, Enzo. Prácticamente nací con una Beretta en mis manos. Pero a pesar de eso... Nunca, amigo... Nunca me he drogado.

Con impotencia, Dante golpeó la mesa y luego se sentó esperando una respuesta de su amigo.

—¿Estás enojado? —preguntó D´Alessio sentándose junto a Dante. En ese momento un camarero pasó y ellos ordenaron unos tragos. Enzo se llevó las manos a la cara, el efecto de la cocaína estaba pasando y sentía la cabeza como un fuelle.

Dante suspiró. No sabía que más decir para hacer que Enzo dejara ese absurdo vicio, era muy triste la forma como se estaba destruyendo y se sentía frustrado por no poder consolarlo.

—No estoy molesto, Enzo —respondió sonriendo. Alzó un brazo y su mano derecha acarició los risos castaños del cabello de su amigo—. Solo quiero que dejes este vicio. ¡Deja esas malditas drogas!

—¡¿Otra vez vamos a empezar con lo mismo?! —se enojó de D’ Alesio —. ¡¿No entiendes que las necesito?! ¡¿No entiendes que es lo único que me ayuda a olvidar que ya ella no está?!

—Enzo… —Dante miró a su amigo con tristeza—. Las drogas no van a traértela de vuelta. ¿Entiendes eso?

—Lo sé… lo sé —Enzo rompió en llanto, se sentía realmente triste—. Pero mañana es un día especial… —hipó—, mañana es el aniversario de su muerte.

     Cruzó los brazos sobre la mesa y sollozó más fuerte. En su corazón sabía que cada una de las palabras dichas por Dante eran ciertas, pero el dolor era demasiado fuerte para soportarlo solo. Desde que su madre había muerto, su vida había caído en un abismo muy profundo y él no había podido encontrar más oasis de paz que a través de las drogas. Solo con ellas sentía que la tristeza se iba, solo drogado era soportable el dolor de haber perdido para siempre a la persona que más había amado.
     Al verlo llorando de esa forma, Dante lo atrajo hacía su cuerpo y lo abrazó. El también conocía lo que era el vacío de esa ausencia, pero a diferencia de su amigo él había asumido el dolor de otra forma, una forma que Enzo no podría asumir jamás porque su corazón era más dulce y más inocente que el suyo. Enzo jamás tendría la sangre fría para asesinar a alguien de forma premeditada, ni para hacer daño a otros por simples negocios o dinero. Enzo era una persona noble aunque tratara de convencer al resto del mundo con su pinta de niño malo de que era un desalmado. Enzo era un angelito… un angelito perdido y confundido pero un ángel a fin de cuentas.

—No quiero que nadie te lastime —le dijo mientras le limpiaba las lagrimas—. No quiero que vayas a terminar prostituido como Camilo por culpa de las drogas, o que alguien se aproveche de ti estando drogado. ¡Es casi un milagro que no haya sucedido!

—Es porque estoy contigo. —Las luces intermitentes de la disco mostraron la media sonrisa de Enzo—. Todo el mundo sabe que somos amigos y nadie se atreve a propasarse conmigo por eso… La única vez fue…

—¡¿La única vez fue cuando?! —Dante se exaltó tomando a Enzo de ambos brazos. Si algún degenerado se había propasado con su amigo que se diera por muerto.

—Fue en la semana de la moda… —confesó Enzo—. Un sujeto mayor se me acercó en la fiesta de inauguración y trató de proponerme algo.

—¡¿Proponerte qué?!

—Pues ya te imaginaras qué —se sonrojó Enzo—, pero no te preocupes. Yo mismo lo puse en su sitio.

     En ese momento Dante no recordó que había visto a Fabio Catriglioni mirando a Enzo durante el desfile. Pensó que su amigo se refería a algún otro empresario pervertido y se ofuscó. Por fortuna en ese momento llegaron las bebidas que habían ordenado y Enzo comenzó a apurar la suya a grandes tragos.

—Tampoco es bueno que bebas así —le riñó Dante aparatando el vaso de su boca—. Si además de drogadicto te vuelves alcohólico, ya te digo como terminarás.

—Como tú digas, papá — replicó Enzo rodando los ojos. Un chico que había estado observándolos desde otra mesa se acercó, y sonriente se dirigió a D’Alesio mirándolo con intensión.

—¿Bailas? —propuso, reparando a Enzo de una forma que no agradó a Dante, tanto que el mafioso no dudó en intervenir.

—El chico está conmigo —dijo pasándole el brazo por la espalda—. Así que lo siento.

—Pues que suerte tienes —replicó el recién llegado—. Tu novio es un biscocho.

—Lo sé.

El chico se fue y ambos amigos rieron con la broma. Al rato otro chico se apareció, al parecer con mejores intensiones que el anterior, razón por la que esta vez fue el propio Dante quien sonsacó a Enzo para que aceptara. Mientras los chicos bailaban en la pista, el joven Mancini llamó a Carlo. El guardaespaldas se acercó al instante.

—Necesito que averigües quien fue el miserable que desobedeciendo mis órdenes le vendió droga a mi amigo.

—Sí, señor.

—Espera —. Dante tomó la bebida que Enzo había dejado en la mesa y se la entregó—. Compra un sedante suave y ponlo en la bebida. Necesito saber que no se drogará más por esta noche. Cuando se halla dormido lo dejarás en casa y volverás para que arreglemos cuentas con el miserable que se atrevió a ir en contra de mis órdenes

—Como usted diga.

Dante volvió la vista hacia la pista de baile, donde Enzo bailaba con su nuevo ligue. Después de un par de canciones vio como los dos chicos se acercaban más y terminaban besándose suavemente en medio de la pista. Un momento más tarde, Enzo se apartaba con intranquilidad volviendo a su asiento.

—¿Qué pasó? Parecías divertirte.

—Me duele la cabeza —respondió Enzo—, y el efecto está pasando… necesito más cocaína.

—¡Lo que necesitas es dormir!

—¡No! ¡Tú no lo entiendes! —Enzo parecía desesperado, sus manos temblaban y sus ojos bailoteaban con ansiedad—. Necesito aunque sea un poquito, solo para calmarme.

—Está bien—. Dante estiró su mano y le dio la bebida en la que Carlo había depositado el sedante—. Pero bebe esto primero —le calmó sobándole los cabellos—. Yo veré que te puedo conseguir.

Enzo asintió y bebió casi de un trago lo que quedaba en su vaso. El sabor del licor se le hizo un poco amargo pero creyó que era porque la bebida se había calentado mientras el bailaba.

Casi veinte minutos más tarde, yacía dormido sobre el asiento con la cabeza recostada a la mesa.

—Por fin se ha dormido —informó Dante volviendo a la mesa. Carlo venía con él—. Haz lo que te dije.

—Si, señor.

El guardaespaldas tomó al muchacho en brazos y Dante se quitó su abrigo poniéndolo sobre Enzo. La noche estaba fría y no quería que su amigo se fuese a enfermar.

—Lo llevaras hasta su casa y se lo entregaras a su padre en persona. No al mayordomo ni a ningún sirviente, solo a su padre ¿Me has entendido?

—Sí, señor. Como usted ordene.

—Muy bien, vete entonces y vuelve apenas lo hayas dejado seguro en casa. Vamos a darle al que le vendió la droga, una lección que nunca olvidará.

                                                                     ********


      Mario Corsi se encontraba en un rincón mirando a la pista en busca de algún adicto que quisiera comprar alguna dosis. Sus manos entraban constantemente a sus bolsillos para corroborar que la mercancía estuviera en su lugar. La pérdida de cualquiera de esas pequeñas bolsas tendría que pagarla de su bolsillo y el no podía darse el lujo de malgastar el dinero. Menos ahora que le faltaba poco para reunir el dinero que necesitaba para comprar el auto de sus sueños. De pronto, se vio empujado de cara hacia la pared y sus brazos fueron aprisionados hacia atrás mientras que la voz de Carlo Ponti, la mano derecha de su jefe, le susurraba al oído.

—El jefe tiene muchas ganas de verte, Corsi... Y está muy, muy enfadado.

—¿Conmigo? —preguntó mientras el custodio de Mancinni le obligaba a caminar— Pero si yo no he hecho nada...

—Eso no es lo que ha escuchado... Asi que tendrás que tener buenos argumentos para salir bien librado de esta.

      Corsi comenzó a sudar a mares, mientras que su estómago comenzó a doler. Miedo. Eso era lo que sentía. Mucho miedo. Dante Mancinni no era conocido por ser benevolente, y si en algo había fallado, esa misma noche estaría viendo el rostro de Caronte*. Su nerviosismo creció al ver que era conducido a la salida trasera de la discoteca y que daba a un muy mal iluminado callejón. El rostro de su jefe fue lo primero que vio al salir y su semblante palideció al ver la gran daga que sostenía en su mano.
      Dante le miró con frialdad y se fue acercando poco a poco, haciendo malabares con la daga que su padre le había regalado al cumplir catorce años. Se detuvo a pocos pasos del infeliz y olió su miedo. Su sensei le había dicho que aquella era un cualidad que no todos tenían, pero él había sabido detectar cuando alguien tenía miedo, incluso aunque trataran de ocultarlo.

—Mario Corsi —el hombre se sobresaltó al escuchar su nombre— Hace dos años te acercaste a mi, rogándome para que te diera una oportunidad y yo te la dí, aunque no estaba muy convencido. ¿sabes porqué me costó aceptarte?... —el que estaba siendo juzgado negó con la cabeza al no poder contestar. Su voz no salió cuando trató de hablar a causa de la tensión— No eres siciliano y por lo tanto no me servías —explicó el capo— Pero debo reconocer que tu desempeño hasta hoy ha sido bueno. Nunca faltas a trabajar y nunca se te ha perdido el dinero... pero eso no es todo. ¿Sabes porqué nos gusta trabajar solo con sicilianos? —volvió a preguntar y una vez más, Mario negó con la cabeza— Porque los sicilianos obedecen y respetan la jerarquía esta vez Dante alzó la voz mirando al hombre con frialdad— Y hoy tu me has desobedecido, restregándome en la cara que me equivoqué al aceptarte... Y un Mancinni no se equivoca... jamás.

—No entiendo, jefe... no sé cual fue mi error... —Mario se atrevió a hablar lo que provocó que la ira del mafioso aumentara aún más.

—Ordené que no se le vendiera cocaína a mi mejor amigo y tú, estúpido mal nacido, hiciste oídos sordos a mis exigencias... y para eso no hay excusas válidas.

El primer puñetazo partió el pómulo del hombre, que aguantó el golpe sin quejarse. No quería ser material de burla para el futuro por eso, endureciendo cada uno de sus músculos, aguantó la paliza que el heredero Mancinni dejó caer sobre él. Pero sus esfuerzos no le sirvieron de nada ya que el castigo fue subiendo de intensidad a medida que pasaban los segundos y no pudo evitar gritar por el dolor infligido en su cuerpo. Cuando el capo se detuvo, su rostro era una masa sanguinolenta y su cuerpo debía tener más de algún hueso maltratado. Le costaba respirar por lo que dedujo que alguna costilla había sido fracturada y trató de ponerse de pie.

―Levántenlo... ―ordenó Dante sin que su voz temblara a causa del esfuerzo― y sujeten su rostro, quiero que me mire a los ojos cuando reciba lo último que le queda de su castigo ―y mientras extraía su daga, miró los ojos del desgraciado que se había atrevido a desobedecer― Imaginaste que sólo sería una simple paliza, ¿verdad, Corsi? Pues, ahora viene lo mejor. ¿Pensaste que una lacra como tú iba a pasar por sobre mí? ―acercó la hoja de la daga hacia la mejilla derecha del hombre, y comenzó a trazar la letra D asegurándose de atravesar todas las capas de piel. Cuando terminó, siguió con la izquierda, pero esta vez trazando la letra M. Los ojos del hombre destilaban de terror mientras sentía la sangre correr por su rostro, sabiendo que con eso, su destino estaba marcado hasta el final de sus días. Nunca más podría ser el mismo― Desde ahora en adelante, cada vez que te mires al espejo, recordarás a diario a quien le pertenece tu obediencia y respeto. Recuerda que te lo advertí cuando rogaste por una oportunidad de probar tu valía... Una vez adentro, no sales sino en un féretro. Tómate una semana de descanso y luego vuelves al trabajo. ―miró a un par de sus hombres de confianza― llévenlo a su casa y asegúrense que sus heridas reciban atención. Quiero que mis iniciales se vean con claridad cuando su piel cicatrice, después les pondremos algo de color para que resalten ―agregó pensando en buscar un buen tatuador y la idea de ver su nombre grabado en la espalda de Camilo, le hizo sonreír― Arrivederci, Mario y no olvides que desde ahora, tu vida está en mis manos.

      Una vez que Corsi y los demás abandonaron el lugar, su mirada se clavó en el rostro de Carlo y se permitió relajarse. Sus manos se fueron hacia el bulto de su entrepierna. Era increíble cuanto se excitaba después de haber castigado a alguien. Apretó sus genitales para bajar la molesta erección pero Carlo, le interrumpió apartando con suave cautela la mano de sus partes privadas.

―Creo que podría aprovechar este momento de calentura, para engendrar al heredero que su padre le exige tanto, jefe. Recuerde que mientras más rápido nazca, más pronto podrá llevar a su chico a casa.

―Tienes razón, Carlo. ―el sottocapo comenzó a caminar seguido de su guardespalda― mientras más rápido soluciones el asunto “bambino” ―remarcó con dedos al aire― podré tener la libertad de estar con quien quiero.

―Lamento recordarle que usted siempre ha tenido esa libertad.

―Sabes bien a lo que me refiero, Carlo. Y te aseguro que no seré igual que mi padre, no me casaré por las apariencias.

―O sea que piensa conservar al chico...

―Por supuesto, Carlo... Camilo será mio por siempre.

―Nunca pensé verlo enamorado ―prosiguió el custodio mientras se acercaban a la salida lateral de la discoteca y donde el mercedes blindado esperaba por ellos.

―No es amor, Carlo. Es solo lujuria. Siento que ardo de deseo cuando le veo y el pensar que es mio para hacer con él lo que me de la gana, aumentan esas ganas de follarlo mientras veo mis marcas en su cuerpo.

Carlo guardó silencio mientras entraban al automóvil. Las tendencias masoquistas y las prácticas de bondage que hacia Dante con sus anteriores amantes, eran un secreto a voces. Y él, en más de una ocasión, tuvo la oportunidad de observarlo nalguear a más de una mujer. Ahora comprendía el porqué del collar que había mandado a hacer. Su jefe veía al chiquillo, como su esclavo. La bestia dominante que vivía en el interior de Dante Mancinni, había encontrado a su sumiso en un burdel de mala muerte. Esperando que todo aquello tuviera un buen fin aunque a su punto de vista, todo aquello le parecía bizarro y retorcido, dio fin al tema con una frase que marcaría al joven mafioso.

―Recuerde que hay amos que se han enamorado de sus esclavos

―Lo sé, Carlo. Pero este no es el caso. ―debatió Dante― Camilo solo es y será alguien que estará a cargo de mi placer. Nada más.


                                                            *******

      El vehículo atravesó el control de seguridad de la villa Mancinni casi veinte minutos después. Minutos que a Dante le parecieron eternos a causa de la erección que se tenía entre las piernas y que le había sido imposible bajar por la breve conversación mantenida con Carlo. El imaginar su mano, estampándose en las nalgas de Camilo, dejando marcas rosadas mientras lo follaba, impidió que la calentura se fuera. Bajó del auto con rapidez y subió los peldaños de mármol de dos en dos. No habló ni saludó a ningún guardia. Su objetivo claro era ingresar al área de personal y recorrer las habitaciones del personal femenino. Una vez que llegó a su destino, fue abriendo de par en par las habitaciones de las solteras haciendo a todas la misma pregunta. ¿eres virgen?

      Allegra Mori masajeaba sus cansados pies mientras que maldecía a sus compañeras de trabajo por haberle dejado todo el peso de lavar los platos y asear el comedor de los soldatis. Se prometió que algún día les haría pagar una a una las zancadillas que le habían puesto desde que había llegado de Sicilia. Se levantó y caminó hacia el ropero de donde sacó un camisón de algodón. Mirando su reflejo en el espejo de cuerpo entero, fue desnudándose poco a poco. Sus curvas suavemente redondeadas quedaron al descubierto y sus generosos senos quedaron a merced de la gravedad. En el momento que fue a tomar el camisón para cubrirse, la puerta del cuarto se abrió intempestivamente sobresaltándola. En el espejo, sus ojos captaron el reflejo del joven sottocapo y se giró hacia él tratando de ocultar su vergonzosa desnudez.
      Mientras la joven frente a él trataba de cubrirse, Dante ingresó al dormitorio cerrando la puerta y como una pantera acechando a su presa, se acercó a ella mirándola de pies a cabeza. La chica se estremeció ante su cercanía y él con la punta de su dedo recorrió su brazo hasta llegar a su seno, el que tomó de forma posesiva mientras que preguntaba con voz lujuriosa.

―¿Eres virgen?

    La muchacha se estremeció ante la pregunta. Si esto era una broma de parte de su hermano y su jefe estaba participando de ella, era de muy mal gusto. Levantó su rostro desafiando su mirada y con su orgullo de mujer siciliana le contestó...

―¡Por supuesto que lo soy, signore!

Dante sonrió con cinismo al dar por fin término a su búsqueda.

―Felicitaciones, acabas de obtener un ascenso... ―la muchacha le miró con rostro interrogante al no entender sus palabras― Acuéstate de espaldas en la cama y abre las piernas ―ordenó.

―¡¿Qué?! ¿El señor quiere...? ―Allegra no podía dar crédito a lo que sus oídos escuchaban.

―¡Basta! Has lo que te digo. ―volvió a ordenar el sottocapo― Si quieres ser algo más que una simple mucama, te abrirás de piernas para mí ―aconsejó con frialdad.

     La joven dudó por unos momentos, pero sus cansados pies le recordaron que había jurado que algún día se arrepentirían de tratarla mal. Con decisión y alzando la barbilla con orgullo, caminó hacia la cama con tranquilidad y se acomodó sobre ella, tal y como el mafioso le había ordenado.
     Dante observó la espalda de la muchacha mientras se acercaba al lecho. A sus ojos, ella no era de su tipo. Sus curvas demasiado generosas no le atraían, pero sus anchas caderas demostraban que podría dar a luz a un hijo sin problemas. Y lo más importante de todo, era que un heredero Mancinni no podía ser engendrado por una mujerzuela. Ella no era la mujer ideal, pero era virgen y eso era lo único que importaba.
     Se desabrochó el cinturón y abrió la bragueta de su pantalón liberando su hombría, la que se mantenía erecta como una dura barra de acero. No se desnudó. Así tal cual se subió a la cama y se situó sobre la mujer. Buscó su sexo y embistió sin ninguna consideración. La mujer gritó, supuso que de dolor, pero hizo caso omiso a eso y siguió tratando de liberar su carga. Mientras embestía, sus pensamientos se concentraron en Camilo, en su hermosos ojos, en su exquisito y delgado cuerpo e imaginó que era él a quien follaba. Cuando estaba cerca, soltó un grito ronco y soltó su simiente inundando el vientre de la mujer. Espero unos segundos y saltó fuera de la cama. Cogió el camisón que minutos antes, la joven había dejado caer y limpió su sexo para luego terminar acomodando sus boxers y cerrando su bragueta.
     La muchacha se quedó temblando. Sabía que ella no había tenido satisfacción alguna en aquel encuentro y no le importó. Darle placer no era su prioridad. Sus ojos se desviaron a las manchas rojas que estaban sobre la colcha y sonrió con superioridad. La mirada de la criada se clavó en él con silencioso reproche, como esperando algo más que un beso de despedida y él zanjó el asunto hablando con claridad.

―Desde hoy y las noches que se necesiten, serás mía para fecundar a mi hijo en tu vientre ―informó― Tienes prohibido salir de la villa hasta que te embaraces, no me arriesgaré a que te acuestes con otro.

―No puedo hacerlo, signore... estoy comprometida.

―Arreglaré las cosas para que esto no interfiera con tu compromiso. Cuando tengas al bambino, me lo entregarás y volverás a los brazos de tu prometido. Yo me encargaré de darle un incentivo económico que no podrá rechazar. ―salió del cuarto a paso rápido y sin importarle que Giuliano Mori, el hermano mayor de la chica que había desvirgado y que servía a sus órdenes, le mirara con resignación.

     Ella no contestó. Su cabeza estaba más ocupada planeando estrategias que hilvanando palabras. Mientras que el joven patrón le explicaba sus intenciones, ella ya se había propuesto un objetivo. Tener a Dante Mancinni en su cama por mucho, mucho tiempo.
Giuliano entró a su dormitorio de improviso, la miró, se acercó a ella y sorpresivamente la abofeteó.

―¡Puttana! Te advertí que si querías trabajar aquí, tenías que respetar a tu novio. Y tuviste que hacerlo ¿cierto? Tuviste que revolcarte con el hijo del Don ¿crees que el se casará contigo después de esta noche?

―Quiere tener un hijo conmigo ―se justificó la joven― el me buscó para que fuera la madre de su heredero...

―Claro que lo hizo... y fuiste tan tonta que no te preguntaste el porqué...

―No... no entiendo.

―Dante Mancinni se ha enamorado de un chiquillo de dieciséis años y el jefe no quiere aceptar ese noviazgo antes que no vea un nieto. Y tú, la muy tonta pensaste que le gustabas ―Mori rió con sarcasmo― Te dejo a tu suerte, hermanita y no cometas ninguna equivocación. El joven Dante es tan cruel que podría hacer que yo mismo te asesine. Buona notte.

La muchacha se quedó en silencio, recordando los acontecimientos recién pasados mientras que se preguntaba en qué lío se había metido.



                                                       ***********



       Aquel día estaba resultando realmente terrible para Paolo D’ Alessio. No solo acababa de tener una fuerte discusión con su hijo otra vez sino que además finalmente se había decidido a enfrentarse a sus finanzas y estas habían resultado estar peor de lo que se había imaginado en un principio. Es decir, estaba consciente que desde hacía un tiempo los números no estaban muy de su parte que dijera, pero jamás pensó que las cuentas se le hubiesen ido tanto de las manos.
       Con un resoplido dejó ver todo su mal genio y buscó rápidamente una copa de brandy en su bar personal. El licor logró apaciguar un poco sus nervios pero no le concedió la habilidad de encontrar una solución a sus problemas económicos. Estaba en bancarrota. Simple y llanamente eso. No había más forma de llamar a su insolvencia monetaria. No tenía más que deudas en su haber personal y solo un milagro podría salvarlo del embargo inminente.
      Se restregó el rostro con impotencia sintiéndose tremendamente abrumado. No sabía qué hacer; su estatus, sus privilegios, sus lujos, iba a perder todo y no podía asimilarlo con entereza. Nunca había vivido con carencias y no se sentía capaz de empezar ahora. Enzo tampoco podría soportarlo. Lo había criado lleno de caprichos como un niño consentido y sería muy difícil hacerle entender que ya no podrían dársele todos los gustos.
      ¡No! ¡No podía quedar en la ruina! No iba a soportar la humillación, el tener que rogarles ahora a todos los que antes habían sido sus sirvientes, tener que implorar misericordia a los bancos o terminar rematando las propiedades que por años habían pertenecido a su familia. Era el acabose y ahora casi que se alegraba que Leonora, su difunta esposa no estuviera viva para presenciar aquel desastre.
      Estas y algunas otras eran todas las cosas que rondaban la cabeza de Paolo en el momento en que su mayordomo le avisó que Fabio Castiglioni le buscaba en la sala de su mansión. De inmediato se puso de pie como si hubiese sido levantado por un resorte. Aquella visita no podía ser nada bueno, Fabio era justamente el hombre a quien más le debía dinero y su presencia allí no podía significar otra cosa que un ultimátum de cobro.

—Hazlo pasar hasta aquí, Gerald —pidió finalmente a su mayordomo dispuesto a enfrentar la situación haciendo que varios instantes después el banquero más importante de Roma entrara al iluminado recinto.

—Buenos día, Paolo D’ Alessio —saludó acomodando un poco su Armani pulcramente planchado— ¿Cómo le ha ido?

Como respuesta Paulo le echó una mirada fulminante. Era obvio que aquel hombre lo sabía en la ruina y parecía regodearse de ello. Sin embargo se obligó a calmarse y ofreciéndole asiento intentó comportarse con la mayor diplomacia posible.

—Bienvenido a mi casa Fabio Castiglioni —habló luego de una breve pausa en la cual ambos hombres tomaron asiento y a Fabio le fue servido otro Brandy—. Me imagino cual es el motivo de su visita y con todo respeto me gustaría saber porque se ha tomado la molestia de venir en persona a recordarme mi deuda —agregó con algo de molestia.

—No ha sido ninguna molestia venir a verle Paolo —Fabio se mostraba muy seguro tal cual le permitía su posición—. Créame que no obtengo ningún insano placer en la desgracias de mis clientes, es solo que con usted tengo una interesante propuesta.

Al oír aquello Paolo se sobrecogió un poco soltando su copa de licor e inclinándose ligeramente hacia adelante. No sabía porqué pero la sonrisa que le ofrecía su interlocutor se le antojaba escalofriante.

—¿Una propuesta? —repitió luego de breves instantes de reflexión en los cuales no llegó ni siquiera a sospechar que podía querer proponerle aquel sujeto.

Fabio ensanchó su sonrisa. Acababa de descubrir un retrato de Enzo sobre la mesa de Paolo y no dudó un instante en estirar la mano para mirarlo más de cerca.

—¿Quién es este muchacho tan apuesto? —inquirió repasando indiscretamente la fotografía.

—Es mi hijo —contestó secamente el otro hombre, disgustándole un poco aquel repentino interés de Fabio por Enzo, pues no desconocía los gustos sexuales del primero.

—Pues tiene un hijo muy apuesto —comentó de nuevo Fabio sin despegar los ojos de la foto del chico— Permítame felicitarlo, Paolo.

—Muchas gracias —remató este, arrebatándole el retrato— Es un buen chico. Un poco intranquilo desde que murió su madre pero sigue siendo un buen chico en el fondo.

—¿De verdad? —Fabio alzó una ceja como señal de interés. Aquello se le estaba haciendo perversamente divertido.

—Si… si. Enzo era muy apegado a su madre, su muerte fue un golpe duro para él y gracias a ello se volvió un poco rebelde y difícil. Sin embargo, me las he apañado en educarle correctamente.

—No lo dudo.

Después de ese cruce de palabras hubo un breve silencio. Paulo miró con incomodidad a Fabio preguntándose porque estaba metiendo la conversación por ese lado y si aquello llevaría finalmente a un lado. La respuesta a sus dudas llegó cuando Fabio finalmente se decidió a hablar claro.

—Me gusta su hijo, Paolo; me fascina Enzo y estoy dispuesto a perdonarle toda, absolutamente toda su deuda con mi banco si me lo cede a cambio.

Fue un mazazo brutal, tanto, que Fabio creyó que el otro hombre colapsaría allí mismo pues se quedó como un convidado de piedra; tieso, helado y con los ojos tan abiertos como dos lunas llenas. Hiperventilaba como si se le hubiese cerrado la garganta y poco a poco cerró sus puños con fuerza, apretando fuerte los dientes.
Fabio calló por tanto, sin agregar lo que le faltaba por decir hasta que llegara la reacción de Paolo. Se estiró sobre su asiento cómodamente antes de escuchar la primera respuesta que recibiría aquella mañana.

—Haga el favor de salir de mi casa en este mismo instante —resopló el otro sujeto indignadísimo, rojo de ira

— Váyase de inmediato si no quiere que le mate en este mismo instante.
Fabio aguardó un poco más; sabía que aquella respuesta inicial era la adecuada. Sin embargo no se preocupó. Tenía muchos ases bajo la manga.

—Usted no es nadie para echarme de esta casa Paolo —respondió con tranquilidad luego de esperar que el otro hombre acompasara su respiración—. Es más, si yo quisiera sería usted quien debería largarse ahora mismo de aquí. Podría decirse más bien que esta es Mi casa.

—Pero… ¿Pero cómo se atreve? —Paulo se levantó de su asiento con brusquedad. Una vena latía furiosa en su sien mostrando toda su rabia e impotencia— ¿¡Usted viene a mi casa, trata de ponerle precio a mi hijo y ahora me dice que me echará como a un perro?!

Fabio sonrió.

—Si, es justamente lo que le estoy diciendo.

—¡Maldito!

—¡No tan rápido! —Fabio se puso de pie dispuesto a frenar el ataque del otro hombre que abalanzándose había intentado arremeter contra él. Lo tomó de un brazo con fuerza y le aventó contra su asiento reclinable—. ¡No me tome tan a la ligera Paolo D’ Alessio! No soy un hombre que haya nacido ayer y se perfectamente que usted esta hasta el cuello de deudas —le advirtió— Se que no solo me debe a mi sino que tiene otras deudas de muy alto calibre con otras firmas bancarias… Bueno, pues yo —apuntó acomodando su corbata con parsimonia—. Yo estoy dispuesto a asumir esas deudas también… y estoy dispuesto además a añadirle a todo esto la suma de dos millones de euros si y solo si usted me entrega a Enzo.

Paolo quedó frío; viendo lo anexos que traía aquel trato, el cambalache no lucía tan mal. Se sentía como una rata vil por solo estar considerando aquello, pero estaba entre la espada y la pared. La empresa de su familia se iba a pique y aquello parecía ser la solución milagrosa que había estado esperando por meses. Aun así el precio era altísimo; se trataba de Enzo, su niño, su único hijo. Su vínculo de amor sagrado con Leonora su amada esposa, lo único que le quedaba de ella.
Se echo a llorar. Patético como siempre había sido no pudo ocultar las lagrimas de asco hacía su persona. No podía creerlo pero estaba considerando aceptar aquel ruin trato, estaba pensando con mucha seriedad vender a su muchacho.

—Pero Fabio —anotó con un hilo de voz— ¿Por qué mi muchacho? Es solo un niño… se ve mayorcito porque es atlético y alto pero solo tiene diecisiete años… ¿Por qué te interesa un chico tan joven? ¡Podrías ser su padre!

—¡No me importa! —Fabio se permitió exaltarse por un momento. Ya estaba harto del asunto de su edad— Me gusta tu hijo y punto, no tengo que darte explicaciones al respecto.

—Pero mi hijo no es gay.

—Si que lo es —Paolo se quedó pasando ante aquella declaración. Nunca había notado ningún comportamiento anormal en Enzo, por lo tanto Fabio procedió a explicarle— Escúchame Paolo, Enzo ha estado por muchos años fascinado por un chico de su escuela y solo ha fingido ante ti por temor a que no aceptaras lo que realmente es.

—Pero… pero yo.

—No importa ahora —sintiéndose algo impaciente Fabio se echó de nuevo sobre el mueble— Lo importante ahora es nuestro negocio… ¿Me entregaras a Enzo?

—Fabio yo…

—¡Vamos Paulo! Te conozco y sabes tan bien como yo que terminaras aceptando. Si te consuela en algo te prometo que no le haré daño y que no abusaré de él de ninguna forma… solo quiero tenerlo a mi lado.

—¿Te has enamorado de él?

La pregunta cayó como un balde de agua fría para Fabio. Se la estaba haciendo también pero aun no hallaba respuesta. Fue por eso que solo se encogió de hombros volviendo a interpelar a su interlocutor.

—Esto no es cuestión de amor Paulo, es cuestión de negocios… dime entonces qué prefieres ¿Tu hijo bien cuidado en mis manos o la ruina?

Un silencio sepulcral sobrecogió entonces el ambiente. Los segundo parecieron pasar lentamente hasta que muy pausadamente los ojos llorosos y temblorosos de Paulo D’ Alessio se encontraron con los de Fabio y su mano vibrante y dudosa cerró el acuerdo.

—Trato hecho.

                                                       *************

       La lapida de mármol realzada unos cuarenta centímetros del suelo y gravada en bajo relieve con un epitafio en latín era lo único visible de la última morada de Leonora D’ Alessio. Su tumba había quedado justo en medio del parque central del cementerio y aquella mañana estaba medio cubierta por el alto naranjo que nacía a unos cuentos pies de distancia y que había dejado caer unas cuentas flores sobre ella.
       Enzo había llegado muy temprano a visitarla como todos los meses lo hacía. Aquel día sobre todo era especialmente difícil pues justamente se cumplían tres años de su partida. Leonora había acabado sus días por culpa de un accidente de coche con solo treinta y dos años de edad y su muerte había dejado en su único hijo el vacio irreparable de su ausencia.

—Mamá —saludó el joven colocando sobre la superficie pulida las rosas blancas que siempre le llevaba—. Mamá estoy aquí de nuevo.

      El sonido de la suave brisa que movió las ramas florecientes de los arboles de aquel inmenso jardín le respondió. El viento jugó también con su pelo, despeinando un poco sus risos. En ese momento Enzo escondió su rostro entre sus manos y comenzó a sollozar. Extrañaba demasiado a su madre, su ausencia era un dolor tan profundo que no había forma de explicarlo con palabras, solo sentía que era algo inmenso y oscuro que lo consumía y lo devoraba.
       Desde que su madre se había marchado se sentía perdido, extraviado, sin rumbo. No sabía para donde iba ni porque, solo quería morir también, volver a verla, acunarse entre sus brazos donde se sentía tan seguro y feliz.
      Se tiró entonces sobre la lapida acariciando el fino mármol, sintiendo en la frialdad de aquella lapida el calor que tanto le faltaba a su corazón. Solo las drogas le hacían olvidar que su madre ya no estaba, por eso había caído en ellas para sostenerse. Cuando las usaba volvía al pasado en sus alucinaciones y sentía a su madre de nuevo junto a él, frotando sus cabellos, sonriéndole con dulzura y cobijándole de besos.
      Se quedó así por un rato largo. Dos de su empleados le había acompañado, dos sirvientes antiguos que habían conocido a su madre y que le apreciaban muchísimo pues en vida Leonora D’ Alessio había sido una dama en todo el sentido de la palabra.
       Aquellos dos sirvientes miraban desconsolados a Enzo llorando sobre la lapida. Les dolía mucho ver como aquella criatura se perdía cada vez más en el vicio tratando de recuperar lo imposible. Les conmovía hasta los huesos verlo tan hundido en la tristeza siendo tan joven pero era poco lo que se podía hacer por él. Presentían que aquel día algo terrible pasaría pues le habían visto discutir con su padre por no haberlo acompañado a aquella visita y Enzo parecía estar más triste que veces anteriores.
        Se miraron entonces a los ojos perdiéndose el momento en el que el jovencito sacaba de su bolsillo la dosis de cocaína que pensaba esnifar no más llegar a casa…una dosis doble de la que usualmente usaba, pues ese día quería ver a su madre otra vez.

                                                                *****


































































4 comentarios:

  1. Muchisimas gracias por la actua, muy bueno el capitulo. Gracias por compartirlo.

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  2. Estuvo super el capitulo y me encantaria saber si tardaras mucho en seguir con la historia.... graciasssss

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  3. Fadua!!! Yo te adoro por darme mi dosis de capitulo nuevo jajaja... Estuvo muy bueno y me dejaste tan intrigada con lo que pasara!!! Saludos :)

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  4. Hola Fauda!

    estoy super fascinada con tu historia, me muero por saber sobre Enzo, ojala encuentre el amor, y ver lo que va a pasar con Gio, su novio y el guardaespaldas.
    Please, no nos dejes esperando tanto para el próximo capitulo!

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